Pinceladas de un pionero en la llegada de cazadores extranjeros a España
Cuando esta mañana, temprano, me llamó Juaniche Pérez Tabernero para darme la triste noticia del fallecimiento de Alfonso, mi cerebro recibió uno de esos shocks que te marcan la vida, pues se volvió a abrir una ventana en la memoria, donde de repente, sin intentarlo, empezaron a fluir recuerdos, imágenes, sonidos, olores, lugares que estaban aparcados en ese lugar misterioso donde se almacenan nuestras vivencias. Estaba enfrascado en cuadrar unos números de un nuevo proyecto empresarial, y todo pasó a segundo plano, pues mi imaginación me hizo volver a subirme a un avión con él a recorrer con nuestras maletas aquellas ciudades norteamericanas, aquellas cenas de cazadores donde con vehemencia y entusiasmo convencíamos a importantísimos personajes para que vinieran a España, a conocer nuestro campo, nuestra gente, nuestra forma de vida.
Alfonso y Félix no sólo vendían caza
Y digo bien, porque Alfonso y Félix Lalanne, mi socio y maestro, no vendían caza, o, mejor dicho, sólo caza. La caza era parte integrante de un viaje, de una experiencia vital, era la puerta para que aquellos se días se convirtieran en algo que les dejara marcados para siempre, la opción para alcanzar unos días la felicidad suprema olvidando su entorno, sus problemas y rutinas y descubrir con mirada infantil unas emociones que difícilmente se lograrían con otras formas de viajar.
Mi mente me llevó al día que les conocí, una preciosa mañana primaveral, al borde de un arroyo, que moría en el río Sil, yo tenía sólo 12 años y Alfonso y Félix bajaban con un urogallo que había cazado Félix aquella mañana. Eran invitados de Julio Cavestany a cazar en el coto Pedroso, que mi padre, Julio y Pepe Gancedo compartían en las montañas cantábricas. Ese día, compartiendo un taco de jamón, les oí hablar por primera vez de cazadores extranjeros que venían a España, de su viaje a África a tirar elefantes con una escopeta del 12, guiados por un taxista, de los inmensos corzos de Soria, y de las rehalas.
Unos personajes que cuando hablaron, provocaron en mí un deseo y un entusiasmo, que es fácil que fuera la primera chispa que encendió la hoguera años después y que hizo que mi vida profesional diera un salto mortal, saliendo del standard financiero para unirme a la gran aventura de abrir territorios a la caza por todos los rincones del planeta.
Alfonso en la alineación de ‘Champions League’ de los pioneros organizando cacerías para los extranjeros
Alfonso formó parte de esa alineación de ‘Champions League’, que provocaron que España ocupe hoy un lugar de honor en cuanto destino cinegético en el mundo. Los primeros organizadores de cacerías que pensaron en el extranjero y le dieron auténtico valor a algo que no estaba ni organizado ni bien gestionado, abrieron la puerta a que muchas zonas de España hayan encontrado una renta fundamental y a que cientos de miles de extranjeros hayan podido disfrutar de algunas de las mejores cacerías de su vida.
Qué decir de los pioneros de las cacerías de perdices como Mengottí, Paco Costi, o los hermanos Landaluce, que transformaron las cacerías de invitación a operaciones perfectas de turismo premium. Y del que nos abrió la puerta a todos en la caza mayor, el incomensurable Ricardo Medem, al que nunca podremos agradecer su apertura de puertas al mercado norteamericano, y que formó un primer grupo de guías en el que tuve la fortuna de participar y ganar mis primeros duros, y muchos de ellos pasaron a ser emprendedores con empresas ejemplares.
Nombres míticos de la caza mundial como Javier López de Ceballos, José Manuel Escorial, Félix Lalanne, Fernando Saiz, Fernando Díaz de Bustamante, Eladio Doncel, Pipi, Eduardo Fernández de Araoz, Giuseppe López de Carrizosa, formaron parte de una escuela donde luego otros recalamos, formando una ‘familia’ que competía duramente entre ellos, pero que nadie entendía cómo podía existir esa camaradería que hacía que acabáramos cenando juntos tras un día agotador de feria intentando ‘cobrar’ la más difícil pieza, que siempre fue el cliente.
