Recogidos los pasos, guardados los tambores, capas y capiruchos quedan en la calle las trompetas aireando quejidos lastimeros por nuestra afición. La política, de escasa clase, nos lleva por un camino que sabemos no tiene salida, pero como a ignorantes ovejas nos quieren guiar y eso que no se vislumbra otra escapatoria que la rampa ascendente del camión, rumbo al matadero. Destino inevitable de un país anestesiado por las fanáticas ideas de quien le pastorea. Pensará lo de “muerto el perro, se acabó la rabia”. Y por ahí parece que vamos.
Hay que seguir alzando la voz
Puede parecer inútil seguir peleando y sin embargo es más necesario que nunca. Vistos los resultados recogidos tras la manifestación del pasado 20 de marzo no podemos negar que hay que seguir alzando la voz. Que no hemos terminado porque esto no ha hecho más que empezar. Y que de los políticos no podemos fiarnos. Tenemos 17 presidentes de gobiernos regionales y alguno debería haber recogido en voz alta nuestro clamor y no ir por ahí susurrándolo tímidamente por las esquinas. No querrán que… ¿los tachen de todo lo que a nosotros nos llaman?, ¿que los etiqueten igual que a nosotros?
En el trilerismo del que manda lo mismo ‘invita’ a licencias de caza con una mano (aquí les pido que reflexionen sobre por qué no hemos de pagar la licencia los que practicamos la caza. Si han de bajar el precio que lo hagan, pero nadie ha de pagar los caprichos de otros (y aplíquese a cualquier otro tema) que con la otra (mano) nos quiere montar un Parque Nacional (Parque Natural del Alto Tajo). Dice el refrán que “ningún perro lamiendo engorda” (pero se entretiene, contestaba el otro). Para valorar las consecuencias echen un vistazo a Cabañeros, Monfragüe o Guadarrama.
Mal vamos si creemos en las buenas palabras de quién no tiene palabra
Continúa el gobierno donde estaba, sin moverse un milímetro de sus posiciones, con las mismas intenciones. Mal vamos si creemos en las buenas palabras de quién no tiene palabra. Mal vamos si creemos a quien no dice una verdad ni a tiros. Entretanto, siguen aumentando los frentes en contra (intentos de prohibición de cazar la codorniz mientras el norte de África hace con ella lo que les viene en gana…, ídem para la tórtola común) pero conviene no hacerse líos, que todos ellos se resumen en uno: acabar con la caza.
Vivimos tiempos donde lo banal apunta alto y la verdad, no tanto.
Reflexiones el que quiera entender
Y por si fuera poco, nos aderezan la caza con la Ley de Bienestar Animal, la inclusión del lobo en el LESPRE, etc., etc. y, a bote pronto, me hago algunas reflexiones:
– ¿Acaso no es mejor para un perro tener cortados las orejas y el rabo que vivir castrado? Pues los mismos que dictaron una ley prohibiendo lo primero promulgan otra que obliga a lo segundo. ¡Lo que hay que ver!
– ¿Debemos compartir las calles del pueblo con los lobos que matan nuestro ganado? ¿A quién le apetece hacerlo? ¿Quién se puede plantear vivir y formar una familia en semejante situación? Luego, que si hay una España despoblada…
– ¿A quién puede importar que se den una vuelta por la plaza y se lleven entre los dientes el perro del vecino o el propio? No he oído ni una sola voz de solidaridad hacia quienes los han perdido desde el MITECO o sus satélites ‘animalistos’ (no hay errata, han leído bien).
Y el que quiera entender … ¡que entienda!
Quizás, no tardando mucho, veamos pastores eléctricos alrededor de nuestros pueblos, no para el ganado, no, sino para ¡los vecinos!, con el fin de que ninguno se salga del perímetro marcado y pueda perturbar a la fauna (la salvaje, aclaro). Ya les avisé del lobo vegano y fíjense cómo se mueve por las escuelas; denle tiempo.
Sacristán dice “lo primero es antes”. Llamen a lo primero ‘comer’ y miren si esas son las prioridades. Y el que quiera entender … ¡que entienda!