Caza Menor

Reinas de la media veda: tórtola común con Pablo Pando

con Pablo tórtola
Reinas de la media veda: tórtola común con Pablo Pando.

Ya cerró hace tiempo la media veda, pero nos faltaba acercarnos a la caza de una de sus tres reinas, la tórtola común ahora más conocida como europea, Streptopelia turtur en todo caso.

Su circunstancia es más significativa que la de la codorniz común y la paloma torcaz si cabe, ya que su caza ha estado sujeta a una moratoria de cuatro años.

Debe ser de los pocos casos que después de cerrarse la caza de una especie, ésta se ha vuelto a permitir.

Cazadores ilustres

Para la codorniz y la torcaz nos acercamos a cuatro cazadores ilustres. Ilustre: «De distinguida prosapiacasaorigen, etc.» (RAE).

Ilustres no solo por su ascendencia de familia de grandes cazadores; ellas, Ana María Verdasco y Raquel del Amo, por su significada defensa de la caza de la práctica cinegética desde las redes sociales, las asociaciones y los medios; ellos, Antonio Machuca Duque y Antonio Machucha Bárcena, por transmitir y asimilar un legado cinegético basado en la ética y el respeto.

Berto, Daniel y Fran (agentes forestales de Cantabria), y Pablo. Reserva de Caza de Saja, septiembre de 2012.

La voz de la experiencia

Para la tórtola común nos acercaremos a la experiencia, otro ilustre, Pablo Pando Saiz.

Ingeniero técnico industrial y agricultor, jubilado ya de la primera profesión, alejado ya de betunes y asfaltos.

Hoy mima los pistachos en lo suyo, la finca San Cristóbal, en Villarejo de Fuentes, Cuenca, donde se crió. Pistachos que sembró por iniciativa de sus hijos.

Le conocí a través de un amigo común, Luis de la Torriente, en un rececho de berrea en Saja que Luis preparó para otro amigo al que echamos tantísimo de menos, Antonio Sánchez (DEP).

Aquel septiembre de 2012 me di cuenta de su valía como cazador, entre otros muchos detalles, por su habilidad para aviar y destazar el venado que cazó Antonio, y eso que allí había también cazadores de la talla de Berto Rayón, al que también conocí en esa expedición, o el propio Luis.

El caso es que inició su andadura cinegética en Villarejo, cazando perdices en mano con sus amigos de juventud.

Villarejo de Fuentes era un auténtico paraíso para la perdiz roja, brava y salvaje.

En mano o al salto, ¡era capaz de hacer perchas de cinco o seis perdices al final de temporada!

De familia cazadora, sin embargo su padre sufrió un accidente y tuvo que dejar la práctica cinegética. De ahí que comenzara a cazar con sus colegas.

Con la LIG al hombro camino del puesto.

La escopeta plana LIG

Su padre, en recompensa por ser buen estudiante, le regaló una escopeta plana LIG (La Industrial Guipuzcoana) en 1968 por aprobar PREU.

Sabía de la enorme afición de su hijo a la caza, y no tuvo reparo en hacer el esfuerzo ya que la LIG le costó 12.000 pesetas.

Actualmente hay unos convertidores maravillosos, y 12.000 pesetas de 1968 en 2025 son 2.134,5 euros (355.144 pesetas).

Pasados los años, la LIG va de maravilla y es la escopeta con la que caza preferentemente. También en media veda.

con Pablo tórtola
Pablo ha cazado mucho y variado, pero por encima de todo se considera perdicero y rehalero.
En la imagen con el que fuera íntimo amigo suyo y un referente en las rehalas en la Comunidad de Madrid y la zona centro, Esteban Meño, y que tan profundo dolor le causó su pérdida.

El cazador

Habíamos dejado a Pablo de joven cazando perdices en Villarejo.

A veces también se ponía, normalmente en la finca familiar de San Cristóbal, a tórtolas y palomas, aunque Pando siempre ha sido más de movimiento que de estar parado.

Todo era caza menor, hasta que abatió un jabalí de espera en unas pipas con escopeta.

