Agronomía y caza (y III): la ley de rendimientos decrecientes.
La definición de «Agronomía», según la RAE, es: «conjunto de conocimientos aplicables al cultivo de la tierra, derivados de las ciencias exactas, físicas y económicas».
«¡Coña, que esto empieza a tener sentido!, pues, Tomás, francamente no lo veo todavía. Vamos con las Ciencias Económicas», que me diría alguno…
Sin profundizar en ellas (Ciencias Económicas y Físicas) voy a aplicar una ley sencilla de la teoría económica que me parece que viene al pelo para explicar el desarrollo del artículo.
Ley de rendimientos decrecientes
Esta ley la fraguan los primeros economistas modernos, como Malthus o David Ricardo.
Nos viene a decir que, permaneciendo todos los demás factores estables y constantes, si aumentamos la productividad del otro factor, la productividad total aumentará en menor progresión paulatinamente hasta dejar de crecer, pudiendo incluso disminuir.
Traducido al cristiano, lo explico de la siguiente forma:
Supongamos que una familia se instala en un valle con tierra fértil muy productiva, esta familia la cultiva teniendo un buen rendimiento de los cultivos fijados, a la misma vez que una diversificación de cultivos.
Como están en el valle, pueden irrigar los cultivos, con lo que siembran cereales, patatas, huertas y árboles frutales.
Llega otra familia y empieza a hacer lo mismo, pero, claro, la mejor parte de la calidad de la tierra la tiene la primera familia. Esta segunda, ya no puede poner frutales, pues al estar más alejada del curso del río, no puede regarlos, y en cuanto a las hortalizas tan solo puede poner poca cantidad.
Pasa una generación, con lo que digamos que, en la siguiente generación, son cuatro familias las que dependen del valle.
De esta manera, las dos primeras familias siguen con sus tierras. Mientras que las dos nuevas familias, tienen que cultivar los terrenos más alejados del curso del rio.
Sucede entonces que las últimas familias no pueden regar como las dos primeras familias, con lo que el cereal que consigue nace más pobre y con menos kilos por hectárea.
A pesar que roturan más terreno, la producción es menor. Incluyo que tampoco tienen la diversidad de cultivos de las primeras familias, es decir, que no tienen ni frutales, ni huertas.
Al ser de secano el cultivo produce menos por hectárea, lo que se conoce como rendimiento más pobre o decreciente.
En el caso de que sigan aumentando las familias, llegará un momento en el que para cultivar se tengan que ir fuera del valle donde, extrapolando, esa familia no conseguirá cosecha alguna.
Con los cochinos de montanera nos sucede algo parecido, pues vamos reservando las mejores cercas para ellos, quitando recursos alimenticios al resto del ganado.
Por lo que echamos el ganado ovino a las peores cercas, con menos bellota.
Y, ¿qué tiene que ver eso con la caza? rendimientos
Pues, tan sencillo, como que dejamos la sierra para la caza, con unos rendimientos más pobres con la bellota de los alcornoques que es bastante peor.
Pero si aumentamos, además, la presión ganadera, los rendimientos de la sierra (ya de por sí pobres) no bastarían para la caza.
Si esto lo unimos con el asunto de la carga ganadera, es decir, aumentamos el ganado por hectárea para compensar la bajada en precio del ganado, al final tendremos que la caza tiende a conseguir rendimientos más pobres e, incluso, desaparecer, pues no tienen comida.
Este sería el más claro ejemplo de la ley de rendimientos decrecientes.
Razas autóctonas rendimientos
Como dice la teoría darwinista, la adaptación de las especies al medio en el que viven viene dada por su especialización en ese medio.
Mi frase sobre la adaptación la resumo como un ejemplo muy claro: “La montés, en Gredos, y el cochino ibérico, en la dehesa”.
