Sumar, sólo sumar, quien no sirva que no estorbe, que se aparte, esa es la idea… algo se mueve por fin. Ese sueño modorro, esa autocompasión, ese mejor mirar para otro lado, comienzan a mutar. No, no son espejismos, son realidades. Como si de una guerra de guerrillas se tratase, el mundo rural activa su defensa. Un golpe se aguanta, pero, ante tantos… ¡defenderse o morir!
Repasando sólo algunos agravios recientes, uno cae en la cuenta de que están tan crecidos que parece que planifican el asalto a la fortaleza, ¿que no? Mire, han doblegado a la Administración con el inimaginable indulto a la vaca del ‘santuario’; han apuñalado en pleno hemiciclo al mundo de la caza con lo del rabo de los perros; multiplican insultos, mentiras y amenazas sin que nada les ocurra, convirtiéndonos en criminales con un odio patológico nunca imaginado.
¿Quién les da tanto poder? Claro, amigo, claro, la política está en el fondo del problema, aspiraciones de escaño que han visto facilona la cuota ganada a base de vomitar sobre nosotros. El partido de la secta se hace fuerte, poniendo en su horizonte la prohibición de la caza, colocando como imagen de lucha un galgo con una soga al cuello. De la mano de los ‘podemitas’, sabedores y hermanos de pensamiento, ansiosos por recoger las mismas papeletas, y haciéndoles la comparsa el resto, acomplejados ante una situación política que, parece ser, no acaban de entender.
Los tiempos cambian y las formas de comunicar, captar y unir también, simplemente. Nos lo han puesto en bandeja, la masa social que representa el mundo del campo y todo lo ligado a él es inmensamente mayor que los radicales que tenemos enfrente. Nuestra obligación pasa ahora por modernizar nuestra lengua, haciendo que se entienda, que llegue a todo aquel que aún no ha sido infectado. Nuestros mensajes deben ser ‘vacuna’, claros, diarios, utilizando los mismos canales que ellos usan para su macabra propaganda.
En abril me llegó una gran noticia: catorce entidades se habían unido para hacer frente común ante las acusaciones y mentiras vertidas por los de la oveja, los de la secta del Santuario Gaya, en el Vall de Camprodon, Gerona. De la mano, cazadores y ganaderos, propietarios y restauradores, dispuestos a no pasar una más, ¿ve a lo que me refiero con sumar? Todos debemos ser esas catorce entidades, juntos para decir al unísono:«¡Quieto, PACMA!, ¡quieto, Rovira!, ¡quieto, Motos…!», quien está contra un cazador, contra un pescador, contra un ganadero, un agricultor o un taurino… está contra todos nosotros.
Son vulnerables con un punto débil a la vista: son una minoría envalentonada, simplemente, por la pasividad del campo. El ejemplo de Fernando Trueba es la evidencia de la senda a seguir. Nos habíamos acostumbrado a ver a los comediantes, año tras año, jugando a manipular gobiernos, olvidando quién les dan de comer.
A Trueba le pasó factura, la misma que debe pasarle al resto, partidos políticos y administración incluidos. Veremos si entonces siguen siendo tan valientes. Con nosotros o contra nosotros.
¡Viva la caza!
Por Michel Coya