Nada más comenzar a trabajar, asistió a una montería en Sierra Morena, le cautivó, sobre todo el trabajo de las rehalas.

Poco después arrendó con unos compañeros el coto de Taravilla en Guadalajara. Siendo desde entonces el Alto Tajo uno de sus lugares de referencia.

En 1985 montaron los socios de Taravilla una rehala en común, rehala que organizaba nuestro protagonista porque era algo que le entusiasmaba.

Cada vez se dedicaba más a la caza mayor y menos a la menor, incluidas varias expediciones de caza internacional.

Su vocación de rehalero se plasma 1992, cuando montó su propia rehala que mantuvo hasta 2012.

De todo lo que ha cazado, que ha sido muchísimo y variado, se queda con la perdiz brava en mano o al salto y con la rehala, montear con su rehala.

Pero de tener que estar en puesto fijo, se inclina por las tórtolas y torcaces en verano.

De la última a la primera mañana

Una mañana de septiembre

Aquella mañana de septiembre, del 5 de septiembre de 2020, tenía sabor a despedida, y de cierta de tristeza posiblemente por el Covid aún reinante.

Sin embargo, disfrutamos muchísimo, Pablo Pando nos había invitado a la que sería la última tirada de tórtolas comunes en su coto de San Cristóbal antes de la moratoria de su caza.

La temporada 2020-2021 se permitió cazar la tórtola europea en Castilla-La Mancha los días 29 y 30 de agosto y 5 y 6 de septiembre.

El cupo era de cinco tórtolas/cazador/día.

Había decidió únicamente tirar uno de los cuatro días disponibles, y escogió el 5 de septiembre, además para un reducido grupo de escopetas.

con Pablo tórtola
Nacho y Ernesto Navarrete, Juan Ángel Espada, Antonio Gibaja, Pablo Pando y Antonio Mingo.

De la partida de caza, Antonio Gibaja, ese montero que tira primorosamente a las tórtolas, bajó tres, mientras que Ernesto Navarrete y su hijo Nacho, también más monteros que de caza menuda, cobraron una tórtola cada uno.

Antonio Mingo, escopeta finísima, y este cronista no aportaron tórtola alguna a la percha, el primero por muy mala suerte al no entrarle tórtolas, mientras que el segundo por falta de atención y puntería.

Nuestro anfitrión no se puso, se dedicó a la atención de sus invitados, él es así.

En resumen, entre cinco cazadores completamos un cupo. Tres días antes seguramente lo hubiéramos completado todos.

Como ya he dicho, lo pasamos estupendamente, en el almuerzo y en la comida, o montando aquel bodegón de ‘Percha suficiente de tórtolas sobre fondo de un día inolvidable’.

Pero, aunque, en el ambiente flotaba el sabor ‘agri’ de boca: ¿sería el último día que se habían cazado tórtolas en San Cristóbal?

Moratoria…

Aquella mañana de septiembre de 2020 creímos que aquella percha de tórtolas lo mismo era la última de San Cristóbal…

Una mañana de agosto (I)

El pasado 23 de agosto me cité con Pablo en su casa de Villarejo.

A las siete de la mañana la luz tenue y el olor a café en el zaguán hizo por demás agradable el encuentro con el amigo.

Había tiempo, no había prisa. La experiencia hace que algo tan sencillo como paladear un café en tal circunstancia sea muy satisfactorio.

Casi cinco años después, y tras cuatro de moratoria, estábamos de nuevo reunidos con la posibilidad de poder cazar alguna tórtola común en San Cristóbal…

Precinto Digital de Caza

Por fin la Comisión Europea había permitido la captura del 1,5 % de la población estimada de tórtola europea.

Asignando un cupo global por cada autonomía y/o isla y/o provincia, aunque no en todas se autorizó su caza.

Fundación Artemisan ha sido una de las instituciones que más se han significado para conseguir este logro, además, entre otras, de la Real Federación Española de Caza y las federaciones autonómicas.

Uno de los requisitos de la Comisión Europea para autorizar la caza de la tórtola europea ha sido una método fiable de registro de capturas.

