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Diógenes (y II). Canícula, por Tomás Cortés

Diógenes. Rehala
Utilizando la figura de Diógenes y la astrología, Tomás Cortés vuelve a defender sin tapujos a rehaleros, perreros y rehalas.

Se conoce como periodo canicular o canícula a los días del año en el que las temperaturas alcanzan su máximo. Por lo general coincide con la temporada que comprende del 15 de julio al 15 de agosto.

Antiguamente, unos cinco mil trescientos años atrás, coincidía el orto o salida de la estrella Sirio (conocida como ‘la Abrasadora’ de la constelación Can Mayor) con el solsticio de verano, pero debido al grado de inclinación del eje de la tierra se va espaciando dicha salida de Sirio, de forma que lo que se conoce como precesión hace que el orto de Sirio sea ahora a principios de septiembre.

Diógenes. Rehala
Unas formas por las cuales se rigen estas cabañuelas son la aparición de nubes o claros o vientos durante los días de agosto.

Las cabañuelas Diógenes

Los agricultores de la antigüedad miraban al cielo estudiando la forma para empezar la época de las siembras con la intención de aprovechar mejor la temporada de aguas para la germinación del grano.

Eso se ha ido transmitiendo en base a formación verbal, llegando hasta nuestros días lo que se conocen como las cabañuelas.

Unas formas por las cuales se rigen estas cabañuelas son la aparición de nubes o claros o vientos durante los días de agosto, correspondiendo cada día de agosto a un mes en particular.

De esta forma si el 2 de enero sale con nublados y se ratifica con la fecha del 25 de agosto, esto nos puede llevar a estimar que el próximo enero del año 2022 saldrá lluvioso.

A decir verdad, no conozco para nada el funcionamiento de las cabañuelas, pero por lo que me han explicado algunos pastores (que son los verdaderos maestros en esto de las cabañuelas) el funcionamiento es parecido a como lo he descrito.

Diógenes. Rehala.

Rehalas, rehaleros, perreros Diógenes

Bueno, sirva pues lo descrito para relacionar la astrología con la meteorología y el conocimiento popular.

Además, puesto que hablamos de CANES, y que la vez anterior se me quedaron entre las teclas del ordenador unas cuentas ideas por expresar en lo relativo al mundo de las rehalas, los rehaleros y los perreros, debo iniciar el artículo con los perros.

Actualmente vivo en Badajoz donde el calor en la canícula es extremo, recuerdo la conversación entre dos personas:

—¿Tú, de dónde eres?

– Yo, de Badajoz.

—Pues allí el invierno es corto, ¿verdad?

– Fíjate si es corto que el año pasado cayó en jueves.

Pues amigo, si la canícula es dura para nosotros, imaginaos la dureza de cuarenta perros sobre un suelo de cemento y con unas chapas por tejados, para que luego, a la hora de las monterías, un mes más tarde, estén a punto con el objetivo de cazar.

Diógenes. Rehala

Envidia, incomprensión, sentimiento de culpa… Diógenes

Debo confesar que a muchos de los perreros y rehaleros los miro con cierta envidia. Envidia de no tener sus fuerzas, su determinación, sus pulmones, su capacidad de sufrimiento, su valentía, pero, por otro lado, otras veces los miro con lástima por la incomprensión por parte de algunos monteros.

Me explico mejor, un sentimiento de culpa, pues muchas de las veces son vituperados, censurados y por supuesto criticados, como cuando sale mal la montería. “Los perros han sido muy malos”, es un clásico dentro de los reproches en las juntas.

Otras veces, cuando al montero no le ha entrado la res durante el transcurso de la montería (vamos, que no le ha cumplido al puesto), la culpa es de esa recova pues “me han espantado la pieza”.

Los miro con piedad cuando al rehalero le dicen que a ver si alimenta a los perros que se han comido media cierva, mientras que es una máxima de la montería, que el perro debe morder la caza. (Aunque una cosa es morder y otra alimentarse).

También en las monterías al principio de temporada, después del parón de ocho meses, se les culpa, no haciéndose caso de la meteorología. Ejemplo, si hace un calor asfixiante a principios de octubre, no debes dar una solana sin tener en cuenta que no hay agua para que los perros se refresquen (Qué poquitos piensan en ello).

Vergüenza y cargo de conciencia Diógenes

Siento vergüenza de llamarme montero cuando en el vehículo que me llevan o me quitan de la postura pasa delante de los camiones de los perros con gran indiferencia, tanto que a veces ni tan siquiera los saludan.

Por supuesto, tengo cargo de conciencia cuando a los perreros pasan por mi puesto y no tengo nada con lo que aliviarlos, por regla general siempre llevo en el macuto vino o agua, pero a veces si tengo que subir un poco para llegar al puesto, dejo el macuto en el coche, por no cargar con el peso.

