África El rincón de "Polvorilla"

África indómita, por M. J. ‘Polvorilla’

África indómita Caza
África indómita

África indómita Caza

Ya regresé al sabor de la madre patria que huele a puchero, a chimenea y a escarchas de otoño tardío. Atrás quedan las quemadas arenas de un desierto que el hombre ha domado. Con coloridos animales que encienden la pasividad que el abrasante calor impera.

Allí todo es presa de todo. El pasto de los antílopes. Éstos de los carnívoros. El agua del mundo entero. Y todos del hombre.

África se presume indómita pero no exige el sudor de la montaña. La abundancia es tal que la escasez se convierte en el ingrediente principal.

África es hermosa y colorida. Afable y dura a la vez. Desigual en su trato e igualada con la tecnología. Tiene fiereza y astucia, como los gatos callejeros. Es la magnitud de lo que compone lo que hace que tengamos un ideal de lo que es o queremos que sea.

África huele a carne asada y sangrante, a polvo y arena, a frescor en las riberas, a tierra quemada en los pastizales de otros días.

África tiene la piel negra y el corazón tostado. Sus pisteros son los mejores maestros de la verdad. Negros de sonrisa blanca. Todos callados y silenciosos, prudentes pero definitivos. Obedientes a lo que mande el hombre blanco. Pero de espíritu indómito. Como África.

«Sus pisteros son los mejores maestros de la verdad»

La crudeza en la naturaleza de África se ve reflejada en los rascacielos del mundo occidental. En la gran urbe la corbata aprieta al cuello y la polución a los pulmones. La moqueta machaca las almas y el tráfico convierte en nebuloso cielo contaminado en la más poblada de las prisiones.

Fui a buscar adrenalina, pero no se me han puesto las carnes abiertas en un pulso incesante. Me estoy haciendo viejo al ritmo del galope de los impalas. Vine a creerme un cazador blanco en el mundo de los negros. Soñé con dormir bajo un baobab y comerme la carne blanca de una mamba negra. Me imaginé que el zarpazo de un león me dejaría una marca en el antebrazo y en el alma para dejar un poco de mis miserias en aquel continente.

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«Fui a buscar adrenalina, pero no se me han puesto las carnes abiertas en un pulso incesante»

Soñé que me hice amigo de un pigmeo que me salvó la vida de la picadura de una araña de ojos ambarinos.

Quise morir aplastado ante la carga de un búfalo cafre, o pisoteado por una manada de hembras de elefante que protegían a sus crías. Imaginé mi repatriación porque un leopardo tuerto y desorejado me había acechado mientras seguía su rastro herido en mitad de la foresta.

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«Quise morir aplastado ante la carga de un búfalo cafre, o pisoteado por una manada de hembras de elefante que protegían a sus crías»

Los que nada somos en vida buscamos ser alguien con una muerte sonora y anormal. Entre garras y colmillos, oliendo a pólvora y a sangre. Violencia y locura en un mundo que es violento y loco, donde se maquilla con carmines lo que sangre es, o con mieles artificiales sobre el pastel amargo de lo que es la vida: vivir y morir y para ello hay que sufrir.

Sufrir la impotencia de que los labios que añoras sean acariciados por otro. Sufrir que quien respetas te traicione. Que quien cuidas te golpee, que quien defiendas te ataque. Sufrir que cuando subes otros te quieran bajar por el mero hecho de verte abajo. Sufrir por querer y no poder. Por poder y no querer. Por desear besar la lona y descubrir que tu enemigo eres tú mismo.

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«África es para el tiempo de descuento, cuando tus pies no pueden más y tu corazón busca el sosiego del ocaso»

África te abre los ojos, de da un abrazo y una puñalada de realidad. África es para el tiempo de descuento, cuando tus pies no pueden más y tu corazón busca el sosiego del ocaso. Para los combates pesados de mucha técnica y pocos golpes. Para ir con la familia, con la suegra o con tu primo el que hace yoga. Para fumarse un puro cuando tu ropa no está sudada. Para dormir en una cama limpia sin el olor a batalla de los que batalla necesitan.

El león te matará en un sueño y el búfalo huirá por donde menos lo pensabas. Lo fácil se tornará imposible, y lo imposible será un trámite en el viaje.

Así es África. Que a voces te dice cosas y con sus silencios se las dices tú. Como el feo de la fiesta al que no puedes dejar de mirar. Como la pesadilla que temes echar de menos. Como la ruleta donde pones tu apuesta con más arrestos que probabilidad, buscando el aplauso ajeno mientras la bola aún sigue bailando… Todo o nada.

Hagan juego señores.

África indómita, por M. J. “Polvorilla”

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