
El calor del verano aplaca el campo hasta prácticamente sumirlo en un interminable silencio. Desde el amanecer hasta que cae la tarde enmudece. Vuelvo al monte tras las vacaciones de verano y sólo se menea el viento.
Sin embargo, empiezan a resonar, como voces de taberna, ecos del monte que apagan, poco a poco, ese silencio. El reloj biológico del cervuno ha activado la berrea, que discurre entre el canto a la vida que la motiva y la negra realidad que han dibujado los devastadores incendios. Porque aquella sigue, a pesar de tanta calamidad que nos invade: virus, filomenas, danas y ahora este castigo infernal, que continúa maltratándonos.
El fuego como herramienta domado por el hombre a través del tiempo es cosa del recuerdo, prácticas olvidadas y prohibidas que han ido quedando en el limbo.
Canta el venado su canción de amor al albur del sombrío horizonte de un campo herido
La berrea se enciende, remueve la sierra en estas horas de duelo y llega como un resquicio de música otoñal. Canta el venado su canción de amor al albur del sombrío horizonte de un campo herido. Pirómanos y rayos, descuidos y abandono que, junto a la fatídica fórmula del «30 30 30», son la argamasa del destino de una inocente naturaleza que reniega de tan oscuro porvenir por la garganta de los venados, que lanzan al aire prólogos de nuevas vidas, asegurando el futuro de la especie.
Tristemente, no se verá la berrea en las aún humeantes sierras calcinadas de una España que habrá de virar para no quedar convertida, más pronto que tarde, en un enorme cenicero.
A lomos del tiempo, que no se detiene, nuestras emociones basculan entre el luto por lo perdido y lo que habrá de venir, de nacer. Me agarro al clavo ardiendo de la brama del ciervo porque quiero pensar que todo vuelve a la normalidad, que, poco a poco, volverán las casas y las cosas perdidas a su sitio, adonde siempre estuvieron. Espero ver renacer el bosque desaparecido, como también la esperanza en nuestros corazones, por muy negro que haya quedado pintado el paisaje, por muy lejano que pueda parecer.
Ecos del monte. Una voz de esperanza entre tanta ceniza.
Ecos del monte; texto: Ángel Luis Casado Molina
www.librosdecaza.es / info@librosdecaza.es
Fotografías de venados: Ángel Luis Casado Molina y Adolfo Sanz Rueda /
Fotografías de incendios: Rubén Báez Agudo

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