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Corzos de mayo, por Ángel Luis Casado

Corzos de mayo
Corzos de mayo

Mañana de mayo en exceso fría para estar a finales…

Echo a andar tras los corzos al amanecer, con tres solitarios grados en el termómetro, quizás porque el tiempo anda desquiciado, como parece lo estuviera todo. En la caza en particular, se ha perdido la serenidad que pone en valor cada instante, cada acción, cada jornada… Serenidad que tuvieron y mantuvieron nuestros mayores y, parece, marchó con ellos.

Me bajo del coche al final de un camino a ningún lado, en mitad de un bosque de pino y roble donde clarean los árboles, permitiendo que crezca con vigor una buena manta de hierba salpicada por alguno de los arbustos más codiciados del corzo (espino o rosal silvestre) que con desaliñado porte enmarcan un paraje ideal de ser cazado en primavera. Al cuadro solo le falta un ejemplar a la altura de tan privilegiado lugar. Y añado que, de las veces que me llevo asomando a él, tan solo una solitaria corza he llegado a ver, pero esto no significa nada, sigo teniendo fe e imagino y sueño también que guarda un trofeo fuera de serie. ¡Por soñar…! Seguiré buscándolo porque necesito saciar mi curiosidad y despejar las dudas sobre a quién pertenecen estos pagos.

Un buen jabalí regalo para la vista

Hoy, quien anda por ellos no es otro que un buen jabalí hozando entre los restos de un árbol podrido buscando, supongo, larvas u otros insectos. Lo he cogido de espaldas y ni se ha enterado de mi llegada. Anda muy entretenido. A poco más de veinte metros y con la óptica metida en aumentos he llegado a verle con nitidez el pincel mientras hundía la jeta entre el serrín de la carcomida madera. Le marco la paleta con la cruz y me doy cuenta de que sigue llevando traje de invierno. Lo disfruto unos instantes mientras se va alejando poco a poco, hasta que dejo de verle cuando toma una vaguada sucia de monte. ¡Menudo regalo!

Media vuelta. Sobre mis pasos regreso hacia el camino principal. Voy en busca de quien pude ver una mañana muy temprano, clavado, mirándome, dibujando unas hechuras de corzo bien cuajado, con edad y trofeo de altura. A ver si hay suerte.

Zorros corzos de

Al interior del bosque no alcanzaban aún los incipientes rayos de sol y estas primeras luces del día que comienza no perturban la tranquilidad de los animales que se mueven casi con la misma complicidad que les ha dado una noche que se acaba de ir. Son unos instantes nada más porque el campo despierta con premura y pronto desaparece ese mágico momento. Me topo con dos cachorros de zorro que parecen bolas de lana corriendo, sorteando obstáculos. Al momento, su madre de frente. Viene corriendo tras ellos por el camino, permanezco inmóvil hasta que se da la vuelta a escasos metros de mí (no me ha visto), sigue persiguiéndolos y les lanza un corto ladrido reprobatorio o de llamada. ¡Qué sé yo!

Un corzo con cara de jovenzuelo

Sigo caminando sin pisar (al menos lo intento) cuando la rama de un roble que se balancea llama mi atención. Con los prismáticos en la cara y, en poco tiempo, por entre la vegetación encuentro al causante. Un corzo que no para un segundo quieto, ramonea en ella, por allí y por allá. No deja la espesura y me cuesta valorar su trofeo. Lo consigo a duras penas, tiene seis puntas pero cara de jovenzuelo. Intento continuar mi camino sin espantarlo porque, aunque no lo vea, por ahí ha quedado con su rutinario careo, alimentándose de escogidos brotes ahora que la generosidad del monte es absoluta.

Otro macho… corzos de

No tardo en tropezar con otro macho ni media hora. Me ha sentido llegar y está esperándome inmóvil, con la mirada fija hacia donde me encuentro. Me quedo igual que él, sin pestañear siquiera. No hago el menor intento de subir los prismáticos para echarle un tanteo. Es alto, las rosetas las veo horizontales (delatando su corta edad) parece que promete, pero no acierto a verle luchaderas y menos las contras, si es que las tiene. Vamos a ver cuánto aguanta… pero se arranca mientras lo pienso, aunque afortunadamente, sin ladrar. ¡Gracias!

El tercer corzo también va a necesitar varias temporadas para dar lo mejor

Llego hasta el final del recorrido que me había propuesto hacer, junto a un cortafuegos y acierto a ver una corza espantada a la que he debido cargar el aire. La localizo porque ladra tapada en su huida. Subo rápido los prismáticos y veo que la sigue el macho metiéndose en el monte (al otro lado del cortadero) sin demasiada prisa, razón por la que decido llegar hasta allí a ver qué sucede. Mientras llego asoma de nuevo el corzo fuera del monte, buscando lo que le ha alertado. Planto el trípode y apoyo el rifle para valorarlo directamente con la mira. Me permite observarlo sin prisa y veo que su trofeo es abierto y echado hacia atrás, delgado, corto, con apenas contras. Va a necesitar varias temporadas para dar lo mejor, si es que llega a darlo.

Sacarle cuatro horas de rececho a la mañana es un lujo al alcance del mes de mayo

Vuelvo sobre lo andado hasta el coche. Son más de las 9:30 y me queda casi una hora de camino. Sacarle cuatro horas de rececho a la mañana es un lujo al alcance del mes de mayo. Con el transcurrir de los días y la llegada del verano estas jornadas serán impensables. El calor y las moscas reducen la actividad de los animales a solo un suspiro tras el amanecer.

Mañana jugosa y muy entretenida. He metido en el visor tres machos completos y un buen jabalí. He disfrutado con intensidad de tantas emociones y sin prisas que me voy feliz. No he encontrado ese gran corzo que pude ver un día llegando al coto. Ni tampoco al que imagino o sueño. Pero, uno y ¿otro? son suficientes argumentos para volver a disfrutar del campo otras cuatro horas más por la tarde y pasar en el monte prácticamente ocho cazando, ahora que aún se puede.

Ser pacientes y extraer de la naturaleza lo maduro, trofeos hechos. Se pasarán días sin llevar el índice al gatillo pero estarán llenando de caza su existencia, favoreciendo además, la caza del mañana.

Parece que recorriéramos el camino como si el tiempo nos robase la vida y solo necesitamos encontrar la serenidad perdida para que la felicidad y el disfrute sean completos.

Corzos de Por Ángel Luis Casado Molina / www.librosdecaza.es

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