Siempre he oído aquello de la cuadratura del círculo, referido a algo que era materialmente imposible, irrealizable, inviable, poco realista, también aquello que era una quimera, o sueño, en definitiva, dicha frase es un símil para describir aquello que no tiene solución.
Resulta que en matemáticas la tarea consiste en construir un cuadrado con la misma área que un círculo con un número finito de pasos, en el caso de intentar representarlo con compás y regla la tarea no se puede resolver, de ahí parte la frase. Se me olvida decir que no puede resolverse por el número Pi. Ya sabéis, ese número que nos marca el radio de la circunferencia, que es interminable. Esa es la cuestión por la que no se puede resolver, pues al no ser finito no podemos conocer llevarlo al segmento del cuadrado.
Cuatrocientos años antes que Cristo ya se había intentado cuadrar el círculo
Desde el año cuatrocientos treinta antes de Cristo, a través de los escritos de Anaxágoras se había documentado el intento de cuadrar el círculo, con lo que se demuestra que la cuestión viene de lejos.
Dante Alighieri lo menciona en su libro la ‘Divina Comedia’, también James Joyce menciona el problema en su maravillosa obra ‘Ulysses’.
En la Edad Moderna (a partir del descubrimiento de América) se pensó que la solución al problema estaba relacionada con poder conocer la longitud del mar, se llegó a afirmar que el emperador Carlos I de España y V de Alemania ofreció la suma de 100.000 táleros por la solución.
Precisamente el emperador durante su estancia en Granada, tras la boda con su prima Isabel de Portugal, se quedó locamente enamorado de la ciudad de Granada, con lo que pidió que construyeran un palacio que debía ser grandioso, para ello se fijó en que tenía que ser único de un nuevo estilo, que fuera amplio, monumental, maravilloso, sorprendente.
Pedro Machuca y la cuadratura del círculo
A causa de ello, confió en el nuevo estilo del renacimiento, la tarea a realizar recayó pues en el discípulo de Miguel Ángel que procedía de Toledo. Fue Pedro Machuca el arquitecto que se fijó.
Es un hecho muy curioso que el Palacio sea cuadrado por fuera mientras que por dentro sea redondo, tanto que viene a relucir el hecho de solventar el problema de la cuadratura del círculo. Quizás no resuelva el problema, pero sin duda es una clara alusión a el enigma o dilema. Acaso ¿pudiera ser que tratase de mostrar que en el territorio del emperador abarcaba toda la superficie del mar?
Sea como fuere, nuestro amigo toledano, fue arquitecto, pintor, incluso fue denominado como una de las águilas del renacimiento, y sin duda uno de los creadores de la técnica del ‘sfumato’.
Aquí tenemos al toledano apellidado Machuca que crea o resuelve el problema de la cuadratura del círculo (al menos lo plasma en el palacio).
David Machuca Cuchet, tío Bibi
Muchas coincidencias sobre estas líneas me llevan a fijarme en un gran amigo de mi padre, toledano y de apellido Machuca, cuyos hijos (Antonio, Virgilio, David y Paloma) tengo la suerte de tenerlos por amigos.
Este amigo llevaba por nombre David Machuca Cuchet, de profesión radiólogo y trabajaba en Talavera de la Reina, también era agricultor, pescador y cazador empedernido.
De carácter sonriente, siempre dispuesto a ayudar a cualquiera que lo necesitase, emprendedor en montón de negocios, recuerdo que tuvo una armería que era centro de reunión de cazadores, allí los cartuchos para la caza menor eran obligados, siempre tenía buenos precios. Cada vez que comprabas algo tenía un detalle para regalarte, sinceramente pienso que tuvo la armería por aquello de atender a sus amigos, no por negocio.
Recuerdo la armería con deleite pues aquello era mi El Corte Inglés para la afición que me robaba el sentido, tío Bibi, tenía de todo.
Generosidad sin límites la cuadratura
Tanto es así, que una vez en allá por los años noventa en el coto de Piedraescrita en el valle del Gévalo, perteneciente a la comarca de la Jara, y enclavada en el corazón de los montes de Toledo, allí después del sorteo de los puestos, comenzó a caer un aguacero de aquellos que hacen temblar a los monteros antiguos.
Tío Bibi aculó el coche cerca de la casa, abrió luego el maletero y empezó a sacar paraguas y trajes de agua para prestarlos a los monteros, diciendo que luego se los devolviesen. Así era él, generoso sin límites, tanto que no miraba el negocio, pues aquel día surtiría a unos diez o doce monteros de capas, sombreros y guantes, sin pedir nada a cambio.
Un cazador completo al que le encantaba la paloma
Bibi, tiraba con un 9,3 X 74 un calibre contundente con el que no habría que pistear la res posteriormente. Él era daltónico, pero tiraba muy pero que muy bien, en lo que respecta a la menor tiraba bien la perdiz y le encantaba la paloma, aunque no desdeñaba los conejos.
En la mayor, tampoco tenía por costumbre el errar, rápido en el cortadero, tenía un swing magnífico. También era rápido de reflejos, de buen oído (si bien con el paso de los años lo fue perdiendo), buena vista e inteligente en el monte. Vamos, que leía el campo de maravilla.
Sentía devoción por su hermano Antonio, el cual ejerció como padre de Bibi.
Un dedo torcido de tanto usar la escopeta
Un amigo suyo que tiraba muchísimo con la escopeta, fue a verle pues tenía deformado el pulgar. Antes había pasado por varias consultas al médico de la localidad, con lo que suponía que era una artrosis incipiente, pero muy grande, esto en aquel momento era preocupante, pues por edad no le correspondía ese cuadro. Una vez estando en la clínica para hacerle una radiografía, Bibi se negó a hacerle dicha radiografía pues en cuanto le vio supo la causa de sus males, con lo que le dijo:
–¿Qué es lo que te pasa? La cuadratura
–¡Pues que mira como tengo el pulgar!
