
Ando de caza. El calor aprieta y solo queda tarde para hacer una breve espera. Pero el campo está tan tranquilo que mi cabeza se ha ido por ahí, a dar una vuelta…
Semanas son que el libro celebra, de feria en feria, y mis viajeros pensamientos son más bien dudas acerca de la escritura que discurre por un camino que, a veces, yerra como el disparo trasero que entierra la bala y, tras ella, las ilusiones. Sucede si el mensaje no cala, no conecta con el lector. O, en otras, cuando el viento traicionero te delata, dejando a la vista la falta de talento.
Conviene no olvidar que el talento se puede encontrar bajo un sombrero de copa lo mismo que de un boina; asoma por igual desde el púlpito de una catedral que en una iglesia menor, si se quiere ver, escuchar o leer.
Leer perjudica seriamente la ignorancia
Leí recientemente en una librería soriana un cartel que me sacó una sonrisa. Rezaba así: «Leer perjudica seriamente la ignorancia». A modo de aviso al consumidor de cajetillas de tabaco.

Escribir llega a ser el desahogo donde quedan naturalizados los «trofeos» antes de llegar a la taxidermia. Hasta esos desatinos, que nunca se podrán naturalizar, la grafía indulta e inmortaliza, sin discriminación alguna. Es la escritura una llave maestra que abre corazones a través de artículos y libros. Un camino que permite llegar al interior de los demás. En mi caso me mantiene conectado a la naturaleza. Ella es la que hace fluir mi escritura fijando pensamientos, experiencias y sueños, historias y sucedidos, con el propósito de que entretengan e ilustren, incluso rememoren en el lector las suyas.
Los libros nos enriquecen la vida
Es también un arma que confiesa y retrata al autor, que se nutre de todo lo que rodea a la caza dentro y fuera del campo, combatiendo la efímera memoria. Que relata la vida de Solitario igual que ofrece Narraciones de Caza Mayor en Cazorla o esperas en Con la Luna por Testigo. La lectura abre siempre ventanas y hasta deja la puerta de par en par, para que se nos vaya llenando la vida de emociones, haciéndonos sentir el rigor del clima como protagonistas del relato; oler el monte u oír la carrera del jabalí entrando al puesto, los entresijos de nuestra afición y tantas cosas más.
Sin duda, los libros nos enriquecen la vida. Y nos dan la oportunidad de ser felices pasando página…, del día a día, principalmente.
Un par de buenos jabalíes…
Asoman un par de buenos jabalíes en la pradera (les recuerdo que estoy de espera). Son hembras y no tardan en hundir sus jetas con fruición. Han atravesado fronteras de alambre, puertas imposibles al campo. Nada ni nadie que les impida el paso, como al transcurrir del tiempo, con la estación transitando hacía el estío…, ¡quien te quiera, que te compre!
Reflexiones: no está el campo para los amantes del eco postureo
Y desde aquí, rodeado de vacas a las que los suidos saben dar esquinazo, reflexiono acerca de la tan denostada ganadería extensiva que nos traerá consecuencias. La primera la tenemos en la gran cantidad de explotaciones que estamos perdiendo anualmente. Irrecuperables, me atrevería a decir. Lo siguiente serán los incendios. Quién puede igualar su gran labor de prevención, pregunto. Y, no menos importante, la fijación de población en el medio rural que se resiente y continúa remando a contracorriente. Quizá ya ni reme. De primero de Sentido Común pero me temo que a muchos les pilla, de nuevo, sin matricular.
Moscas, mosquitos, garrapatas, orugas, etc., la verdad, no está el campo para los amantes del eco postureo, digo. Es lo que tenemos por estas fechas, donde los corzos parecen haber desaparecido del paisaje, al menos, hoy.

Creo que hay veces que, aún estando cerca, no llegamos a ver lo que ocurre en la otra orilla
Hay que separar la caza sin resultados del fracaso, pues nunca puede serlo aquello que nos hace disfrutar. Parece razonable no mezclar caza con números y sin embargo, con frecuencia cualquier resumen desemboca en eso. Lo digo porque hoy tampoco he apretado el gatillo, pero me llevo el esbozo de un artículo bajo el brazo habiendo disfrutado del monte un día más.
Voy recogiendo, mañana será otro día… pero me detengo a tomar un último apunte.
Creo que hay veces que, aún estando cerca, no llegamos a ver lo que ocurre en la otra orilla. Piénsenlo.
Desde la otra orilla; texto y fotografías de Ángel Luis Casado Molina
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