
Hay truco, Antonio Machuca son dos, Antonio Machuca Duque y Antonio Machuca Bárcena, padre e hijo.
Con ellos nos acercaremos a la caza de la paloma torcaz en verano, en media veda.
Clichés
Como me repito mucho, más que el ajo, aviso que lo que sigue ya lo he contado, e incluso lo he escrito, y seguramente más de una vez.
Había dejado reciente la etapa de morralero, con la edad preceptiva para ‘sacarme los papeles’ y poder tirar.
Algunas veces acompañé a mi padre a una de sus pasiones, la paloma torcaz, le gustaba tanto en verano como la versión migratoria, por aquel entonces más abundante que la nidificante. ¡Cómo ha cambiado el cuento!
Me dejaba tirar a mí mientras él observaba para corregir los fallos. Tenía trabajo, porque los errores venían a ser entre el noventa y nueve y el cien por cien.

«¡Papá, papá, a esa la he sacado las plumas!»
Con la del 20 intentaba correr la mano como me indicaba mi progenitor, y a alguna lograba sacarle las plumas en tiros siempre traseros.
Entonces, eufórico, decía:
–¡Papá, papá, a esa la he sacado las plumas!
(La verdad es que uno era un poco malo, y decía «¡papa, papa…!», sin acento, que era algo que le ponía muy nervioso, pero era tan bueno que se lo tomaba a risa, aunque…).
A lo que el paciente y buen padre, que a esas alturas llevaría ya una percha abultada, contestaba:
–Nene, la plumas hay que metérselas no sacárselas.
(Lo de «nene» era pura venganza por lo de «papa». Ese palabro me desquiciaba; donde las dan, las toman).
No digo que fuera una frase original de Adolfo Cantoblanco Sanz, ni mucho menos, pero yo por entonces sólo se lo había oído a él.
Me decía otras cosas que sí que había escuchado a otros cazadores, como que la torcaz está a tiro cuando se le ve el collar.
Y esto me parece relevante para su caza en media veda, ya que los tiros suelen ser más cercanos que en los pasos de las migratorias, además, también entran ejemplares jóvenes que aún no han marcado el collar.


Antonio Machuca Duque
El caso es que en aquella época aquel niño ‘saca plumas’ estaba totalmente envenenado con las monterías y dejé de lado no sólo las torcaces, sino cualquier otra cacería que no fuera montería, gancho, batida o similar.
Siempre que me tocaba ir, me turnaba con mis hermanas, era víspera sin dormir, y después no sólo era disfrutar de la montería y de los poquísimos bichos que entraban, era disfrutar de mi padre y de sus amigos, Jorge Hajduka, Luis Apelio García y otro rehalero, íntimo de todos ellos y también gente buena, muy buena, el Dr. David Bibi Machuca de Talavera de la Reina.
Era una delicia estar con ellos, escuchar y aprender.
Pasaron los años y así, en un abrir y cerrar de ojos, llegó la etapa universitaria.
Cuando ya llevaba un par de años pegándome con series y derivadas, se matriculó en la escuela Antonio Machuca Duque, el hijo de Bibi, ¡al que curiosamente no conocía!
Me lo presentó otro hermano, al que sí conocía con anterioridad, Paco Largo Sánchez, que también se matriculó ese año.
El caso es que se entabló –entre los tres– una profunda y larga amistad que perdura hasta hoy.
Paloma torcaz
Con el paso del tiempo comenzamos a acudir a las tiradas de media veda que Antonio y su padre organizaban para familia y amigos en El Robledo, la finca familiar cerca de Arenas de San Pedro, entre el pie de Gredos oriental y el río Tiétar.
Bibi era también muy aficionado a las torcaces, le gustaba muchísimo y era un artista del cimbel.
Los Machuca preparaban las tiradas a conciencia, controlando los pasos y eligiendo con exactitud los puestos, que eran auténticas obras del arte del camuflaje, algo imprescindible para tener éxito con las torcaces.

