Caza Mayor Con la caza a cuestas Relatos

De batidas con perros de rastro. Por Ángel Luis Casado

con perros Caza
De batidas con perros de rastro…

Fin de semana en la montaña palentina y, de camino, voy atravesando la vieja meseta que presenta el mismo rostro que en verano, solo que andamos ya con el otoño (dice el calendario) metido hasta las trancas. Como no llueva, ni sembrar los campos se va a poder.

Voy a echar un par de días de batida tras el jabalí con la ayuda principal de gascuñas, grifones y sabuesos, siempre traílla en mano de los monteros, dueños e inseparables compañeros de fatigas.

Ilusión, sobran alicientes con perros

Caen los kilómetros con la ilusión de encontrarme con alguno de los grandes machos solitarios de jabalí; de volver a ver al lobo, aunque ahora campee al abrigo del LESPRE, convertido en figura de ver, pero no tocar mientras él se aprovecha de lo «suyo» y de lo ajeno… Y, del todo, en su conjunto, también de los más bellos paisajes; donde practicar la caza libre y salvaje impone la ayuda del compañero sobre el «yo a lo mío»; allí donde el esfuerzo físico aún sigue siendo necesario para llegar hasta las posturas; donde la soledad de la misma obliga a estar atento a todo lo que acontezca a tu alrededor porque, de lo que ocurra en la cacería, te mantendrás informado gracias a la ineludible ayuda de la emisora.

Como ven, sobran alicientes para seguir acudiendo y añado la acogida que me dieron sus gentes que siempre me hicieron sentir parte de la cuadrilla.

Cazar no es matar con perros

En la primera jornada de caza llega a resultar difícil tomar café. En el entorno rural hay que concertar con algún bar de los pueblos cercanos que nos abran para conseguirlo. La falta de población (de clientes, en definitiva) no ayuda. Los pueblos, fuera de fechas señaladas, puentes, días festivos o del verano, quedan envueltos de silencio y melancolía.

Cazamos el sábado con temperaturas fuera de lo normal (por altas) y veces hubo en las que el calor empujaba a buscar la escasa sombra que el puesto tenía. ¡Ni perros vi! y eso que la jornada no fue corta precisamente. Desde las 10 aproximadamente hasta las 15:30 que dieron la orden por la emisora de recoger; un jabalí cobramos entre unas 25-30 escopetas. Aun así, le tocó a nuestro amigo y veterinario Juan asistir a un par de perros que sufrieron el envite de los cochinos; y es que no hay día sin riesgo para los canes.

A las 5 de la tarde estábamos dando cuenta de un rico cocido digno del mejor de los restaurantes en un más que humilde local, donde los mejores ingredientes siguen siendo la buena mano y el cariño en hacer las cosas bien (bar Pitusa, en Perazancas). La charla tras el café remató un buen día de caza que, aunque pobre en resultados, confirma aquello (que suscribo) de «cazar no es matar» (venare non est occidere).

Primero los animales, después las personas

El domingo amaneció más o menos en calma tras una noche de viento desatado. Algo nublado, pero con grados de más para estar en plena montaña. En Cervera de Pisuerga pudimos tomar café y llevar a cabo el sorteo de la mancha que cazaríamos en la Reserva Regional de Caza de Fuentes Carrionas. Tras las advertencias de extremar la seguridad… ¡con las especies no cinegéticas! (primero los animales, el oso, principalmente, después las personas, quedando claro los tiempos que corren) nos pusimos en camino hacia el cazadero.

Entre brezos, pinos, robles y hayas anduvimos, junto a retamas y espinos por la zona más baja, rematando, en pálidos prados.

Y fue el aviso de uno de los monteros al agente medioambiental de que andaba el oso dentro de la mancha…

Tras sudar ascendiendo el hayedo, el viento y la sombra hicieron que echara de menos el sol del día anterior. Marcaba el reloj las 10:30 y ya andaba con el rifle presto entre las manos tras llegar hasta allí, como se ha hecho toda la vida, andando. Aunque alto quedé -en el puesto que me marcó Raúl– otros aún debían seguir subiendo. Y casi no terminaron de llegar cuando ya andaban los jabalíes dando las primeras oportunidades a los compañeros. Entretenida se presentaba la jornada. Y fue el aviso de uno de los monteros al agente medioambiental de que andaba el oso dentro de la mancha lo que hizo que se parara el curso de la batida, advirtiéndonos este, que hasta que no saliera el animal, no podríamos continuar. Decidí dejar el rifle sobre el tronco de un haya, pero sin alejarlo demasiado de la mano, no fuera que pudiera necesitarlo. Recuerdo el consejo de un buen amigo cuando en mis inicios, preocupado, le pregunté qué hacer si alguna vez me viera en una situación comprometida con el oso, respondiéndome «es mejor ir al entierro del oso que al tuyo», desapareciendo en instante todas mis dudas.

Me dio por coger la cámara de fotos cuando solté el rifle…

El caso es que me dio por coger la cámara de fotos cuando solté el rifle porque por mis pensamientos cruzó la idea de… no vaya a ser que me toque a mí…, y en ello andaba cuando, en un visto y no visto, lo sentí y vi cruzar a menos de quince metros del puesto, con veloz carrera y la boca abierta por el esfuerzo, esfumándose de la mancha en menos tiempo del que me hubiera gustado ya que no llegue ni a intentar levantar la cámara para sacarle alguna fotografía. En mi retina quedó grabado y espero que en la memoria perdure. Al finalizar la cacería otro compañero más (Juan Luis) que estaba en el extremo opuesto al mío, también recibió la visita del oso. En este caso con un collar blanco dibujado en el pelo que disipaba cualquier atisbo de duda sobre que pudiera ser el mismo ejemplar que yo vi.

Mucho y bueno tenemos en España, no dejemos de cuidarlo

La caza depara al cazador, en parajes como este, momentos únicos, espectaculares, muy emocionantes. Mucho y bueno tenemos en España, no dejemos de cuidarlo.

Fueron horas sin tregua para perros y monteros que quedaron exhaustos tras echar jabalíes durante prácticamente toda la jornada. Y como no quedaba fuelle para más, por la emisora nos llegó el aviso de ir recogiendo. Cinco logramos, resarciéndose la cuadrilla de roscos de temporadas anteriores.

Felices y contentos dejamos el monte, como puede verse en la placa, testimonio de otra buena jornada de caza.

con perros Caza

Las habrá mejores, sin duda, pero también lo contrario y si andábamos satisfechos… ¡qué más se puede pedir!

¡Salud y buena caza!

Por Ángel Luis Casado Molina

www.librosdecaza.es / [email protected]

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