Sensaciones
El primer madrugón. Calarte hasta los huesos. La primera tormenta. Los primeros pasos sobre la nieve virgen. La primera noche sin dormir en el campo… Sensaciones.
Emociones
El primer e inolvidable regalo de Reyes: sí, la bicicleta. La primera novia (y ella sin saberlo. Claro, con seis años, tampoco yo era consciente). El primer guateque. Aquel primer baile ‘agarrado’. El primer pitillo a escondidas. La cita semanal con el amigo Félix Rodríguez de la Fuente al que metimos no sólo en casa sino en nuestro corazón, tan adentro que, aún hoy en día, sigue entre nosotros. Emociones.
Recuerdos
La primera escopeta (plomera, Cometa del 4,5). La primera víctima del 4,5: un gorrión. La primera vez que mi padre dijo: «mañana vamos de caza». El primer día de morralero. Mis primeras botas de ‘caza’ (las mismas con las que iba al colegio). La primera vez que limpié la escopeta (de mi padre), baqueta incluida. La primera pieza (y yo haciendo de perro): una perdiz. El olor a pólvora del cartucho disparado. La primera comida en sartén: cucharada y paso atrás. El primer trago de vino en la bota. Encender la primera lumbre… y el olor de la jara ardiendo. Recuerdos.
Vivencias
Mi escopeta del 12 (la que sigo teniendo 43 años después). La suelta de las rehalas desde la postura. Primeras armadas como postor. La primera recula. Mis primeros disparos y, con ellos, los primeros fallos. El rodar del primer jabalí abatido. Mi primer rifle. El primer venado. La primera vez que rematé a cuchillo. Las primeras batidas en el norte y sentir tu nombre por la emisora avisándote: «¡Atento que ahí te va el jabalí!». Vivencias.
Las jornadas de caza eran valoradas únicamente por los latidos del corazón, que marcaban si habían sido emocionantes o no
Los primeros años de una vida sencilla y humilde pero muy feliz, como la de muchos de ustedes, seguro. En aquellos, los hitos logrados son las huellas en el camino del protagonista, que ha de ir asimilando el aprendizaje, poniendo en orden el torrente de experiencias que le va llegando. Teniendo cerca la figura paterna que contenga el ímpetu arrollador que da la juventud y el deseo de comerte el mundo en un solo día. Con la inestimable ayuda de un entorno en el que no existía trofeitis, ni puntos CIC, donde las jornadas de caza eran valoradas únicamente por los latidos del corazón, que marcaban si habían sido emocionantes o no.
No tengan duda de que la felicidad estriba en andar el camino, no en llegar al destino
La fortuna quiera que la vida sea suficientemente larga para que haya oportunidad de disfrutar de todo, sin prisa. ¿Para qué adelantar nada? ¿Por qué anticipar lo que ha de llegar como fruta madura, a su tiempo? Llevamos la vida al esprint y hemos olvidado cultivar la paciencia en los hijos ¡Y hasta enseñarles a manejar el aburrimiento!
No tengan duda de que la felicidad estriba en andar el camino, no en llegar al destino. Recorrerlo nos irá aportando lo que el roble y el tiempo al vino: identidad, personalidad y carácter. ¿Para qué correr? ¿Para qué agotar en ‘tres días’ lo que se ha de descubrir y experimentar a lo largo de los años?
Del maestro al aprendiz, de padres a hijos
Necesitamos compromiso y buen hacer en este oficio nuestro de la caza donde todo es tradición con el fin de lograr que el futuro sea esperanzador. ¡Para que la caza lo siga siendo!
Inculcar a los jóvenes (y no tan jóvenes) que no cesen en la idea de continuar ¡siempre! aprendiendo. Aprender a escuchar, a leer, porque les hará mejores y libres. A ser responsables.
Los vínculos con el pasado en manos del porvenir.
Del maestro al aprendiz, de padres a hijos.
De padres a hijos, por Ángel Luis Casado Molina
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