Por aquellos años, finales de los ochenta – primeros noventa, la paloma torcaz en media veda abría antes que ahora en Castilla y León.
Esto permitía tres tiradas a priori buenas, una primera fuera del comedero y dos en el comedero (natural, nunca han cebado), siendo normalmente la mejor de todas la primera del comedero.
Pero había tantas posibilidades, que a veces sólo nos juntábamos Antonio, algún que otro amigo y yo con intención cinegética.
Esa fue mi oportunidad de aprender del amigo.
La oportunidad
Ya no estaba envenenado por la pócima montera de la niñez y la adolescencia, ahora estaba abierto a otras posibilidades cinegéticas incluso piscícolas.
Y una de ellas era recuperar esas tiradas de verano abandonadas años ha.
En esas tiradas que no había mucha gente y Antonio no tenía que atender a sus invitados, no pocas veces incluso ‘doblaba’ con él para aprender, y claro que aprendí.
Antonio Machuca Duque era –es– un CAZADOR en plenitud, finísima escopeta y finísimo rifle, condición que no ha perdido.
Por mi parte ya estaba más cuajado y sin aquel exceso de afición de los comienzos, sólo con eso el paupérrimo porcentaje de acierto palomero de los inicios ya había subido.

«Agáchate, aguanta un poco más y cuenta hasta tres»
Los puestos, como ya he comentado, estaban perfectamente camuflados, Antonio me enseñó un truco.
Cuando se veían en lontananza las torcaces con intención de entrar, me avisaba:
–Adolfo, agáchate. Y ahora, cuando creas que ya están encima, cuenta hasta tres despacio y levántate.
El truco no fallaba, y se automatizaba muy pronto, sin necesidad de contar.
Y lo que se conseguía era tranquilidad y sosiego a la hora de tirar, incluso con las palomas que no se sujetaban a ese patrón, las que entraban de sopetón y no daban opción de agachado o las que, por contra, cruzaban más largas y quizá no era necesario agacharse, pero al hacerlo siempre se corría la mano con más serenidad aumentando mucho la efectividad.
Consiguió el amigo que un tirador endeble como este cronista tuviera una etapa de buen tirador de torcaces en verano.
Incluso con las tórtolas comunes, que en aquellos años algunas entraban en El Robledo, conseguir y a veces superar el vaticinio que siempre daba mi padre: «una escopeta fina, cada tres tiros una tórtola».
He de decir que él mismo, Bibi o Antonio superaban siempre esa marca.

El regreso
Muchos años después regresaba a cazar a El Robledo, quizá más a enredar y a conseguir material para acompañar a estas letras.
Por múltiples circunstancias hacía mucho, muchísimo, que no iba por allí con intención palomera.
Qué ruta más agradable desde Madrid por la M y CL 501, ¡cuántos recuerdos!
Viaje tranquilo, como siempre. Tras la frugal comida rematada con café para evitar posibles somnolencias al volante.
Otra tarde camino de El Robledo, porque allí de siempre se tira por la tarde, nunca por la mañana.
Apretaba ese calor seco, que parecía caer a plomo sin una brizna de aire, el pasado 26 de agosto, el martes que se abría la caza en media veda para las palomas torcaz y bravía en Castilla y León.
Antonio me comentaba además de incidir en que en El Robledo son mejores las tiradas de tarde, pero que debido a lo tardío de la apertura da para dos tiradas en el comedero, una buena y otra regular.
–Seguramente por el calor, las tiradas no duran más de hora y media como mucho dos– añadió.
Como en los viejos tiempos, sólo tres cazadores, Antonio, su hijo pequeño y tocayo, Antonio, y este cronista.
Miguel, el otro vástago de Antonio que también caza, no nos podía acompañar.

