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El 3 de Las Gomas; por Carlos Casilda

Las Gomas jabalíes
El 3 de Las Gomas.

Habíamos acudido a aquella cita simplemente para pasar una divertida jornada de caza junto a buenos amigos. 

El objetivo era simplemente disfrutar del campo en un día cualquiera, digamos un miércoles o jueves, disfrutando uno de las vacaciones y otro de la jubilación.

Compartiría puesto con mi padre en esta mancha de Los Lirios que con tanto mimo el amigo Abraham nos prepara temporada tras temporada.

Era la segunda montería, por lo que aquello era toda una incógnita.

El Bar Macarro de San Silvestre de Guzmán nos acogía a los asistentes con un cafecito mientras Abraham, manojo de nervios, terminaba de preparar el sorteo.

Indicaciones de Abraham, máximo responsable de Monterías Fernández, antes del sorteo.

 

Muy atento al sorteo

Mientras mi padre alternaba impresiones con el resto de participantes, uno, que ya es perro viejo en esto de las monterías y los sorteos, se preparó en primera línea de la mesa, con la excusa de la cámara de fotos, para de esta manera seguir atentamente todo lo que fuese aconteciendo en el sorteo, sobre todo en casos como éste, en el que todos los puestos están colocados encima de la mesa.

La estrategia es sencilla, mientras el resto del personal se dedica a bromas jocosas y comentarios sobre las suertes, yo voy observando detenidamente de dónde extrae la papeleta y si es cierre o traviesa.

Sensaciones de Carlos Casilda al llegar al 3 de Las Gomas.

 

El 3 del cierre de Las Gomas

El cierre de Las Gomas lo colocaba el guarda de la finca. En esos casos suelo deducir y con poco margen de error, que no suele ser mala armada. Con lo cual iba siguiendo el sorteo con la intención de adivinar por qué zona de la mesa estaba colocada.

Poco a poco fueron nombrando a todos los asistentes y tenía casi ubicada la zona por donde andaban las papeletas de Las Gomas.

Solamente faltaba que me nombrasen a mí para probar suertes. Pero la lista corría y corría y no llegaba mi momento.

Sin prisa pero sin pausa fueron recogiendo números hasta que solamente quedaba una papeleta encima de la mesa, fui, como suele pasar en algunas ocasiones, el último en sortear y, mira tu por dónde, que fui a caer en la dichosa armada que me gustaba. Al 3 para ser exactos. Hay que decir que el guarda llevaba el 5.

Las Gomas jabalíes

Aquello me estaba gustando muy mucho

La salida de las armadas fue ordenada, y casi sin darnos cuenta estábamos aparcando el coche sin salirnos mucho del camino, porque debido a las intensas lluvias aquello estaba literalmente embarbascado de agua.

El 1 quedó a escasos metros y a la voz de «¡suerte!» nos despedíamos para continuar hacia nuestro destino.

Entre el 1 y el 2, pude ver en la vereda por la qué íbamos la huella de un buen marrano que tenía hierba retoñecida en su interior y se estaba levantando, lo que me indicaba que el cochino acababa de pasar.

Un poco más abajo entre el 2 y mi postura, una baña tenía su interior revuelto.

Aquello me estaba gustando muy mucho, lo que hice saber a mi padre en cuanto nos dejó el postor en el tres.

Nuestro postor jugaba el primer lance cuando aún no había cargado el rifle

No había cargado aún el rifle, cuando nuestro postor, subido a una improvisada torreta, jugaba el primer lance con una pelota de reses que intentaba coger «las de Villadiego» más pronto que tarde.

Algunas reses transitaron inquietas por el testero de enfrente, pero había decidido no disparar porque intuía la proximidad del encame de los jabalíes, de esta manera, no delataría mi posición.

Fue nada más soltar cuando acudieron un par de podencos del amigo portugués Venancio.

¡Qué maravilla de canes!, ¡cómo le pegan a los jabatos!

No tardaron en dar con el rastro y con el encame, produciendo las primeras carreras.

Poco tardó en jugar su primer lance Alonso padre, que tenía junto a su hijo Alonso también el número 4 de mi armada, quedándose con una tremenda jabalina.

Los perros mordieron un poco y volvieron a la carga.

Las Gomas jabalíes

Un disparo del 2 cortó la ladra

Fue llegar a una ‘encinorra’ enorme que había en mitad de la mancha y encenderse una nueva ladra esta vez en mi dirección, me preparé para cortar la huida al marrano aquel que pude ver en un trasluzón, e intuyendo su dirección esperé en un pequeño claro entre las jaras, donde probé suerte, el jabalí siguió un poco más alto para posteriormente meterse en una enorme fila de zarzales.

Un disparo del 2 cortó la ladra, por lo que intuí que se había quedado con él.

Los perros volvían sobre sus pasos, bebieron en el arroyo y continuaron de nuevo a la espesura.

Un lance perfecto

De nuevo dieron de parado con otro cochino y poco tardó en emprender la huida, de nuevo los mismos pasos que el anterior pero ésta vez le tocaba el turno a mi padre.

Atentos seguíamos la ladra y pudimos ver cómo el jabalí a su paso tumbaba las jaras, así que lo esperó en el corte del arroyo.

En esta ocasión apareció unos cincuenta metros más bajo que el anterior y de certero disparo se quedó con él, un lance perfecto.

