Cuenta un vecino del occidente asturiano en La Voz de Asturias (30.01.22) con narración mayúscula e impecable que, a una vecina suya, el lobo le quitó el perro mientras recogía la ropa delante de sus propias narices y las de sus dos hijos pequeños. Me gustaría saber lo que les dicen ahora en el colegio a los críos porque si los maestros siguen al pie de la letra los libros de texto, les están enseñando que el lobo es vegetariano y solo se alimenta de lechugas, zanahorias, manzanas y tomates. Se me ocurre que por el Levante se pueden ir preparando a recibir los 2700 lobos veganos (que dice el último censo habitan en nuestro país). Si en Asturias hay 38 manadas, calculen la que pueden ir armando como se piquen en la huerta las 300 aproximadamente que tenemos por el territorio.
¡Qué lástima! En peligro
Las mentiras tienen las patas muy cortas
Como las mentiras tienen las patas muy cortas, el tiempo ha querido, más pronto que tarde, dar un baño de realidad a estos pobres inocentes y me lleva a preguntarme, cuando vayan alcanzando la madurez suficiente para analizar o cuestionarse las cosas por ellos mismos, ¿qué pensarán, que la sociedad en la que han crecido y creído les ha estado engañando? ¿De verdad creerán en el Ministerio de Incultura (ese que hace que no sea necesario presentarse al examen para aprobar la asignatura o que da igual lo que suspendas porque vas a pasar de curso) que no acabarán dándose cuenta del engaño?
Al mismo tiempo y bajo el paraguas de la ley que entró en vigor el pasado septiembre, todos y cada uno de los ataques que se vienen produciendo no tienen compensación económica alguna para el ganadero porque aún no existe dotación presupuestaria para este fin. Primero les jodo la vida a esta gente y luego ya iremos pagando…, si eso, que diría Mota. Vamos bien, ¿verdad? Pues sigamos.
La especie que está en peligro de extinción es el hombre
Hay que poner sobre la mesa (para abordar con garantías el problema) a la verdadera especie que está en peligro real de extinción y que no es otra que el hombre. Y, así pues, habrá que tomar medidas que lo ayuden, que lo protejan, a no ser que lo que se persiga realmente (que lo parece) sea que desaparezca de determinados escenarios. Si esto se produjese, cosa que no está muy lejos en ciertas comarcas, ¿a quién beneficiaría? ¿Somos capaces de imaginar territorios sin vida humana en ellos? ¿Qué creen que sucedería? ¿Disminuirían el número de especies que las habitan? ¿Aumentarían?
Demasiadas incógnitas que seguramente tendrán más de una respuesta, pero, sea cual fueren estas, si se anteponen los derechos de los animales a los del hombre, este tendrá los días contados en esas áreas (que cada vez son más extensas por la imparable expansión del cánido). La desaparición de la especie humana parece incuestionable en los citados territorios.
Desde el confort de la moqueta es fácil opinar
Vivir entre lobos no es muy divertido y me refiero a pasarte la vida entre ellos los 365 días del año, no a observarlos con el teleobjetivo a centenares de metros y con el coche aparcado a la espalda. Vivir entre lobos es sentir que te acompaña su sombra cada vez que te mueves fuera de tus cuatro paredes. Es oír sus aullidos penetrantes como el frío, en el silencio oscuro de la noche que te recorre el cuerpo entero de arriba abajo.
A algunos me gustaría dejarlos solos en el monte para que supieran lo que es caminar echando la vista atrás a cada paso mientras oscurece y el destino parece no llegar nunca. Algunos merecerían ver a su mascota entre los dientes del lobo como si fuera una pelota de trapo (y lo siento por la mascota) pero es que no son pocos los que han perdido a las suyas cazando, paseando con ellas o teniéndolas en la perrera. Algunos deberían vivir esa experiencia para que les haga recapacitar y pensar que por qué no podrían ser ellos mismos los siguientes. Tiempo al tiempo. Recuerdo aquel animalista que llamó al Ayuntamiento de su localidad para que hicieran algo con los jabalíes porque le estaban destrozando el huerto, ¡se puede ser más hipócrita y caradura!
Desde el confort de la moqueta es fácil opinar y hasta sentenciar la vida ajena. Ese confort parece estimular únicamente la ignorancia. ¿O es que la política debe contaminarlo todo? ¿Acaso hemos perdido el sentido común?
Viven a costa del lobo y no quieren que se acabe el cuento mientras los demás lo tienen que sufrir
No tengan la menor duda de que no quieren más a los lobos que nosotros. La diferencia está en que ellos, muchos de ellos, viven a costa del lobo y no quieren que se acabe el cuento mientras los demás lo tienen que sufrir. Es esa la principal diferencia y no es pequeña.
Con la frialdad que gastan los desahogados, le dan la vuelta a la realidad y lo que es blanco nos lo presentan negro, sin ponerse colorados siquiera. Mienten a sabiendas. El lobo no requiere un estatus diferente de protección. Al contrario, requiere de continuo control poblacional al sur del Duero también. Y estamos en que ni al norte ni al sur gracias a todos aquellos que no verán en la vida ni sus huellas sobre el barro… y acordándome estoy de las Comunidades Autónomas que votaron interesadamente en su protección. Esta clase política de corta y pega, carnavalera, que quiere seguir disfrutando de las prebendas del erario a costa de sangrar a impuestos a la población, pero ajena a sus necesidades…
Muy mal arreglo para la España deshabitada
La España deshabitada tiene muy mal arreglo, pero, si, además, los estímulos van en dirección contraria, ¿quién va a querer vivir en ella? Y los que ahora lo hacen, ¿cuánto tiempo más aguantarán?
Por favor, dejen ya de mentir, de adoctrinar a nuestros hijos y de engañar e intenten conocer de verdad la España rural, esa que no pisan salvo para conseguir una foto.
En este cuento el único que corre verdadero peligro de extinción es el hombre.
¡No se hagan líos!
