Quiero aprovechar la iniciativa de Pablo Pando –que fuera gran amigo de Juanjo y de su padre José Luis–, para hacer una semblanza de Juanjo Guerra, recientemente fallecido de manera inesperada pues externamente gozaba de una salud de hierro.
Nos ha dejado siendo aún demasiado joven y pocos días antes de dar la montería en su finca Vallepuercas, en su querido Horcajo de los Montes, y, además, coincidiendo que ésta iba a ser una montería muy especial ya que inauguraba la magnífica casa con la que siempre había soñado y que había diseñado con su mujer Bea y sus dos hijos. La finca que hacía pocos años que había adquirido, transformó en realidad su sueño para haber sido una parte importante de un largo retiro, una vez que ya recientemente se había apartado de su intensa actividad profesional, y pensada para acoger no solo a sus nietos y familiares, sino a todos los amigos que le rodeábamos, ya que Juanjo se ganó a lo largo de su vida el reconocimiento, la admiración y el cariño de muchísima gente de toda procedencia y condición social.
‘La Montería de un Sueño’
Aunque lo normal con estas circunstancias hubiese sido no celebrar la montería, la familia decidió celebrar lo que ellos llamaron ‘La Montería de un Sueño’ y organizarla como a él le hubiese gustado. Su hijo Juan fue el capitán de montería ayudado por su fiel guarda / perrero Fernando el Gaceta y el nuevo guarda Jesús. Mientras que las Bea’s se encargaron de asegurarse que todo estuviera perfecto, para que todos los amigos de todo tipo y condición, que pudieron asistir, disfrutaran como a él le habría gustado.
La urgencia de hacer todo aquello que no podemos demorar más
La repentina pérdida de Juanjo nos ha hecho reflexionar a muchos sobre la inmediatez de un final no esperado, y la urgencia de hacer todo aquello que no podemos demorar más. Ese pedir perdón, ese dar las gracias, ese marcar las prioridades de nuevo y dejar relegadas todas aquellas tareas que no aportan a nuestro entorno la felicidad que está en nuestra mano poder ofrecer.
Hace más de 15 años…
Conocí a Juanjo hace muchos años cazando en diversas monterías, pero la verdadera amistad nació hace más de 15 años, el día que me invitó a una montería en una finca que tenía arrendada llamada Navalcaballo, para que fuera con Kunfú y nuestra rehala y me asignó un puesto en una preciosa umbría desde donde se veía media mancha.
Aquel día, gracias a su generosidad, cobré un precioso venado medalla de bronce y otros tres más pequeños, así como pude rematar uno herido de su padre que corrió por el testero, y que alcanzó la medalla de plata.
¡¡Un puesto con cinco venados, dos medallas, en una mancha abierta dentro de una gran finca cercada!! A pesar de que cualquiera puede juzgar que el resultado excepcional de un puesto es lo que provocó este acercamiento, lo que realmente me pareció sobresaliente fue la organización de la cacería, desde la elección de las rehalas, el desayuno y el buffet de comida (para un regimiento) de una calidad excepcional, la llevanza de las manos, las colocaciones de los puestos, la seguridad… y por encima de todo, el gran grupo de amigos que había sido capaz de reunir, ya que conocía a casi todos y a los que no, en muy poco tiempo ya me pareció que nos conocíamos de toda la vida.
Tal fue el impacto, que ese mismo día le pedí explorar la posibilidad de formar parte del grupo de accionistas que tenía en Navalcaballo, pues algunos tenían esa condición para hacerse cargo de una parte del gran desembolso que suponía esta gran finca arrendada a la Administración, y al poco tiempo me confirmó que podía formar parte la siguiente temporada, lo cual me lleno de ilusión.
Su verdadera afición no era el rifle sino entrar a batir
Tras este comienzo, tuve la oportunidad de pasar muchos días y muchas temporadas con él monteando, unas veces cazando ambos juntos con los perros de nuestras rehalas tronchando jaras, y otras muchas, ocupando yo un puesto y viéndole llegar con los perros, pues su verdadera afición no era el rifle sino entrar a batir.
A ninguno se nos olvida el momento de la recogida de las rehalas… sacaba una parrilla, unos chorizos, o un jamón y un queso excepcional y repartía entre todos los que allí estábamos que nos agrupábamos alrededor de su furgoneta.
Se le veía disfrutar de verdad con los hombres de la sierra, los perreros, los postores, los guardas, los arrieros, con la autenticidad que sólo puede dar una persona que reconoce la valía de cada uno viniera de donde viniera.
