
Por la tarde noche ya había llegado al pueblo, la víspera del Gran Día solía ser jornada de trabajo, y esa noche después de tener todo listo, escopeta, cartuchos, canana, cuelga caza, botas y ropa, quizás apoyado en la silla alguna prenda ligera, como una cazadora, por si acaso apretaba el relente mañanero de octubre, y esa noche repito había que acostarse temprano.
La noche hasta el siguiente amanecer se consumía dando vueltas sobre la cama
Aunque daba igual, la noche hasta el siguiente amanecer se consumía dando vueltas sobre la cama, leyendo cada hora la hora de ese reloj despertador, que nunca cumplió su misión, está diseñado para despertar, pero lo que hacía era no dejar dormir, por la insistencia metálica de su impertinente, por ruidoso, segundero, que hacía inútil el redoble de sus dos campanillas cuando ya estabas vestido.
Cita al amanecer
La cita al amanecer en la churrería de la Sole, congregaba a algún borrachín madrugador o tardío, y el resto cazadores, con la mayoría de perros haciendo el trasto al exterior.
Antes de dar los buenos días, pasabas la vista por el reducido local en busca de una mesa, si había suerte dejabas de modo estentóreo tu morralillo encima de la madera como signo de efímera propiedad de la plaza. Ahora sonriente por el éxito te acercabas a la barra.
–¿Has empezado las clases?-, preguntaba Sole.
–La semana que entra, -era tu respuesta, añadiendo al comentario-, un café con leche, cuatro churros, por favor.
Comentarios habituales, respuestas conocidas
La cuadrilla no se demoraba:
–Chaval si has crecido más, vaya chucho que tienes, el pan siempre lo traigo yo-, eran comentarios habituales.
Las respuestas era también conocidas:
–Eres tú el que vas para abajo… Si es un chucho es porque su madre, tu perra, lo será también… Pero si eres el panadero, lo que quieres es que nos pasemos la noche contigo mientras trabajas.
Otras peñas van llegando al bar, saludas a todos, aunque se nota quienes son tus amigos, los menos amigos y los nada amigos.
En la churrería no se habla de caza, demasiado moscón al acecho con las antenas desplegadas, que se pueden enterar de lo que no les interesa.
Land Rover en marcha
Pones el Land Rover en marcha, que inicia el ronroneo del motor con una nube tóxica que sale del tubo de escape, ahora te llevarían directamente a la cárcel por delito contra la salud pública si se te ocurre poner un vehículo como ese en marcha, aunque sea en las soledades de Los Monegros.
Acomodar cazadores, archiperres y ayudantes caninos, no ha sido fácil, pero ha habido más risas, que lamentos, gran ambiente, el habitual, como debe ser.
–A ver, ‘Fangio’, te subes a la cresta del Cristo, con todas las luces dadas, y esperamos a que amanezca, salimos todos, y tu te quedas 15 minutos, y sigues con las luces. Después, a todo meter, ocupas la mano baja del perdedero de Marcelo, y liebre que veas la arreas, hasta que lleguemos todos para menear las perdices.
Como donde hay patrón a los marineros no les toca otra que obedecer, pues manos a la obra, y sobre las tres de la tarde, reventados de andar, volvimos todos a la cresta del Cristo que estaba llenito de perdices, y allí se hizo la carga buena.
Fue nuestro mejor 12 de octubre, a partir de ahí…
Fue nuestro mejor y último Gran Día histórico, nuestro mejor día de apertura, nuestro mejor 12 de octubre. Fecha tantas noches soñada, cuando se abría la veda general en todo el territorio español.
A partir de ahí apenas quedó terreno libre, empezaron los cupos, te marcaron donde podías cazar y cuántos podían ir contigo, y no volviste nunca más.
Pero, aún más de cincuenta años después, recuerdas con nostalgia ese gran día con tus cuelga cazas llenos de perdices y añade las dos liebres que te calentaron a modo los dos riñones.
Creo que el buen Cristo nos haya perdonado a todos por la escabechina que realizamos.
Fue en España a mediados de los años setenta, de aquella cuadrilla, solo quedamos dos, «el patrón» y el escribidor.
El Gran Día de la apertura del 12 de octubre
Por José García Escorial, 12 de octubre de 2025

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