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El Lucero del alba, Venus y la caza del jabalí

EL LUCERO DEL ALBA, VENUS Y LA CAZA DEL JABALÍ

Relato desarrollado en tres actos junto con su epílogo correspondiente.

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El Lucero del alba.

Acto I

El LUCERO DEL ALBA

El Lucero del alba o en inglés Morning star o en francés Etoile du matin.  Esa estrella que se ve en el cielo un poco antes del amanecer.

A toda esa gente de campo acostumbrada a pasar noches y mañanas con costumbres y trabajos de campo, de parideras, cuando los ganaderos buscan la luna para adivinar cuándo pare su mejor yegua, vaca u oveja.

Se da la circunstancia que en pueblos de Extremadura al Lucero del alba se le conocía antiguamente como ‘Matagañanes’, pues el gañán (que en la definición de la RAE dice que es «1. Mozo de labranza» y «2. Hombre fuerte y rudo») trabajaba de sol a sol, con lo que su horario lo marcaba el Lucero del alba.

También cuando el agricultor hace las siembras buscando aprovechar las próximas aguas. Miran si la luna está aborregá. O recoger cosechas de uvas temprano, aún de noche, para que no suba la graduación alcohólica del futuro vino, haciéndolo a la luz del Lucero del alba. Tareas que se realizan a la luz de las estrellas. ¡Qué se lo pregunten a los marineros como les guía en la noche! Es su Virgen del Carmen ahí es nada, la que les guía en la oscuridad. Horas mañaneras o tardías en labores agrarias y ganaderas que se fijan por las estrellas.

Pero vamos al lío. del jabalí

Como se me olvida definir el intríngulis de este acto primero, porque…

…lo que es, o lo que hace esa estrella, es lo que debo explicar para aclarar el relato. O ¿acaso no es una estrella? No, realmente es un planeta. Pero más adelante lo explico.

El Lucero del alba sale las tres horas antes del atardecer y nos marca el oeste. Claro que también este punto cardinal te lo marca la puesta de sol, aunque si no puede ver dicha puesta (por ejemplo, como cuando te pones de espera en un barranco por la tarde), entonces tendremos la oportunidad de orientarnos por el Lucero del alba.

Se pone por el este y sale tres horas antes del amanecer. Es el objeto más luminoso del cielo detrás del sol y la luna. Por esa razón la vemos con facilidad en el cielo. Por eso es la estrella de la mañana. Esa que cantan los onubenses en sus fandangos de Huelva o los gaditanos en sus alegrías, los jerezanos con sus bulerías etc.

También los poetas la han cantado tanto de izquierdas como de derechas, no tiene orientación, por ejemplo, el famoso Lorca con su poema Alba o en el himno del Cara al sol con «dormiré junto a mis compañeros que hacen guardia sobre los luceros».

Vaya rollo, ¿verdad?

Pero cuando nos ponemos de espera en la tarde buscamos la luz de ese planeta para que no nos deslumbre la puesta de sol nuestra vista y podamos hacer un tiro sin problemas. O si salimos de mañana al vaqueo o a los pasos de retirada o a las cuerdas de la sierra para coger la entrada de la caza a los encames en la sierra, tenemos que orientarnos para que el sol no nos dé en la cara cuando salga para que tengamos tiro limpio.

Pues eso.

Puntazo…

Para el Lucero del alba.

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Venus o el Lucero del alba.

Acto II

VENUS

Venus es el segundo planeta del sistema solar en orden de distancia desde el Sol. Es el planeta más luminoso después del Sol y la Luna.

¡Caramba, esto enlaza con el acto primero!

Cierto, el planeta Venus es el Lucero del alba.

Puesto que ya sabemos el enlace de los dos actos me dirijo al desarrollo de este acto.

Venus es el planeta del sistema solar, pero también representa el quinto día de la semana, viernes, claro que también tiene ese nombre, por la diosa romana Venus que es la que representa a la diosa griega Afrodita. Es curioso la mitología Venus (o Afrodita) es la diosa del amor, de la belleza y de la fertilidad. Pero la parte griega es donde tenía más mala leche, los romanos la quitaron gran parte de la frivolidad que le achacaban los griegos. La mitología incluso la achaca el provocar la guerra de Troya al hacer que Paris se enamorase de Elena. El hijo de Afrodita o Venus era Cupido.

Cuenta la mitología que la disputa entre Afrodita y Perséfone (diosa de los infiernos) por Adonis las cuales se quedaron prendadas de él. del jabalí

Zeus para evitar la guerra entre las dos diosas, decidió compartir entre ambas el tiempo de Adonis, de la siguiente forma un tercio con Afrodita otro tercio con Perséfone y el último con quien Adonis eligiera. Así el cabroncete de Adonis se iba con Afrodita atraído por las malas artes amatorias de esta. Por lo que Perséfone tuvo un ataque de cuernos importante. Como era mujer cornuda, tenía que vengarse y ya sabéis que «no hay nada más peligroso que una mujer cornuda con deseos de vengarse».

Mientras el bello Adonis se pasaba el tiempo dándose la buena vida, con su amor y sus aficiones. Resulta que lo que más le gustaba a Adonis era la caza. Afrodita le dijo que tuviese cuidado con los jabalíes pues tuvo un presentimiento. Y a nuestro Adonis lo que le gustaban eran los guarretes.