Carmen Basarán Conde dixit
Carmen Basarán Conde, presidente del Real Club de Monteros y de la Oficina Nacional de la Caza, expresó en su magistral prólogo de un libro imprescindible, El legado del Dr. Marcial Gómez Sequeira, lo que son los valores de la caza:
«La caza es fuente de aprendizaje… nos enseña multitud de valores que luego vamos a aplicar en nuestro discurrir por el mundo. Es fuente de educación y formación del hombre.
«La caza inculca conocimientos no sólo de la naturaleza sino también de geografía, botánica, zoología, sociología, de urbanidad y valores tan importantes como la paciencia, el esfuerzo, la puntualidad, la amistad, la valentía, la prudencia, la compasión, la aceptación del fracaso… y un largo etcétera.»

Tempus fugit
Carlos Casilda Sánchez en el caso de la codorniz, nos acercó a dos jóvenes cazadoras, Ana María Verdasco y Raquel del Amo, muy implicadas en la defensa la caza, sobresalientes en la competición y magníficas en la práctica cinegética.
En este caso, para la paloma torcaz nos hemos acercado a un padre y a un hijo, para ver cómo se transmiten esos buenos valores de la caza.
Antonio ha brindado a todos sus hijos la oportunidad de cazar, fueron morraleros, dejando después que tomaran su propio camino, si querían seguir cazando o no, y en caso de continuar cazando hacerlo a su modo.
Como ya he comentado, los dos pequeños, Miguel y Antonio, han optado por hacerse de la cofradía de San Eustaquio.
El ser buenos tipos, educados, sosegados, camperos… ya lo traían de serie. Herencia genética.
Una ventaja para el abnegado padre, que ‘sólo’ ha tenido que transmitirles el cazar conforme a la ética.
Cuánta dedicación, pero los chavales lo han puesto fácil, y cuando fueron cumpliendo la edad preceptiva, nunca antes, comenzar a tirar primero con la escopeta y después con el rifle, pero siempre con Antonio padre de morralero.
Es, en cierto modo, como cerrar el círculo, el morralero que vuelve a ser tal, y que en esta segunda etapa es cuando más ha disfrutado de la caza.
Mas, el objetivo de Antonio se ha cumplido plenamente, y actualmente ya son cazadores hechos, concienciados, respetuosos y para nada ansiosos.
Tempus fugit.


La herencia: un cochino con mucha carga sentimental
Antonio júnior es encantador.
Más de vivencias, de lances, que de trofeos y récords. Como su padre.
En cierta ocasión, cazando de resaque en Huesca, Antonio sénior volteó un cochino formidable.
Antonio siempre que ha podido ha llevado allí a sus hijos, porque es un lugar donde se transmiten muchos de esos valores que comentaba Carmen, gente y caza auténticas.
Fue muy emotivo, porque lo cazó con el express paralelo Anton Sodia del 9,3×74 R que heredó de su padre.
Un cochino imposible, que se salía zorreado del resaque, de puntillas… pero, tuvo la mala suerte de toparse con Machuca.
Antonio hizo lo que su padre le enseñó a hacer, fue un homenaje a Bibi, un cochino con mucha carga sentimental.
Estaba emocionado Antonio por lo relatado, yo también porque había vivido de cerca todo el significado de ese rifle. Nudo en la garganta.
Pero quien más emocionado estaba era Antonio hijo, ¡porque había cazado su padre con el rifle del abuelo!
Y eso que ese día recibió una pequeña gran lección.
El resaque, con muy pocas escopetas para cubrir mucho terreno, permitía al padre y al hijo escoger donde se ponían en esperas (así nombran a los puestos) contiguas.
El sénior lo vio enseguida:
–Mira, Antonio, en el barranco tienes más tiradero, pero el escape de los cochinos es este, mucho más cerrado.
–Prefiero el barranco, papá.
–¿Seguro?, el sitio es este.
El júnior no cambió de opinión, pero después al ver el cochino que había cazado su padre y con el rifle que lo había cazado, justo por donde le dijo que era el escape, se emocionó de verás, ¡mucho más que si lo hubiera cazado él!
Respeto por lo cazado
Regresemos, que ya es hora, a la tarde del 26 de agosto en El Robledo.
Les decía que calor seco sofocante, calima.
Antonio había preparado dos puestos como los de antes, para su hijo y para mí, él se «buscaría la vida».
Tarde divertida, pero como muy bien vaticinó Antonio, hora y media de tirada fuerte.
Cero tórtolas comunes, que ya llevaban varios años entrando mucho menos, por lo que Antonio no había solicitado la posibilidad de tirarlas, aunque, en el caso de poder hacerlo, no se podrían tirar hasta el día 30.
Enredando para arriba y abajo, ni hacía fotos ni cazaba, me centré un ratejo para recordar el «agáchate, espera y cuenta hasta tres»; bueno, alguna bajé, pero a años luz del tirador que llegué a ser gracias a mi amigo.
Ahora resulta que llevo años siendo más fotógrafo que cazador de torcaces.
Afición sigo teniendo mucha, aunque no tanta como cuando les sacaba las plumas.
Los Machuca, más centrados, tiraron con asiduidad durante la hora y media, estaban a Rolex en vez de a setas.
Me llamó la atención que Antonio hijo, sabía por las indicaciones que me dio su padre donde estaba puesto, no tiró a palomas que le entraron francas.
Y es que una las muchas cosas que le ha inculcado su padre es el respeto por lo que se caza, y no tirar a torcaces –o cualquier otra especie– que después no pueda cobrar.
La torcaz en la cocina
Además, en casa de los Machuca se aprovecha todo lo cazado, y concluida la tirada se evisceran todas las palomas cobradas.
Antonio es muy completo, y las cocina al vino tinto, o con arroz, ¡están buenísimas!
Padre e hijo completaron unas perchas más que dignas, aunque el sénior reconoció que le costó coger el punto, pero cuando lo cogió, el resultado fue excelente, como siempre.

