Las batidas de jabalí con perros de rastro quizás sean el mejor ejemplo de lo que significa la caza como actividad social.
Desde el decano hasta el novel, pasando por los hombres y mujeres que entran al monte con sus perros y los que aguardamos en el puesto la oportunidad de revolcarle los tocinos a un buen jabalí, todos hacemos cuadrilla. Otro buen ejemplo de que el grupo consigue más de lo que se logra por separado.
«Es de bien nacidos…»
El ambiente de la batida se distingue por acoger al recién llegado y darle la oportunidad de integrarse en la partida, cuya ayuda, incluso, va más allá de lo necesario, sin esperar nada a cambio, aunque nunca amarga la recíproca respuesta. Nos lo recuerda hasta el refranero: «Es de bien nacidos…».
Hasta llegar al sorteo de las posturas y la posterior salida al monte se convive
Con el café mañanero cuajan las primeras conversaciones, las primeras bromas del día y se rememoran lances pasados con final feliz sin que falten soberanas chifladas. Hasta llegar al sorteo de las posturas y la posterior salida al monte se convive, reafirmando lo colectivo de nuestra actividad.
Me apena ver, a esas tempranas horas, a un niño entretenido con el móvil y el videojuego de turno, ajeno a una parte tan importante de lo que significa ir de caza, perdiendo una inmejorable ocasión de ir conociendo los prolegómenos de la jornada y, más aún, de relacionarse con los demás.
Como el de San Fernando, un ratito a pie y otro caminando
Salimos hacia los puestos y hay que prever la dureza del medio y los difíciles accesos. A estas alturas los caminos de montaña andan casi intransitables, requiriendo de vehículo todoterreno y de cierta pericia para maniobrar por ellos. El barro, hielo, nieve y las bajas temperaturas nos acompañarán durante buena parte de la temporada, estamos expuestos a la dura climatología norteña. No hay que olvidarlo.
Y, como en coche solo se llega a algunos puntos, tocará rematar con el de San Fernando que, como bien saben, va un ratito a pie y otro caminando. Hay que advertir antes del sorteo que la condición física puede ser un problema para alcanzar ciertas posturas, porque las hay muy exigentes. Tanto que no resulta difícil llegar a compartirla con rebecos.
Recompensa inmediata
La recompensa no se hace esperar. Saborear los paisajes de la alta montaña, las espectaculares panorámicas con vistas únicas. Respirar el otoño desde el interior de los bosques. Sentir y sufrir el crudo invierno que, en ocasiones, también es generoso, regalando días soleados para guardar en el recuerdo. Un lujo que debemos apreciar.
Frecuente avistamiento durante las batidas de lobos y osos
La real expansión de lobos y osos hace frecuente su avistamiento durante las batidas, confiriendo a estas, un rango de caza pura y salvaje difícil de encontrar por otros lares del país. Al tiempo, añade una dosis extra de responsabilidad y de preocupación al cazador en intentar evitar posibles accidentes. Sobre todo con el oso, al que es demasiado fácil confundir con un jabalí, según en qué situaciones.
Durante unas jornadas celebradas en Palencia sobre el plantígrado, se expusieron a los asistentes varias fotografías para comprobar si eran capaces de identificar las mismas con osos o jabalíes dándose casos en los que, aun siendo profesionales, no acertaron en la respuesta. Añadan ahora una buena subida de adrenalina y sobradas ganas de cobrar un buen jabalí y verán lo arriesgado de disparar sin tener 100 % certeza sobre lo que se tira.
Aquí la paciencia cotiza alto
La emisora, que todos llevamos, supone, como primera ventaja, que nadie se sienta aislado y fuera de la cacería, permitiendo participar si algo importante ocurre a tu alrededor. Estén los perros en zona próxima o no, porque cualquier levante, por lejano que se produzca, en poco tiempo, te puede convertir en protagonista del deseado lance. Aquí la paciencia cotiza alto y diría que es hasta requisito indispensable.
Los largos silencios
Largos silencios enmudecen el transcurso de las cacerías, bien porque los perros se hayan salido de la mancha, quizás persiguiendo a una especie equivocada o tras el rastro de algún jabalí que no fue abatido, dejando la mano sin canes, imposibilitando continuar la cacería. Cuando ocurre, toca esperar para recuperarlos y eso puede llevar tiempo.
La dulce espera
Pero, ¡qué significa esperar para quien anhela la oportunidad de jugarse el lance de su vida con ese solitario que disputa el lugar a los mismísimos lobos! ¡Ese valiente que vive, no sé si confiado, pero sin duda, sobrado de argumentos en forma de navajas, que le convierten en amo y señor de la plaza! ¡Ese viejo jabalí que habrá vivido mil y una batallas, culpable de los desvelos de cualquier aficionado!
De las obligaciones en las batidas
La experiencia de cazar en batida es intensa, porque, lo crean o no, te comprometes participando con alguna que otra obligación. Por ejemplo, no abandonar el puesto hasta que los monteros (les recuerdo que son quienes entran al monte con sus perros) hayan cogido o controlado a todos los perros y se haya dado la orden de recoger y eso, en innumerables días, sucede tras pasar un buen número de horas en la postura, como decía.
Inexcusable también es sacar el jabalí abatido del monte, sea tuyo o de otro compañero, y ello obliga a ayudar, a colaborar con los demás. Al esfuerzo de tirar del animal, de sacarlo hasta el camino más próximo (no hay arrieros y las pechadas, a veces, son mayúsculas), hay que añadir el de tener que regresar quizá cargados con ¡varios jabalíes! En las reservas de caza pueden llegar a ser ¡kilómetros! y no de caminos, precisamente.
Con la caza en casa: en la cocina se cierra el círculo
Llevar la pieza cazada a casa culmina la experiencia. Quitarle el traje, destazar y preparar la carne para el consumo serán el colofón, la guinda a lo que entendemos como cazar, en su máxima expresión. Mancharse las manos, gesto nimio en apariencia, aumenta la percepción de haber vivido una completa jornada de caza, se lo aseguro.
El círculo se cierra en la cocina y, cómo no, contemplando estas sartas colgadas en las varas que muestra la fotografía de nuestro buen amigo, Gelo.
El espíritu de las batidas
El espíritu de las batidas anida en la gente que participa en ellas, en la humildad de la cacería que, sin embargo, no ignora el progreso de armas, costumbres… ni de los tiempos. Gente capaz de leer las huellas, de interpretar si entran o salen los animales de la mancha, de entender el terreno y las querencias con verdadero oficio. Gente de horquilla y rastrojeras, sí, pero que no reniega de las bondades de la ropa y el calzado de calidad, que aquí se torna en pragmatismo la elegancia exhibida en otro tipo de cacerías.
Gente que sabe guiar a sus perros de rastro, traílla en mano, por rincones, no ya difíciles, sino impenetrables en muchas ocasiones. Que tira de facultades físicas para alcanzar lugares verdaderamente exigentes, transitando abruptas montañas y apretados montes, con increíble solvencia. Gente que no presume de realizar disparos que para sí quisiéramos hacer muchos. Gente que felicita al compañero si ha sido afortunado. Gente…
Son algunos entresijos de la batida con perros de rastro en el norte peninsular.
El lugar donde los sueños, hay días, que se convierten en realidad.
Entresijos de las batidas al jabalí, texto y fotografías de Ángel Luis Casado Molina
www.librosdecaza.es / [email protected]