Así, con la financiación del MAPA, Fundación Artemisan puso en marcha el Precinto Digital de Caza (PDC), y este a disposición de la comunidades autónomas, ocho de las cuales lo adoptaron para el registro de tórtolas cazadas, entre ellas Castilla-La Mancha.

Pablo, como titular del coto, tuvo que hacer un curso on-line gratuito impartido por Fundación Artemisan sobre el PDC.

Una vez en el campo, la aplicación resulta muy sencilla de usar.

Descargué la aplicación, escogí el coto, me aceptó en su aplicación, y así de fácil.

Enseguida tuve en el móvil mi cupo de tórtola europea asignado para ese día en ese coto. Al terminar la mañana, precinté las tórtolas cazadas y ya está.

Polémica

Pero, la polémica ha surgido, entre otras cosas, porque hay que facilitar datos personales al inscribirse.

Personalmente, no tengo problema alguno en facilitar mis datos para una mera gestión técnica de Fundación Artemisan, conozco desde hace años a mucha de su gente y sé que nunca los utilizarían o harían un uso indebido de ellos, amén, que su gabinete jurídico es de sobrada solvencia.

Algunas entidades de ámbito nacional o castellanomanchego, han protestado por que esos datos se entreguen a una entidad privada:

«La información recabada se aloja en servidores externos a la Junta, sin conocer su ubicación, condiciones de seguridad ni garantías sobre los derechos de los usuarios».

«Los únicos datos necesarios son los relativos al censo y localización de sus poblaciones y al control con el precintado de las capturas realizadas en cumplimiento de la normativa. Otros datos de índole personal de los cazadores no son necesarios».

A lo que Fundación Artemisan respondió en un comunicado:

«Fundación Artemisan recuerda que las administraciones autonómicas son las únicas competentes y responsables del tratamiento de los datos de la aplicación.

«Es decir, en aquellas comunidades autónomas que han suscrito acuerdos de colaboración para la implantación del PDC, Fundación Artemisan únicamente trata los datos como plataforma tecnológica y no puede utilizar los datos para otro fin que no sea el de gestionar la aplicación.

Una mañana de agosto (y II)

En total para el coto de San Cristóbal habían autorizado la caza de seis tórtolas para los días que se permitió su caza en Castilla-La Mancha, el 23 y el 24 de agosto.

Antes de las ocho, con las paralelas al hombro, pusimos rumbo a los puestos.

El sol a duras penas conseguía media hora después de salir abrirse paso entre las nubes matutinas veraniegas.

Buena temperatura, sin aire, ideal.

Como siempre, un despiste hizo que no tuviera efectiva la aplicación del Precinto Digital de Caza a las ocho y veinticinco.

La sorpresa agradable fue que, seguramente por un reajuste de los cupos por cotos que habían renunciado a cazar la tórtola, disponíamos de quince tórtolas para cazar entre los dos, aunque Pablo, prudente, dijo que no pasaríamos de las seis que teníamos asignadas de antemano «por si acaso».

Me colocó el amigo en una charca que ya conocía por haber estado un par de años antes armado de cámara con la intención de fotografiar tórtolas comunes: ¡fracaso! (por mal fotógrafo, no porque no entraran). Aunque sí hubo acierto fotográfico con algún que otro pajaril.

En la charca

Él se colocó en una punta de un girasol donde intuía que podía haber paso de tórtolas, renunciando de antemano a las seguras torcaces, pero no había paso.

Ni donde se colocó dos horas después.

Como ya he comentado, sólo pretendíamos probar el sistema, el Precinto Digital de Caza, además de disfrutar de una agradabilísima mañana en el campo.

Si acaso entraban muchísimas, tres cada uno y a precintar.

Si no fuera así, al menos yo, que estaba en el puesto más seguro, debía controlar las entradas a la charca y donde era mejor colocarse para disparar a gusto.

No podía quedarme por la tarde –las prisas son el mayor enemigo de la caza– y si era necesario Pablo intentaría completar el cupo en la charca en puesto vespertino, ya que el 24 no tenía intención de cazar.

con Pablo tórtola

¡Hay cosas que no pueden cambiar!

Hay cosas que no pueden cambiar, y menos con la edad.