La segunda tirada
Animado por el movimiento del primer día, por primera vez en mucho tiempo Antonio organizó una segunda tirada a la que desgraciadamente no pude asistir.
Acudieron amigos de los habituales de aquellas tiradas históricas de juventud, como Antonio Gibaja Rodríguez o Paco Largo al que acompañaba su hija Pilar.
Cuatro puestos para el pasado sábado 30 de septiembre, ya que Antonio hijo tampoco pudo ir.
Pilar es un cielo, y ha seguido exactamente el mismo camino de formación cinegética que Miguel y Antonio.
Paco ha sabido transmitirle perfectamente esos excelentes principios de la caza; la educación, la tranquilidad, la bonhomía… ya las traía de fábrica.
Aún hoy, su padre prefiere ser morralero o secretario de su hija que cazar él.
Antonio Machuca Duque no se equivocó de nuevo, hubo menos movimiento que el martes. A destacar el raposo que cazó Paco y que curiosamente le entró al puesto cuando se tranquilizó la tirada; zorro que es especie cazable en Castilla y León en media veda como en otras muchas comunidades.

Con paralela de tres y una estrella y 6ª
Actualmente los Machuca cazan la paloma torcaz con una pareja de escopetas AYA heredadas de Bibi.
Antonio padre reconoce que no es lo ideal para la media veda, pero que a sus hijos y a él les gusta tirar con paralela.
Las AYA tienen 3*** en el cañón derecho y 1*** en el izquierdo.
–Con el izquierdo tiro las palomas más que van más altas y largas– comenta Antonio.
En cuanto a la munición emplean un cartucho de 32 gramos de 6ª, cuando había tórtolas Antonio tiraba con 7ª.
En invierno las tiran con 5ª.
Curiosamente, yo heredé una Unión Armera de las mismas características que las AYA de Antonio, y siguiendo las recomendaciones de mi amigo utilizo la misma munición.
Ayer, 21 de septiembre, se cerró la media veda en Castilla y León, y a pesar del revuelo formado por cazarse de nuevo la tórtola común, la paloma torcaz sigue siendo una de las reinas del verano…, del otoño y del invierno.
Y en primavera también es reina para quienes nos gusta hacerle fotos.
Una crónica de Adolfo Sanz Rueda
