‘La berrea, un verso libre’, por Ángel Luis Casado
Anónimas voces en la oscuridad braman,
delatadas quedan, bajo la luz de la luna.
Por culpa de un harén las cuernas resuenan,
deben reunir hembras o al menos, alguna.
Empujones y berridos, polvos que el aire espesan,
hay vencedores y vencidos porque así es la lucha.
Mieles del triunfo que el victorioso ya agrupa,
y el perdedor que huye, derrotado, en silencio.
Vigilante el venado siempre debiera estar,
cualquier otro, robarle las hembras intentará.
Sin tregua ni descanso, ¡ni a comer! puede parar.
Berrea es el celo que exhausto lo dejará.
El tiempo camina, la mañana despierta con frío.
Finales de septiembre, por días, enmudece la sierra.
Cesan los desafíos y peleas, ardores y amoríos;
las hembras ya cubiertas, el ciclo…, se cierra.
Se retiran los machos, por el bosque ya perdidos,
a recuperar energías antes que asome el invierno.
La especie aseguró su futuro, la calma ha regresado.
¡Vibraron las montañas con los berridos del venado!
El rifle apaga la ronca voz que el viento extendió
por pedrizas y cuerdas, hasta el cielo, dicen, llegó.
El esfuerzo premia que el sueño (un montero) abrace.
Sobre la tierra mojada un catorce puntas…, yace.
Desde el silencio que abrazó la tarde, a poniente la cara arde.
En la soledad de una noche que vino a oscurecer al día,
el frío empujaba y la fatiga era grande; se nos hizo tarde.
Solo pensaba en ¡volver! y, con cada paso, lo escribía.