Había que recurrir al maestro para ver cómo había que finalizar una maravillosa ladra.

¡Qué gusto dejar cumplir la caza y cortarle la carrera a un cochino encendido por la ladra de los podencos!

¡Qué montería estaban haciendo estos canes!, y ellos solitos.

 

Rápidamente acerrojé para irme con él y apretarle justo cuando se tapaba

La montería fue transcurriendo y ahora volvía a tener lance Alonso hijo sobre dos jabalíes, quedándose con el más grande.

El otro emprendía la huida en mi dirección, lo intuía por el movimiento del monte y al igual que mi padre esperé su aparición en el corte del arroyo, donde le solté el primer disparo sin éxito

¡Cagüen!… Cuando no se tiene el día no se tiene.

Rápidamente acerrojé para irme con él y apretarle justo cuando se tapaba.

La salve fue certera, dado el movimiento continuo de las jaras en el mismo punto.

No nos lo pudieron certificar los perros porque se habían detenido a morder el primero de sus perseguidos.

¡Qué grande es Venancio! Sus perros cazan, pero es que él no se les queda atrás

El amigo Venancio venía escudriñando la mancha de encame en encame. A todos los lugares donde sus perros habían sacado caza fue asomándose con únicamente dos alanos que lo acompañaban.

Al llegar a mi postura le indiqué que se asomara al último y allí estaba muerto, una cochina me indicaba, y posteriormente le dije dónde disparé sobre el primero y allí acudió con los dos alanos, marcándome el lugar donde había encontrado sangre.

Agradeciéndole el gesto estaba, cuando me dijo que me preparase, que le iba a dar la vuelta a una torreta que había y que después me iba a levantar algún guarro.

¡Qué grande es éste tío! Sus perros cazan, pero es que él no se les queda atrás.

Estábamos disfrutando de uno de esos días que se quedarán grabados en la memoria para siempre

Dicho y hecho, entrar aquel hombre en la zona y levantar los alanos un par de jabalíes.

Muy largos intentamos jugar lance con ellos pero rotundamente sin posibilidad de éxito, pero había que intentarlo por el esfuerzo del hombre aquel.

Estábamos disfrutando de una montería de ida y vuelta. De uno de esos días que se quedarán grabados en la memoria para siempre.

Según iba recuperando perros el perrero aquel, iba sacando jabalíes, era increíble. Los disparos no se dejaban de suceder.

Las Gomas jabalíes
El 3 de Las Gomas, un puesto formidable y bien aprovechado por los Casilda.

«¡Corre, ve por el rifle!»

Las voces fueron dejando de escucharse, pero no las ladras y aquello parecía ya extinguido, cuando decidimos bajarnos a sacarnos unas fotos junto a los dos más próximos al puesto, para luego buscar el que dio sangre.

De repente, una ladra comienza a escucharse en nuestra dirección mientras sacábamos las fotos. Cada vez más cerca, cada vez más próxima, cuando mi padre me indicó: «¡Corre, ve por el rifle!».

Lo habíamos dejado apoyado en la silla, los treinta o cuarenta metros que había se me hicieron eternos hasta que llegué al arma, fatigado esperé acontecimientos hasta que salió un jabalí de unos quince kilos sobre el que no quise jugar lance, cortando la ladra a los dos perros que lo traían.

Ahora sí, pude bajar a sacarme las fotos tranquilamente, pero esta vez rifle en mano.

Esperé según su dirección que apareciese junto al arroyo y allí le solté una salve

No quedó ahí la cosa. En esas estábamos, cuando los mismos perros volviendo a la voz del perrero se toparon con otro jabalí que venía también en nuestra dirección.

Esta vez junto a mi padre y los dos jabalíes abatidos esperaba acontecimientos y en un trasluzón lo pude ver. 

Esperé según su dirección que apareciese junto al arroyo y allí le solté una salve.

Poco tardaron en aparecer los perrillos y meterse en el zarzal detrás del jabato, y allí lo estuvieron mordiendo.

Ante tal asunto decidí entrar al zarzal para localizar su posición e intentar sacarlo. Y así fue.

Me metí como pude por la gatera y fui siguiendo la pista por dentro de la caja del arroyo, hasta que di con él

De nuevo unas fotos con el jabalí y ya con el sonido del tractor viniendo a retirarnos, me acerqué a pistear el primero.

La sangre se seguía muy bien hasta la boca de un inmenso zarzal.

Allí que me metí como pude por la gatera y fui siguiendo la pista por dentro de la caja del arroyo, hasta que di con él.

Estaba en una zona totalmente aplastada e inaccesible, así que se lo dije al amigo Sebastián cuando llegó y con la pala del tractor, levantando el zarzal lo consiguió sacar junto al resto de postores cuando fueron a recoger los jabalíes.

Las Gomas jabalíes

Caza pura, caza de verdad, caza, de la de antes, caza

No había catering, por lo que el sabor fue totalmente de antaño. Una montería de esas que nunca olvidarás.

La cara de los amigos era digna de ver.

La satisfacción de los allí presentes por haber vivido un monterión en mayúsculas con un sabor a caza pura, caza de verdad, caza, de la de antes, caza, que tristemente muchos hoy día ya no conocerán.

El 3 de Las Gomas; texto, fotografías y vídeos: Carlos Casilda Sánchez

 

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