Que el ibérico catalán que es intensivo con unas producciones bestiales por hembra no sabe igual que un cochino criado en la dehesa. De análoga forma, una cabra montés no me pega en absoluto en la Sierra de San Pedro.
Como me decía un vaquero de la sierra de Gredos: «En la sierra, donde come una vaca avileña, no come una chota limousin».
Llevado a la caza si lo autóctono en nuestra zona es el cochino arocho no deberíamos tratar de cambiarlo por el cochino albar, pues el que está adaptado a esa sierra es el primero.
Me viene a la mente la cuestión de la adaptación del cochino ibérico de extensivo (bellota y cebo campo), sujeto (geográficamente hablando) especialmente a la parte oeste de nuestro país. Y más en concreto en Huelva, Extremadura y Salamanca.
El devenir de la crisis nos demostrará por qué razón unas especies están mejor adaptadas al medio
¿Por qué se da tan bien su desarrollo en esas provincias y no tanto en Sevilla, Córdoba y Ciudad Real, que producen bastante porcino de extensivo, pero no tanto como las cuatro primeras?
El devenir de la crisis nos demostrará por qué razón unas especies están mejor adaptadas al medio y por qué otras deberán de ser ayudadas con suplementación, para su subsistencia, aumentando costes en la gestión cinegética.
La respuesta es la adaptación, por suelo (más profundos), por cursos grandes de aguas (Tajo, Guadiana y sus afluentes) por heladas (menos horas frío y menos horas hielo), por viento (los vientos fuertes tiran la bellota) y por humedad (las riberas arroyos riachuelos y ríos confieren mayor templanza que en Córdoba o Ciudad Real), entre otros factores.
La adaptación al medio rendimientos
Para gestionar la ganadería y la caza, si contamos con la adaptación al medio, nos daremos cuenta que estará solventado la mitad del problema de los recursos alimentación.
Es por ello que, en el caso que se cambie o se introduzca un ganado bravo o incluso manso, no autóctono, éste deberá estar sometido a una buena gestión intensa e interna.
Me viene a la mente el caso de los muflones en algunas fincas extremeñas o manchegas. Estos, están considerados como plaga.
Se soltaron en algunas fincas con el objeto de aumentar la oferta cinegética, pero se fueron expandiendo por las fincas colindantes, sin freno alguno.
De tal forma lo hacen que, enseguida, se adaptan al terreno formando una cabaña numerosa y difícil de abatir, de población piramidal, pues, el ratio de hembra por macho está bastante descompensado, llegando a hibridar con las ovejas merinas, las cuales forman parte del sustento de la finca, rompiendo el equilibrio entre ganadería y caza.
Otro claro ejemplo de que lo autóctono es lo que mejor se adapta a su entorno, es la cabra montés de Gredos, que en la parte oriental de la Reserva de Gredos llega su expansión hasta Puerto Castilla o Tornavacas, teniendo la parte que da al “Este” una notable cabaña, pero careciendo de población alguna la parte del “Oeste”.
Tan solo una carretera marca el límite: la sierra de Béjar carece de cabras monteses mientras que en Barco de Ávila abundan.
Caso análogo sucede con los gamos del Sueve, donde nos encontramos una alta densidad poblacional.
Ambas dos, “El Sueve” y “Piloña”, son reservas separados por un río. ¿Cuál es la causa de que, en un extremo del río, se hayan adaptado los gamos y no en el otro?
Fríos, humedades, heladas, variación en la dieta, flora endémica, vientos, no lo sé… Lo desconozco. El caso es que sucede que en unas zonas se adaptan esas especies, mientras que, en otras zonas, no se produce tal adaptación.
A modo de epílogo rendimientos
Terminé este capítulo a principios de septiembre sin saber lo que realmente iba a pasar con la caza este año a causo de la pandemia. Apenas ha transcurrido un mes y tenemos los siguientes hechos, producidos por el COVID:
- El precio de la carne se ha hundido. El venado cotiza a un tercio aproximadamente de lo que lo hacía el año pasado. Con el cochino es peor: la carne ni la quieren.
