La soledad que gusta de ir acompañada por el silencio, conmigo anda el camino.
Y donde siempre sonó el tintineo de la cencerra de las ovejas y el ladrido del perro pastor poniendo en aviso al rebaño de mi llegada sólo se oye el silencio roto por mi caminar.
Vuelvo la mirada atrás y no encuentro ni mi sombra ni tampoco las huellas de mis pasos en la España deshabitada. Todo parece un recuerdo borrado, como si estuviésemos dispuestos a pasar sin gloria ni pena, o al revés, que lo mismo da. No sirven raíces, ni el origen, ni lo heredado de nuestros mayores. No se tiene en cuenta que algo habrán tenido ellos que ver en la herencia recibida: una naturaleza que nos arrancan de las manos ¡porque no la sabemos conservar!
Por eso necesitábamos que llegaran los que nos gobiernan para decirnos lo que debemos y no hacer, porque estábamos huérfanos de leyes que prohíban y prohíban… y así con todo.
Desaparecieron las merinas y el resto del ganado, mientras crece el follaje sin freno. La naturaleza pierde una vez más. Ahora, al mejor desbrozador que pudiéramos encontrar.
El viento derribó numerosos árboles del pinar y ofrece una imagen desaliñada, de abandono. ¿No hay quién explote estos recursos? ¿Acaso no ayudaría a fijar población donde más se necesita hacerlo? Con el precio del pellet por las nubes y de los carburantes en general… Nos ahogamos en trámites, la Administración no es ágil, la incertidumbre acaba con cualquier espíritu emprendedor. Al campo lo mata el abandono, como al monte que allí quedó, sin desbrozar. Tea pura para el fuego, que, si llega, lo arrasará sepultando sueños o proyectos de vida.
Luego vendrán las lágrimas, las promesas y el dinero, cuando nada se pueda arreglar.
Se ha despoblado la España rural, que está quedando como un solar
Pasa el tiempo donde ya nadie pasa, por donde a ningún lado se va.
Con la complicidad del silencio todo cae en el olvido, como si nada hubiera ocurrido, como si no hubiese vuelta a atrás. Pero se han marchado las gentes, y el ganado, detrás; se ha despoblado la España rural, que está quedando como un solar.
Todo se confabula para que nada de lo que hubo quede. Ni el rastro de lo que fue…, ni las lluvias que casi no aparecen. La caza que deja de ser y los oficios, que se pierden.
Y quien por el mango la sartén sostiene, desde la distancia continuará imponiendo sus decisiones, rebozadas sobre moqueta, atufando a desconocimiento, preñadas de ignorancia que, ni de lejos, convienen.
¡Quien manda, manda! ¿Y los expertos?
–Ya se lo he dicho, hace tiempo se marcharon (a ellos nunca les preguntaron).
Camino que a ninguna parte llega y que a ningún lugar va…
Por Ángel Luis Casado Molina
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