Lujo para www.cazaysafaris.com, Antonio Conde Bajén se une a nuestro magnífico elenco de colaboradores con este profundo y valiente estudio: La caza como una garantía de salvaguarda medioambiental. La actual política medioambiental anticaza como forma modelo de destrozar nuestra riqueza natural, que les iremos ofreciendo por capítulos en esta misma página. Para comenzar, el preámbulo, que ya se publicó en nuestra última edición impresa de Caza y Safaris (nº 397, enero de 2018).
PREÁMBULO
Aunque hasta hace bien poco la caza era una actividad, no sólo absolutamente legal y regulada, sino incluso bien vista y envidiada, hoy día, si bien sigue siendo legal y regulada, pesa sobre ella una campaña de difamaciones y de críticas que lleva a muchos cazadores a realizarla con ocultación ante el público general. De hecho, muchos jóvenes han empezado a ocultar fotografías de su vida privada relativas a su afición cinegética por el temor a que las redes permitan su rescate y pueda perjudicarles en su futuro laboral, al existir actualmente un enorme acoso moral a esta actividad.
En un mundo absolutamente urbanita la muerte no es algo con lo que se conviva, al contrario de lo que ocurre en un mundo rural, donde no sólo se come cordero o pollo, sino que se le cría y se le mata. En ese mundo urbanita (que constituye la mayoría de la población) el ecologismo lleva realizando una campaña de adoctrinamiento en los últimos 40 años que ha dado magníficos resultados para sus intereses. Hace tan sólo 30 años nadie esperaba que el ecologismo pudiera tener tanta fuerza ni que lograra imponer sus criterios en la gestión ambiental de la manera que lo ha hecho.
Lo más sorprendente es que, siendo el actual estado de nuestro Medio Natural resultado en gran parte de los dictados ecologistas, ellos siguen sabiendo aparecer como no responsables de lo que ocurre. Es el caso más sorprendente de lobby inmaculado que conozco, porque nunca son responsables de nada. Y eso pese a que ello es el resultado de una estrategia que es muy simple; siempre están en contra de todo, por lo que la opinión pública nunca les identifica como autores intelectuales de las medidas de gestión ambiental (más bien de NO gestión ambiental) que empiezan a dominar nuestro país.
Por lo que se acaba de explicar, muchos se asombrarán de que se haga responsable a las ideas ecologistas de situación alguna; ellos son considerados como los santones del medio ambiente, el colectivo sin intereses personales cuya lucha es absolutamente desinteresada. Pero habrá que recordarles las siguientes realidades:
– Sus críticas a la gestión maderable de los bosques ha llevado a una normativa que limita enormemente o prohíbe la gestión forestal fuera de pinares de reforestación.
– Sus criterios sobre la gestión de la fauna ha llevado a la prohibición de la caza en Parques Nacionales, así como una gran limitación en los Espacios Naturales Protegidos, que constituyen la mayor parte de la extensión de las zonas de caza del país.
– Sus criterios sobre la gestión faunística ha llevado a la práctica imposibilidad de control de predadores, lo que ha determinado una atípica situación de la caza menor, que ha desparecido de sus hábitats tradicionales. Algunas especies, como el conejo, ha logrado colonizar otras zonas, lejos de sus hábitats propios.
– Su oposición a la ejecución o al mantenimiento de infraestructuras para la caza (principalmente cortaderos y caminos) viene perjudicando la actuación de extinción de incendios.
– La imposición de su particular criterio de lo que es el aprovechamiento selvícola del monte mediterráneo ha traído consigo un aumento exponencial de hectáreas quemadas.
– Su vinculación con determinados partidos políticos les ha llevado a reclamar un modelo de actuaciones de prevención de incendios basado en macroempresas públicas, donde pueden trasladar su influencia política como no podrían si se utilizase un modelo basado en la gestión privada del monte. A día de hoy, la normativa ambiental, presidida por un criterio de fiscalización previa de toda actuación rural llevada a sus máximos extremos, hace muy difícil un aprovechamiento forestal tradicional.
– Su política de ‘no actuación’ respecto de especies o masas forestales, ha conllevado la falta de regeneración de las dehesas, que tradicionalmente han exigido la renovación de las encinas o alcornoques más antiguas.
Frente a esta realidad de un sector ecologista cuyos resultados pocas veces han sido beneficiosos, paradójicamente el mundo cinegético, en vez de denunciarlo, se ha limitado a ir asumiendo prohibiciones y limitaciones e incluso a aceptar parte de los postulados ecologistas mansamente. Varias pueden ser las razones. A mi juicio la principal es que contempla cómo el resto de la población, cada vez más de acuerdo con el ecologismo, les ve mal, por lo que ha creído que era mejor asimilarse en lo posible.
Ahora bien, ¿cómo es posible ese vuelco de opinión en tan poco tiempo? Particularmente creo que el ecologismo, apoyado fuertemente por un sector político rayano en el antisistema, ha inundado los foros de opiniones particulares revestidas de formas pseudo técnicas y que cualquier intento de contestación por el mundo cinegético, resulta que este, ni crea opinión, ni tan siquiera da argumentos a los que quieren darle la razón. El mundo de la caza empieza a exigir que se le tenga en cuenta, pero es pueril en su comunicación. Ve tan obvio lo que defiende que se limita a quejarse, pero sin molestarse en argumentar o contraargumentar. Las frases de mayor profundidad son “el cazador es el primer ecologista” o “el cazador es el que más defiende a la caza”. Pero son absolutamente insuficientes por tres razones:
1.- Porque el mundo actual requiere verdaderas argumentaciones que permita a cada ciudadano decidir sobre sus ideas, o creer que ha llegado a ellas en base a criterios técnicos de calado.
2.- Porque la preocupación medioambiental no se limita a la caza. Considero que la caza es medio ambiente, pero hay que argumentarlo, porque eso no es algo obvio a quien no la conoce.
3.- Porque el simple reconocimiento como ‘ecologistas’ a los cazadores rebaja su propia postura. La explicación es clara; si alguien aspira a ser reconocido como algo que los ya reconocidos como tales niegan, se quedan en frustrados aspirantes, en mansamente sometidos al criterio examinador de quienes, paradójicamente, lo que buscan es su prohibición. Es tan simple como que los ecologistas le digan al mundo que ‘esos’ no son de su club.
Este limitado estudio busca abordar de forma global y panorámica los problemas ambientales que surgen de la admisión de los postulados ecologistas, así como intenta conformar un argumentario en defensa de la caza. Creo que, sobre todo esto último, es sustancial, porque la caza debe acabar con una postura de simple defensa a los ataques ecologistas para pasar a defender un verdadero modelo de gestión propio. No es posible una definición de lo que se es si nos limitamos a negar lo que no somos. La caza constituye un completo modelo de gestión ambiental que no empieza y acaba con el abatimiento de lapieza. Este modelo es el que debe ser defendido en su globalidad, sin poder limitarnos a defender de forma singular y aislada la acción directa de muerte. (Continuará).