Se acerca la temporada de corzos y otra vez, como todos los años, se llenarán las RRSS de imágenes de llamativos trofeos.
Bastará, sin embargo, tener un ojo algo experimentado para darse cuenta de que en una abrumadora mayoría de los casos se tratará de animales jóvenes, de tres o cuatro años a lo sumo.
La puesta de moda de la caza del corzo, que saca al campo cada fin de semana de primavera a miles de aficionados, hace hoy necesario difundir que la retirada del medio de tantos ejemplares en su momento de mayor plenitud física, resulta poco deseable para nuestras poblaciones de corzos.
El perjuicio que a la naturaleza se causa abatiendo, un año tras otro, los corzos mejor dotados y con más futuro, debería ser fácilmente comprendido por todo cazador que considere que su actuación en el campo debe regirse por criterios de gestión y sostenibilidad, y ha de guiarse por objetivos más sólidos y defendibles ante la sociedad que la obtención de los cuernos más grandes a cualquier costa.
Tenemos los españoles, además, la enorme fortuna de que, por nuestro clima (al contrario que en países más septentrionales, donde los ejemplares en regresión desarrollan habitualmente cuernas débiles y miserables), los animales de edad madura producen en muchos casos trofeos incluso más atractivos y valiosos que los corzos jóvenes.
Esos ejemplares maduros (que a partir de cinco o seis años ya han cumplido en buena medida su ciclo vital y dejado sus genes en la población) deberían ser el objetivo anhelado por todo cazador de corzos que haya alcanzado una cierta veteranía.
Para intentar que (como parte de ese «necesario cambio de rumbo» que propugno en mi libro Más cosas de corzos) se difunda esta mentalidad de respetar y dejar cumplir años a los animales con futuro, invito a todos los ‘corceros’ a sumarse esta temporada a la campaña #corzocumplido #maturebuck utilizando y difundiendo estos hashtags en sus publicaciones.