–Claro el pulgar de la mano derecha, el metacarpiano, y… ¿dices que es artrosis? Mira, yo lo achaco a otra cosa… ¿Cómo andas en lo relativo a la caza, hay palomas?
–Bastantes, pero con la mano que tengo, no soy capaz de tirar bien.
–¿Y cómo sostienes la escopeta cuando vas de caza?
Para ello le acercó un cepillo de barrer que tenía en un cuarto.
Entonces el amigo lo cogió e hizo el ademán de encararse el cepillo.
–Ves, ¿te das cuenta de lo que sucede? ¡El dedo lo tienes torcido de tanto usar la escopeta!
Ambos se pusieron a reír de forma incontrolada.
También fue rehalero
Sus amigos preferidos eran los mejores cazadores que había en aquellos tiempos, lo cual es decir como los mejores de todos los tiempos. Fue hasta dueño de rehala, no importándole los kilómetros que había que hacer para cazar en una finca, principalmente las provincias de Toledo y Ciudad Real fueron las que conformaban su ámbito de actuación, aunque se desplazó bastante a Cáceres, Badajoz, Córdoba y Jaén, en definitiva, la teta de la montería.
Otra muestra de su inmensa generosidad
Cazando en los ojeos no tenía parangón, pero no por su forma de tirar –que también– si no por su generosidad, según me contaron en una cacería que habría cobrado más de la treintena de perdices las cuales las llevaba al punto de reunión, al pasar por la postura siguiente se desarrolla el siguiente dialogo:
–¿Qué tal se te ha dado?
–Bien, pero es que me faltan tres perdices que no he cobrado aún.
Entonces Bibi le dijo: La cuadratura
–No te preocupes ahí te las dejo.
Pasó por la siguiente pantalla y a ese siguiente, le dejó cinco perdices, y continúo con el mismo proceso en las siguientes posturas. Cuando llegó al final tan solo aportó o llevaba consigo un par de perdices. Tal era su generosidad.
Si te enseñaba a tirar, se ponía con una ramita de retama detrás de ti, y si te volvías con la perdiz, te daba un toque y te decía:
–La perdiz siempre la tienes que matar delante.
Otro pescozón cariñoso, te daba si “te asomabas al balcón” al tirar, es decir, si te llenabas de guarro al tirarlo, levantando la cara por encima del encare.
En los ojeos si le tocaba un puesto bueno, no tenía pereza para ceder la postura a aquel que se lamentase de su mala suerte.
–Ponte en mi puesto que yo me voy debajo de aquel árbol.
Al final como tiraba tan bien, bajaba cuarenta tórtolas en una mala postura.
Dos muestras más de su forma de ser en el monte
1. En la mayor una vez estuvieras de recogida, pasaba por el puesto y te preguntaba:
–¿Qué has hecho? La cuadratura
–Pues he pinchado un guarrete, pero ya lo dejo, no encuentro nada.
–Qué va, hombre, eso lo solucionamos ahora mismo, vamos al tiro.
–¡Pero si no encuentro nada!
–La caza no se debe dejar sin mirar bien, no hay que dejar caza muerta en el monte, debes asegurarte.
Como he dicho era daltónico, si bien eso no le quitaba valor a su pisteo, al contrario, Bibi se fijaba en las ramas rotas, en las piedras vueltas, incluso en las veredas limpias, para decirte eso de…
–Eso es sangre, ¿verdad?
2. Estando en el puesto con su hijo y un amigo de su hijo llamado Paco, con su magnífico express, al rato de estar cazando, le dice:
–¡Toma, coge el rifle! La cuadratura
–No, Bibi, que es tu puesto.
–Qué lo cojas, coña, qué voy a mear. No vaya a pasar algo y se cuele sin tirar.
–Vale, hombre, si es así si me vale.
Cosa curiosa que pasó un cochino el cual tiró y abatió el hijo de su amigo.
Médico, agricultor, ganadero, forestal, pescador, cazador…
Recuerdo que me dijo que él cursó la carrera de Medicina pero que lo que realmente le gustaba era el campo, el cual lo estudiaba en todas sus facetas, como agricultor, como ganadero, como forestal, como pescador, como cazador.
En las postrimerías de su vida andaba emperrado en comprarse una casita en lo alto del macizo de Gredos, para pescar las truchas, de la misma forma que intentó cambiar un plan de siembras de su querida finca Majazul para sembrar girasol, de manera que sus nietos tirasen las palomas. En la finca de su mujer del valle del Tiétar, El Robledo, se empezaron a ver unos pocos corzos a los que no quería tirar él. Disfrutaba con que lo hiciesen sus hijos.
Bibi enseñó mucho a aquel que quisiera aprender
Estimo que durante una larga vida todos cometemos aciertos a la par que torpezas, de la misma forma que tenemos virtudes y defectos. No he conocido a nadie perfecto ni tampoco que lleve camino de perfección, pero recuerdo con nitidez cristalina los actos de generosidad hechos por grandes hombres. Ahora en el campo solo suelo ver codicia, quiero el mejor venado, el mejor cochino, el puesto más cómodo, o no mojarme. Bibi enseñó mucho a aquel que quisiera aprender, si bien ni nos dimos cuenta en ese momento ni posteriormente. Ahora desde la distancia, lo rememoro fijándome en esa cualidad tan necesaria en nuestro comportamiento en el campo.
Del campo continuamos aprendiendo día a día, no necesitamos ser codiciosos. Eso de ser generosos en la caza no es sino otro caso de resolver la cuadratura del círculo.