Diógenes. Rehala
Recova del abuelo del autor en la década de 1940.

“En este asunto de los perros de rehala no soy imparcial, no puedo ni debo serlo”

Debo decir que en este asunto de los perros de rehala no soy imparcial, no puedo ni debo serlo, me hierve la sangre cuando veo un mal hacer, lo que provoca que mi prudencia se vaya al traste no pudiéndome contener, lo sé, hay veces que me excedo; vamos, que maldigo, o dicho en terminología venatoria, se me erizan las crines de la nuca como las de un cochino si me tocan a un perrero injustamente.

Provengo de familia de rehaleros como ya dije, lo he vivido dentro, por y para perros. Como le dije a mi amigo Pepito M. derrocharía si pudiera, tres haciendas en el mantenimiento de mi afición.

Mi abuelo cazaba con su rehala en los inmediatos años posteriores a la guerra, luego compartió la recova con el tío Floro, montero extremeño muy famoso. Tuvo cinco hijos, varones todos, y tuvieron rehala independiente, cada uno según su forma de entender los perros.

Mi padre, viviendo en Toledo, junto con otros trece MONTEROS y REHALEROS de renombre, crearon en el año 1974 el Centro Municipal de Rehalas de Los Yébenes. Por aquel entonces era una de las mecas de la caza, junto con Córdoba y Jaén. Dentro de Toledo, sin duda, Los Yébenes era un referente (pero este asunto lo dejo para otra vez).

Diógenes. Rehala

El monte en los setenta era distinto

Está claro que en los años setenta el monte era inaccesible, sin carriles, sin cortaderos, con los vehículos de aquella época que se averiaban constantemente, entonces solo cazaban unos cuantos locos, pues cabía la posibilidad de quedarte en la mancha a pasar la noche.

Mucho ha cambiado la caza, la montería y el arte de montear desde aquellos años, no me considero capaz de juzgar (ni tan siquiera erigirme en juez) si antes era mejor o no, a la par que entiendo que no es en estas líneas donde se debe establecer el debate. Intento establecer la problemática de los rehaleros.

El rehalero actual Diógenes

Volviendo a nuestro rehalero actual, este se pasa medio verano pegado al teléfono, buscando las manchas donde meter a sus perros, pidiendo favores.

Muchas de las veces incluso no cobra por meter sus perros en una montería, con el fin de que se fijen en sus perros para que puedan entrar a cazar con una orgánica.

Otras veces la orgánica le dice al rehalero: “Si quieres meter tus perros tienes que comprar una acción de tantas monterías”. El rehalero que siempre anda intentando contener los costes, ve entonces como le sobreviene otro coste inesperado y mucho mayor. Entonces, cuando se mete en ese juego, es cuando se le marcha media hacienda.

Organiza el calendario, vacuna los cachorros, prepara los vehículos, se ocupa de la logística. Busca también en septiembre lugares donde poder soltar los perros para que se ejerciten y estén aptos para la temporada.

Parece mentira, pero es cierto que cuando el vehículo es de otro distinto a la persona que lo lleva este se avería con mucha más facilidad.

Nuestro rehalero absorbe las críticas injustas mientras es vituperado por cualquiera que haya pagado el precio de un puesto, aunque este no haya pisado el monte más de ocho veces al año.

Y… Diógenes

Y luego… está la cuestión pecuniaria, sufragando todos los gastos que ocasionen los perros, a pesar de no tener retorno económico, todo porque tan solo en una montería cualquier persona le felicite por los perros. No, definitivamente, no es una relación igualitaria.

UN PAR DE ANÉCDOTAS Diógenes

Hace ya unos años cazaban los perros de mi tío Javier una finca que estaba situada al lado de donde él vivía en el campo, y me invitó a ir a la montería.

Creo recordar que ese día maté un guarro, de cualquier manera, como siempre, cuando terminó la montería nos acercamos a ver a los perros. Allí Inma nos dijo que aparte de un cochino bravo que cogieron los perros, de suelta agarraron también una cochina mansa. Pues el vecino tenía los cochinos lindando del lado donde se celebraba la montería.

Preguntando al organizador si habían avisado, este, nos dijo que estaban más que notificados de la celebración de la montería.

Momentos más tarde el organizador (que era amigo del vecino) rogó y pidió que mi tío Javier diera parte al seguro para que le pagaran la cochina mansa al lindero, a lo que mi tío Javier se negó, por ética.

Para aclarar este asunto, decir que ese año el precio de los cochinos mansos estaba por los suelos, con lo que sí pagaba el seguro los daños el ganadero ganaba algo más de dinero.