¡Cómo iba a renunciar a hacer una fotografía a un picogordo, a una corneja, a un milano o a un cernícalo!

También que las tórtolas entraban, además de enrabietadas –han sido cuatro años cargando las pilas–, desde casi todas las direcciones posibles.

Por no decir ya la falta de entrenamiento del cronista en esta cacería.

Entraron tórtolas más que de sobra para bajar las tres correspondientes, se quedaron en dos y gracias.

Sólo pasó una torcaz a la que no pude tirar.

Pero hice los deberes, le marqué a Pablo donde me pondría por la tarde para cobrar las cuatro restantes.

Teniendo en cuenta el sol de la tarde y con la experiencia de hacia dos años de cómo eran las entradas vespertinas, había como mucho dos lugares para colocarse, con la ventaja de que no hacía falta camuflaje, la disposición de la charca permitía guarecerse perfectamente de la aguda vista de las tórtolas entre el monte.

En busca de la percha perdida

Llegó el amigo a las once con la LIG al hombro, poco o nada tenía que contar.

Yo parecía una cotorra, mi mañana había sido movida y divertida.

Los alrededores de la charca estaban llenos de rascaderos de los cochinos.

Entonces comprobó cómo estaban los pistachos de alrededor, a los que también los corzos hacen bastante daño a pesar de la protección que tienen.

Salió el agricultor que lleva dentro, no se puede permitir marras, y arregló un par de ellos dañados.

con Pablo tórtola

Quise hacer alguna fotografía al amigo en la misma ventana del bodegón de 2020.

¿Y la súper percha? ¿Dónde estaba mi percha con la collera de tórtolas?

La había perdido, ¡increíble!

Hicimos algunas fotos, precinté y no tuve más remedio que iniciar la ruta de vuelta, mientras que mi anfitrión deshacía el camino andado hasta la charca en busca de la percha perdida.

Menos mal que había dejado colgada a la sombra y la tórtolas se pudieron aprovechar.

Una tarde mágica

Resulta que la LIG tiene los cañones de 3*** (derecho) y 1* (izquierdo) como mi UA a la que me referí en el caso de la torcaz, y que tanto Pablo como yo utilizamos la misma munición para esta ocasión, el fantástico cartucho J&G de 7ª y 32 gramos.

En una tarde mágica en la charca, Pando cobró las cuatro tórtolas comunes previstas, dejando de tirarlas cuando completó el cupo que se había impuesto, dos torcaces y un zorro.

Recogiendo las vainas se fijó mejor, y se dijo, «anda, si estos no son los cartuchos de 7ª».

¡Eran 10ª para la codorniz!, que los guarda en una canana muy similar.

Para que luego digan, hasta un zorro, sin problema alguno. El efecto placebo…

Y las ganas de quedar bien conmigo, sabía el interés que tenía por esa sesión fotográfica, y de no ser por eso, ni se hubiera puesto.

Emilio Rodrigo.

Le acompañó su amigo Emilio Rodrigo, para hacer las veces de fotógrafo, un diez para Emilio en la fotografía, además, siendo muy cazador, no le importó hacer las veces de morralero.

Soy un pelma, e insistí en mi propósito:

–Llévate un amigo, por favor, a ver si te puede hacer algunas fotos similares a las que hicimos en la ventana en 2020.

Pando, en lo cinegético me saca mucha diferencia, similar a los resultados del día, ahora, en lo distraído, yo creo que empata con este cronista que es el rey del despiste. Algún día les contaré…

En lo más importante, con diferencia, Pablo Pando Saiz es buen tipo, amigo de sus amigos.

Hace un par de días que cosechó los pistachos, la cosecha ha sido abundante y generosa de esta exquisitez, el amigo se lo merece.

Una crónica de Adolfo Sanz Rueda

con Pablo tórtola
Fotografía de mañana (arriba) y de tarde (abajo).

 

 

Entradas relacionadas

Reinas de la media veda: codorniz con Raquel del Amo y Ana María Verdasco

Reinas de la media veda: paloma torcaz con Antonio Machuca

Una mañana de septiembre

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.