Crecí escuchando que ‘la ropa sucia’ se lavaba siempre en casa así que acomódense y, el último, que cierre la puerta.
En una montería social
He asistido recientemente a una montería social, de las del pueblo para los del pueblo, ya que no se vende puesto alguno. La sociedad lleva constituida desde los ochenta (a mediados, si no recuerdo mal), hace unos cuarenta años. En la cacería anual que se celebra, durante bastantes años los socios estuvimos sacando la caza del monte, contando con la inestimable ayuda de las bestias para la armada de La Cuerda por su complicado acceso. Añado que esta manera de llevarlo a cabo tampoco satisfacía a todos.
En ese esfuerzo compartido de sacar un animal del monte, nos rozamos unos con otros, sean o no de tu cuerda, y eso ayuda a socializar
El paso del tiempo nos fue sustituyendo paulatinamente por mulas y coches con remolque (que también cuestan dinero, lógicamente). Y adonde quiero ir a parar es que, con un pequeño esfuerzo de cada uno, los ocho jabalíes que se abatieron en esta última cacería, bien se podrían haber sacado del monte a los remolques entre los 66 puestos que cerramos la mancha ¡porque ya lo habíamos hecho años atrás! Pero los tiempos son otros y parece que ya no estamos para tirar de la pata. Lo peor, además de encarecer la fiesta, es que los jóvenes no han visto ni han conocido otra cosa que no sea salir de la sierra con las manos en los bolsillos y, claro, así nos va.
Hacemos lo que los ricos, aunque es evidente que no lo somos y, luego, nos quejamos. Y es que la Sociedad anda canina (en lo económico, como el país) pero contrata servicios que se podrían hacer entre todos, máxime cuando se conocía de antemano que la mancha andaba floja ¡No señalo a nadie! Somos lo que somos y estamos donde estamos por nuestras decisiones y por esos gestos de los que les hablaba. Y no dejo de señalar, además, que, en ese esfuerzo compartido de sacar un animal del monte, nos rozamos unos con otros, sean o no de tu cuerda, y eso ayuda, digo, a socializar por unos instantes al menos, con quienes de otro modo igual no cambiarías, quizás, algo más que un simple «buenos días».
¿No creen que hay acciones que encierran un trasfondo que a veces no adivinamos? Seguramente, tras ese pequeño contacto podamos reducir diferencias o la mala impresión que pudiéramos tener del prójimo. Son detalles que a veces pueden servir para limar asperezas.
La amenaza es cierta y no se arregla cerrando los ojos
En este pequeño ejemplo que les acabo de contar cabe cualquier cosa, incluso, los grandes números y no piensen que ando pegando tiros al aire, no. Se lo explico.
Se adivina la cuesta de enero en la yema de los dedos rebuscando la calderilla por el fondo de los bolsillos. Si les parece exagerado díganle al IPC que frene su escalada, porque en la cima de los precios no está la cumbre sino el abismo, que nos está desollando vivos, poco a poco. Combustibles, gas, electricidad y alimentación ponen los ahorros fuera de la mano (que bien conocemos lo que significa cuando estamos cazando). De colofón, el billón y medio de deuda que acaba de registrar el Banco de España, que no es dudoso y sí bastante certero, tanto en las previsiones, como en las cifras que aporta.
No tengamos ninguna duda de que este hueso se nos va a atragantar, entre otras razones porque no hay intención de contener el gasto que sigue hinchando la cifra. Solo falta que alguien prenda la mecha negándose a comprar deuda española para que suframos en nuestras carnes el peso real del problema. No lo tomen con frivolidad porque la amenaza es cierta y no se arregla cerrando los ojos o siendo felices mientras nos invitan a licencias, a transportes públicos o subiendo pensiones a un ritmo del 8,5% con dinero prestado.
El Estado tiene hoy –cuando la informática e internet han reducido teóricamente el peso en la gestión de los trámites– un millón de asalariados públicos más que en 2002 y nos encontramos con la peor respuesta obtenida nunca de la Administración, que, por dejar de hacer, hasta ha dejado de responder a los requerimientos.
Si cada uno de nosotros, en vez de arrimar el hombro miramos para otro lado…, tenemos lo que tenemos
Al final, cada sociedad de cazadores, de amas de casa, comunidad de vecinos, cada pueblo o cada país es lo que es por la suma de lo que hacemos todos. Y, si cada uno de nosotros, en vez de arrimar el hombro miramos para otro lado…, tenemos lo que tenemos.
Falta sensatez, sentido común, capacidad de gestión, de escuchar al prójimo… Nos sobra política que ha invadido y contaminado todo, haciendo imposible que fluya una conversación tranquila en familia o con amigos para resolver problemas, superar dificultades y seguir mejorando.
Si la actitud y el ánimo son positivos lavar la ropa es algo necesario, pero desde el compromiso y la responsabilidad
Perder el tiempo en temas de Perogrullo, estériles, como el de si los mastines deben o no seguir guardando los rebaños día y noche, es dar pasos atrás, entre otras razones porque si no nos sirven para su cometido perderán su razón de ser y quedarán como testimonio de una raza que lo fue (en los pisos de la ciudad no hay sitio suficiente para ellos y tienen la mala costumbre de comer a diario y no poco).
Debemos centrarnos en lo importante y no en lo que la clase política quiera que andemos. Hay que dejar de ser ovejas y recuperar la libertad y capacidad de pensar que nos van restando en silencio, porque es y será vital para seguir avanzando.
Si la actitud y el ánimo son positivos lavar la ropa es algo necesario, pero desde el compromiso y la responsabilidad, que son el único camino que no ha de admitir discusión.
Dejemos de ser marionetas. ¿Acaso no vemos los hilos?
Por Ángel Luis Casado Molina
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