Cazador, arquitecto… con un encanto que enamoraba
Volviendo a esos recuerdos, que curiosamente veo nítidos como si hubiera sido ayer, le estoy viendo entusiasmado montando la valla cinegética de Pedro Llen, y los primeros venados y gamos que llevamos de Riofrío y El Pardo. En Salamanca, cercar una finca y meter caza, cuando él lo hizo en los 80 , le llevó a la incomprensión local e incluso familiar, pues era como una herejía para las dehesas ganaderas donde pastaba el toro de lidia. La administración le puso pegas, y como comentaba… «va a ser más fácil que me den permiso para montar una granja de murciélagos».
Y qué decir cuando soltó las primeras perdices, hizo Los Arévalos, Aldeanueva, cotos que han sido visitados por los más importantes cazadores de España y del mundo. Y como arquitecto, cuando diseñaba la maravillosa casa de las Ahijaderas, una de las casas de campo más bonitas y mejor pensadas para alojar grupos de alto nivel que conozco, lejos de la hortera moda de pensar que el lujo urbanita, el minimalismo de decorador de revista ha de ser lo que impere entre personas de elevados ingresos.
Alfonso fue el que nos enseñó que racionalizar la empresa, el negocio, el aliarse con grandes agentes, el entender las necesidades de los cazadores, la flexibilidad y adaptación permanente a lo que los diferentes personajes buscaban, fue la llave de su éxito. Para ello, estaba dotado de una simpatía inigualable, una inteligencia rápida, un carisma personal, un saber estar, una afición a la caza sin límites y un charming que enamoró a personas de todas las procedencias, edades y condiciones.
Su legado y más recuerdos
Pero uno de sus grandes méritos, fue formar a su hijo Alfonso y a elegir gente de su equipo. Alfonso Jr ha sido capaz de adaptar la empresa al siglo XXI, luchando a veces contra viento marea, y estoy en condiciones de afirmar que, aunque se dice que la inteligencia no se hereda, Alfonso Sr fue capaz de trasmitir en sus genes una pátina e impronta personal, una forma de hacer las cosas que Alfonso Jr ha venido utilizando, logrando y mejorando aquello que su padre inició con la dificultad de abrir unas vías desconocidas para todos. Y con mucha fuerza y sin tirar la toalla, que por muchas razones tenía para haberlo hecho.
Recuerdos que nuevamente me llegan. La casa de Pedro Llen. Su hermano Juan, Álvaro y Saleta. Juan con la guitarra. Y Piluca con nosotros. El semi fiasco argentino y el día que tiró la toalla. Y un americano toreando una vaquilla. Las tiradas en Somontes. Las cacerías en Texas, Argentina y en México. Las monterías en los Quintos de Mora, los ganchos en Las Batuecas, el día que matamos un cochino de ronda que era un verraco ibérico anillado, o mi segundo viaje a Beceite con un alemán y que Alfonso convirtió una extensión al Pirineo que al final acabó en Sierra Nevada…
Gracias, Alfonso
No puedo continuar. No quiero que sea esta nota demasiado personal. Los sentimientos afloran demasiado potentes. Pero es un momento único. La despedida a aquel amigo que hay que reconocerle su valor, su energía, su inteligencia, su visión, y su espíritu pionero y aventurero. Y conmigo, su inmensa generosidad. Y su sonrisa. Alfonso, gracias. Públicamente te doy las gracias por haber abierto la puerta a los que vinimos detrás, y desde arriba, ayúdanos a no olvidarnos de aquellos que hacen las cosas distintas para lograr resultados diferentes. ¡Fuerte abrazo y hasta que nos veamos de nuevo¡
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