Entonces nuestro Adonis se iba creciendo en la caza, de forma que cada vez tomaba más riesgos los guarros, pues se perfeccionaba en su caza, tomaba mayores riesgos, pues mejoraba cada día.

Esto querido amigo, es por lo que hemos soñado los hombres cazadores. El tener la diosa del amor, belleza y fertilidad en la cama y jabalíes para cazar cada día.

Una pasada, verdad.

Pero claro no se puede ser feliz siempre, esta combinación de la caza y las mujeres en el mundo helenístico, no podía pintar bien. Además, me he quedado a la diosa de los infiernos cabreada, con lo que Perséfone no se podía quedar quieta, pero mejor dejo algo para el acto III.

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«Ares se convierte en jabalí, pero no uno cualquiera, sino en jabalí por excelencia con unos colmillos descomunales».

Acto III

LA CAZA DEL JABALÍ

He aquí que nos habíamos quedado con nuestro Adonis cazando jabalíes con una pasión sin freno para que después, celebrase la cacería encamándose con la diosa de la belleza.

Perséfone con un ataque de cuernos se cabrea con lo que acude a Ares el dios de la guerra, que además fue amante de Afrodita, con lo que el coctel estaba servido. Ares se convierte en jabalí, pero no uno cualquiera, sino en jabalí por excelencia con unos colmillos descomunales y se presenta ante Adonis.

Adonis ante la vista de semejante animal se pone más nervioso que un constructor ante un inspector de Hacienda.

El guarro que pone pies en polvorosa, Adonis que atraviesa los montes tras de él. Lo busca, lo rastrea. El taimado guarro lo encela, poco a poco, le envenena. La pelea continua, uno detrás del otro, pero el final se acerca. Ya se acerca el final, el guarro planta cara Adonis que se le echa encima. Pero el guarro conoce la táctica que debe emplear para la batalla final, finta la acometida y raja las piernas de Adonis dejando que se desangre lentamente agonizando.

Acude Afrodita corriendo al lado de su amante, cuando llega se encuentra el cuerpo yacente sobre el cual rocía néctar, de forma que cada gota de su sangre se convierte en una flor roja llamada anemona. Al hacerlo se hiere con las zarzas, con las gotas de sangre que se le caen a Afrodita nacen unas flores parecidas a las rosas que se llaman Adonis.

El cazador cazado y por otro lado Perséfone que impone su venganza contra Afrodita a través de Ares. Podemos pensar que Perséfone pierde, pero como habíamos dicho era la reina del inframundo, con lo que al final sale ganando pues se queda con Adonis.

Afrodita al sentirse engañada recurre a Zeus y este dictamina que pase seis meses con cada una. Para ello consigue la inmortalidad para Adonis.

«Entonces eres tú el que lo decides según esté el agarre, pero siempre debes tener prudencia, pues hasta los semidioses caen acosados por los guarros».

EPÍLOGO DEL JABALÍ

Cuando salgo por la mañana de amanecida de caza con mi rifle tras los pasos de retirada hacia los encames de la sierra, cuando me camuflo entre las jaras, cerca de una vereda esperando que salga un guarro a algún clarete donde ponerle patas arriba, cuando en un colladete espero en el callejón el paso del guarro, es cuando estoy solo cuando me acuerdo de la leyenda de Adonis.

Pero, sobre todo, se me viene a la mente la leyenda, cuando en el monte acudo a un agarre, con el acero asido bien fuerte en mi mano derecha, apartando con la mano izquierda las jaras para poder ver al guarro o a los perros, con el corazón a doscientas pulsaciones, lleno de dudas pero con toda la adrenalina en la sangre, sin saber si lo tendré de cara o de culo para que pueda o no entrarle a cuchillo, desconociendo si los perros le tienen bien sujeto, si tiene pocos o muchos, si tiene uno de mis amados mastines o un alano que me den garantía para el agarre (que no me fío de otras razas), es en ese momento cuando la prudencia me para. del jabalí

Años atrás tuve un sustillo, en los montes de Almadén. El caso es que iba con los perros cazando una solana, cuando ya mediada la montería se produjo un agarre. Al entrar al agarre, los perros soltaron, viniéndose el guarro hacia a mí, con lo que reculé tan pronto como pude, pero este me acometió y me volcó tirándome tarascadas con sus colmillos, con lo que me jodió los zahones y los tacos de las botas, y no me pringó por un mastín terciado de una afamada rehala manchega que volvió a apresar en la oreja dándome el tiempo suficiente para levantarme de un salto, luego un par de podencos se unieron al mastín, lo que aproveché para buscarle el codillo y terminar con esa función.

Es en ese tipo de momento recuerdo a Adonis, hasta que al final, termino hundiendo el acero entre la paleta y el sobaquillo del guarro, mojando mis frías manos con la caliente sangre del guarro, aguantando en el lomo la acometida del guarro que se produce cuando le hiero de muerte, parándole poco a poco, robándole las fuerzas.

Ahí sí dudas, amigo, es cuando puedes perder, esa es la eterna duda de pinchar al guarro e irte hacia atrás huyendo de la acometida o por el contrario fundirse con el guarro en el abrazo de la muerte. Muchos te dirán lo que tienes que hacer, pero pocos se ven en esa situación. Entonces eres tú el que lo decides según esté el agarre, pero siempre debes tener prudencia, pues hasta los semidioses caen acosados por los guarros. del jabalí

Un artículo de Tomás Cortés Sánchez

Talavera de la Reina, 3 de febrero de 2020

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