Caza Mayor Con la caza a cuestas

Traílla en mano, por Ángel Luis Casado

Traílla en monteros
Traílla en mano.

¡Han llegado ya! Aparcan sus vehículos, se pertrechan de emisora, chaleco y demás archiperres e inician una liturgia que se repite en cada cacería: de los remolques van sacando sus perros y les van colocando collares GPS, campanillas, chalecos protectores, etc.

Enganchados ya de las traíllas, ¡comienza la batida!

Traílla en monteros

Duro oficio el de montero en el norte

Si hay algún oficio duro en la caza, para mí, ese es el de montero. Les aclaro que monteros en el norte son las personas que, traílla en mano, entran en el monte con sus perros de rastro en jornadas, que yo haya vivido, que comienzan a las diez de la mañana y dan las cinco de la tarde aún en el monte. Y eso cuando no se les hace de noche buscando perros.

Mucha afición hay que tener para llevarlo adelante. Y, no solo eso, porque no sería suficiente, además requiere de un físico a la misma altura que la pasión por los perros. Con paso firme acumulan kilómetros a un ritmo agotador de ver e imposible de seguir. Le van dando la vuelta, las vueltas, a la mancha, ahora subiendo, luego bajando, para volver a subir… y, si los perros se salen de la mano, regresar al coche para ir a buscarlos al quinto infierno. ¡Ya hay que tener piernas y coraje!

¿Y después? Si aún llegan a tiempo, se meten de nuevo en la mancha en busca de los encames o de los otros perros que dejaron cazando sueltos antes de marchar.

Traílla en monteros

Por aquí don dinero no manda ni mucho ni poco

Los veo bregar (algunos) delanterillos y no me queda más que descubrirme y saludar tamaño esfuerzo. ¡Desinteresado esfuerzo! Que por aquí don dinero no manda ni mucho ni poco.

Resulta curioso ver como monteros y ‘escopetas’, todos cazadores, buscan las mismas emociones, tienen el mismo horizonte, el mismo sueño al que llegar por caminos distintos. El eco de la voz del sabueso, grifón, astur… que resuena en la profundidad del valle, enciende la ilusión del cazador, imaginando al mayor de los verracos siendo perseguido, acosado por el perro que lo conduce hasta su postura; al tiempo, el dueño del animal arde en deseos de que se culmine el lance con éxito para que el can tenga la recompensa de cebar en la muerte del jabalí. Es la caza una suma de esfuerzos e intereses comunes que, tan ‘sólo’, requiere enterrar los egos de cada uno de sus diferentes intérpretes.

La manida frase de «la caza sin perros no es posible» es reducir el argumentario a una sola máxima. Pero lo cierto es que si un grupo de personas pretende cazar en montería o batida, sólo será posible si los actores principales comparecen, es decir, si hay perros. De su oficio, afición, forma física, alimentación, descanso y cuidados, dependemos. Así de claro.

Una anécdota

Caín, uno de los perros de nuestros amigos, cruce de azul de Gascuña, levantó un jabalí en El Indiviso, término de Castrejón, al que Kiko supuestamente tiró sin tocarlo. El jabalí se marchó y llegó hasta casi Cervera de Pisuerga (a Tosande), bajó después por ‘las Ojedas’ para llegar de nuevo a la mancha, prácticamente, al mismo lugar donde Kiko lo había tirado por la mañana. Después de haberse retirado de los puestos tuvo que regresar al monte, a rematarle el jabalí al perro, tras avisarles el dueño por la emisora de que Caín había metido de nuevo al jabalí en la mano.

En total, jabalí y perro recorrieron ¡42 kilómetros!, en un viaje de ida y vuelta, podríamos decir, que tuvo un final, sencillamente, ¡increíble!

Lo que significa la caza traílla en mano: cazar lo que otros abaten

Hombres (y mujeres también) que parecen de hierro, ¡cómo si hubieran sido forjados a golpe de mazo y yunque en la fragua! Y es que cazar en alta montaña sólo está al alcance de físicos privilegiados1, decía. La exigencia es enorme por la altitud de las mismas, el desnivel, las pedrizas, los apretados brezales, escobares, espinares o zarzales que les complican o impiden el paso. Terrenos, como ven, paraíso de jabalíes. Lugares que crean situaciones de verdadero peligro en cada cacería para los monteros y sus perros, donde las posibilidades de recibir las cuchilladas de los cada día más envalentonados2 jabalíes son tan reales como el riesgo de perder hasta la vida. A estas alturas de temporada ya ha sido el caso de estos tres valientes en nuestra cuadrilla y será, seguramente, similar en otras: Fila, Blas y el Coju.

Bajo las pisadas del montero se hunde la nieve, cruje el hielo y desaparecen sus botas en el barro, en la pelea, en la brega de dar con el rastro bueno que les guíe hasta los jabalíes. Como heridas de guerra, las ropas rasgadas son las huellas de la dureza de esta afición. Mientras los arañazos en el rostro retratan lo que significa la caza traílla en mano: cazar lo que otros abaten.

¡Y aún les cuesta ponerse y salir en la foto porque la única gloria que buscan la quieren para sus perros!

Desde la admiración.

1 Un perro en batida de alta montaña recorre de media entre 15 y 25 km. El montero entre 8 y 12 km, en un desnivel de aproximadamente 700 metros (montaña palentina).
2 Cada año hay más percances en el monte que achacamos a la mayor densidad de lobos con los que conviven en los mismos territorios, obligándoles a perder el miedo por completo, tomando ahora a los perros como molestos intrusos de los que no solo no huyen, sino a los que esperan para dejar claro quién manda allí.

Traílla en mano, por Ángel Luis Casado Molina

www.librosdecaza.es / [email protected]

 

Naturalmente la Caza
Naturalmente, LA CAZA, llega a su segunda edición, naturalmente, como no podía ser de otra manera.

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