Su baremo era únicamente la amistad, nuestra común afición, marcada por una generosidad infinita
Juanjo destacó por una capacidad innata de liderazgo, y por su capacidad de unir a personas de muy diversas procedencias, no atrayéndole nuestra capacidad económica o posición en la sociedad, pues su baremo era únicamente su amistad, nuestra común afición, marcada por una generosidad infinita.
Le rodeábamos un grupo muy grande de amigos, donde había desde importantes financieros, banqueros o ilustres abogados junto con sus propios familiares, sus amigos de la infancia o personas de la zona, combinándonos sin preferencias de ningún tipo y creando una atmósfera donde desaparecían los egoísmos o la vanidad.
Nadie discutía sus decisiones
Nadie discutía o ponía en duda sus decisiones pues estaban basadas en la buena fe más absoluta y sus ganas de agradar a todos, aparte de un conocimiento del arte de la montería excepcional, dejándose la piel cada día en que aquello donde había puesto toda la ilusión, formando un extraordinario equipo con Bea, su mujer, su hija, Bea, su hijo y extraordinario tirador, Juan, y su querido perrero / guarda y compañero Fernando el Gaceta.
Pensó que lo mejor era organizar cada temporada varios días de montería, con un grupo íntimo de una docena de amigos, con cupos que preservaran la caza para las siguientes temporadas sin castigar las manchas y cazando con muy pocos puestos y con algunas de las mejores rehalas de España. A esto último le daba una gran importancia, y como dueño de una extraordinaria rehala, tenía un ojo clínico envidiable para elegir a los mejores, dándonos auténticos recitales de caza en manchas impenetrables y de muy difícil organización, logrando unos resultados inolvidables para todos los que tuvimos la suerte de formar parte de su círculo más reducido.
Ese grupo a lo largo del tiempo lo formábamos entre accionistas y amigos, monteros de la talla de Juan Manuel Colón de Carvajal, Álvaro Mengotti, Joaquín Campos, Rafa del Valle, Miguel Solana, Javier Sela, Nacho Sitges, Mariano López Samaniego, Luis Barcenilla, Ignacio Pinilla, Íñigo Morenés, entre otros, y rehaleros de la talla de Alberto Muñoz Calero, Perico Castejón, Fanegas Hurtado de Amezaga, Juan Treviño, Pablo Lladó, Javier Dorado, Gonzalo Alfaro, Javier Moro… mencionar a todos los que nos reunió durante tantos años sería demasiado amplio.
Cazar a la antigua
Le agradaba muchísimo que viniera gente joven a compartir estas monterías, la mayoría amigos de su hijo Juan o hijos de sus amigos, dejándoles ocupar puestos de ‘escopetas negras’ que muchas veces fueron excepcionales. Esto hacía, que los desayunos, las comidas y las tertulias posteriores al amor de la lumbre fueran apasionantes, terminando muchas veces de madrugada y deseando que no se terminara nunca aquello que Juanjo había sido capaz de organizar.
Era realmente, cazar a la antigua, eso que añoraron nuestros mayores cuando empezaron a ver la deriva que tomaba una gran parte del mundo de la montería.
Su espíritu seguirá vivo en el grupo de caza que su hijo Juan capitanea
Este espíritu sigue, y seguirá vivo en el grupo de caza que su hijo Juan capitanea, con la misma filosofía que su padre y aplicando todo lo que le transmitió durante todos esos años que disfrutaron junto del campo y sus gentes.
La impronta de un auténtico Señor en el monte y en la vida no lo puede borrar el tiempo de un plumazo
La marcha de Juanjo deja un enorme vacío a todos aquellos que le conocimos, le quisimos y le admiramos. A todos aquellos que nos regaló su sonrisa, su afecto. A todos aquellos que aprendimos tanto a su lado. Y a todos los que premió con su amistad y su inmensa generosidad.
Será recordado en las sierras de media España, y, para mí, muchos lugares y muchos rincones de los montes de Toledo quedarán siempre marcados por su presencia.
Descansa en paz querido amigo y, desde arriba, verás cómo tus hijos y nietos disfrutan de tu legado sintiendo que no te has ido del todo, ya que la impronta de un auténtico Señor en el monte y en la vida no lo puede borrar el tiempo de un plumazo, y para siempre llevaremos en nuestros corazones el agradecimiento de haber podido disfrutar contigo esos momentos tan intensos de nuestra biografía personal.
Nos volveremos a ver.
Una semblanza de Ramón Estalella Halffter