Por supuesto que el organizador utilizó la cochina para hacer la matanza de él y de su amigo. No fue este el único caso ese año (aunque sí fue el momento en el que yo estaba presente en los hechos), los perros se llevaron esa temporada unos cuantos animales mansos.

Aquello (lo de no engañar al seguro) le costó a mi tío no volver a cazar con ese orgánico.

Tratar con señorío un asunto espinoso Diógenes

Recuerdo el año pasado en una montería que organizaba mi amigo Roberto W. y su peña, que al término de la montería le aparté del grupo en el que estaba charlando, (no obstante, acudieron un par de ‘excusados’ para ver lo que yo le iba a decir a Roberto), para llamarle la atención sobre una mala acción de una recova, pues esta había actuado muy mal o muy deficiente en su forma de montear.

Roberto con educación exquisita, enseguida los disculpó ante todos los que no habían sido invitados a la conversación, si bien, no quedaba en el olvido en su memoria que los perros de esa recova no corrieron detrás de las ciervas en la suelta, mientras que, en la recogida, la mula del carguero fue desjarretada por las mandíbulas de los perros.

Eso es tratar con señorío un asunto espinoso, posteriormente me dijo que ese día le faltaron tres recovas teniendo que adaptarse de la mejor manera con los medios que tenía.

Era esa una de las últimas monterías de esa temporada, y mi amigo Nono había comprado la mula para su finca, pues decía que era buena para intentar engancharla. Mucho me temo que la mula no admitiría un perro cerca, ni aunque fuera el mastín de un cortijo.

Rehalero y perrero han de ser un binomio perfecto Diógenes

El rehalero debe forzosamente hacer un binomio perfecto con el perrero, ambos deben ir a la misma vez, complementándose las dos figuras, y son tan necesarios el uno para el otro que sin esa ayuda ambos se quedan en la mitad de lo que realmente pueden ser.

Me dice Curro que “hay muchos amos en los perros, pero perrero solo hay uno”, bien, no se trata de establecer las diferencias sino de aunar esfuerzos.

El caso es que hoy los perros de rehala están mal vistos por la sociedad y hasta por muchos monteros, pues no les dan la valía que realmente tienen y, claro, así nos va, el desánimo, la apatía, la desgana y la indolencia cunde entre los rehaleros y perreros.

Antiguamente se tenían deferencias con el rehalero en los puestos, a la par que con los perreros para facilitar su labor. Hoy en día es poco menos que despectivo el trato que se los da en muchos sitios.

Bendita afición Diógenes

Retornando al asunto económico, “si me gasto tanto en la rehala, lo dedico a cazar y no tengo obligaciones”, es lo que van pensando todos aquellos dueños de rehalas. De esta forma van muriendo los románticos rehaleros. mientras proliferan aquellos que tan solo van a buscarse un sueldo, sin importar el cuidado ni el estado de los perros.

Tengo amigos que me han dado las gracias por el anterior artículo, a los que les he respondido que de ninguna manera, que no, que al contrario, que somos nosotros los monteros los que debemos dar gracias, porque los rehaleros y los perreros formen parte de nuestra montería, del trabajo y de los sufrimientos que conllevan esta bendita afición.

Como dice Eugenio A., “el día que los rehaleros y perreros se harten, NO HABRÁ MONTERÍAS”.

Diógenes Un artículo de Tomás Cortés Sánchez

Dedicado a Enrique M ‘el jabalí lampiño’ de la Sierra de San Vicente, por su agilidad y destreza dentro del monte.

Fotografías: Adolfo Sanz Rueda, excepto recova del abuelo del autor

Diógenes. Rehala

Nota: El pasado 12 de agosto uno que hace las cabañuelas, que tiene un blog (El tiempo con JR, es un chaval de trece años), expuso que el próximo enero habrá otra Filomena, veremos pues si acierta o por el contrario (la predicción en la canícula) se equivoca, mientras tanto, yo espero con ansia las monterías de enero, que los perros están muy puestos y los guarros nos darán más de una alegría en ese mes.

Enlace a otros artículos de Tomás Cortés Sánchez

El Lucero del alba, Venus y la caza del jabalí

La Luna, Artemisa y la caza en la noche

Atalanta, la Luna del cazador y Madrid

Equinoccio de otoño  Diógenes

Agronomía y caza (I)

Agronomía y caza (II)

Agronomía y caza (y III)

Solsticio de invierno Diógenes

‘Cogito ergo sum’ (pienso, luego existo)

Equinoccio de primavera

Quitasueños, ¿un error nocturno?

Fotoperíodo, Luna de miel y solsticio de verano

Diógenes (I)

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