- El confinamiento obliga a suspender muchas monterías por falta de monteros. De hoy para mañana (recordemos el estado de alarma en Madrid).
- La duda sobre si cierran ciudades o comunidades provoca que muchos clientes no se decidan hasta última hora sobre si cazar o no.
- Los orgánicos no se quieren pillar las manos al cancelarse las monterías, pero con algunas tradicionales no les queda otra que tirar para adelante y asumir pérdidas.
- Hoteles, restaurantes, gasolineras… que tienen en la caza en el otoño una buena parte de sus ingresos por ventas, no saben si abrirán o no.
- En lo poco que llevamos de noviembre, bastantes orgánicas han suspendido las monterías de este mes, es decir, una cuarta parte ya se ha perdido.
Consecuencias rendimientos
- De momento, la bajada se sitúa en un 30% menos de monteros en monterías nacionales. Y estamos a principios de temporada
- En la caza para los extranjeros la bajada es de un 90%. Ya los compradores habituales de recechos para los extranjeros no saben cómo deshacerse de los precintos para minimizar pérdidas.
- El consumo de carne de caza, ha «desaparecido», con lo que tenemos excedentes de carne. Esta vez, ni esa partida salva las cuentas.
- El problema, bajo mi punto de vista no está en si no se venden ahora las monterías. El problema estaría en el caso de que no se vendieran en toda la temporada. Una cosa es perder un 25 % y otra muy distinta el perder el 75 %.
- Las fincas se quedan huérfanas de quitar el número de las cabezas necesarias por temporada, para equilibrar la población. ¿Se producirá superpoblación?
- Todos aquellos salarios y puestos de trabajo indirectos se verán afectados. Pensemos en cargueros, muleros, perreros, secretarios, veterinarios, carniceros, hoteleros, restaurantes, armeros, Sandach, tasas… En definitiva, la lista es muy extensa que podemos seguir durante mucho tiempo.
Se avecinan tiempos aciagos rendimientos
Según la teoría de los ciclos económicos a los periodos de crecimiento o expansión les llega la corrección mediante una contracción. Pero, ¿hasta dónde podemos tener una contracción? O tal vez no se produzca tal contracción.
¿Se reactivará el consumo de carne? ¿Y la actividad cinegética?
¿Vendrán los extranjeros con más ganas a cazar? ¿Qué sectores asumirán la pérdida económica?
En estos momentos, la desbandada de aquellos que tenían contratadas o apalabradas las monterías, empieza a ser preocupante.
En cierta medida, no tiene sentido el continuar con la montería sino tenemos seguridad de que podremos ir; pero, también es cierto, que en el caso de fuerza mayor esa ausencia se podría aplazar o posponer, de forma tal que la palabra dada se mantuviera.
¿Se reactivará el consumo de carne? ¿Y la actividad cinegética?
Hoy en día no sucede eso. ¿Qué puede haber problemas con posible confinamiento? Pues, entonces, suspendo el compromiso de la acción de montería y, si puedo ir en el último minuto, contrato ese puesto por la mitad del valor. Jejeje, he ganado dinero.
Qué lástima y qué poquitos monteros hay que se vistan por los pies, vamos, que queden como señores y digan: «Mantengo mi palabra y, si no puedo ir, te quedas con el dinero a cuenta hasta que haya una montería o un rececho al que pueda asistir».
El problema para las reservas de caza rendimientos
Tiempo atrás me dio por ir descubriendo las reservas de caza que tenemos en España, pues considero que tenemos un país maravilloso que desconocemos.
Desde entonces cada vez que puedo voy a una reserva de caza nueva para mí.
El caso es que puedo citar varias de esas reservas en las que me dijeron que el importe económico que deja la caza en los pueblos, que poseen los terrenos de esas reservas, son mayores que lo que recaudan por impuestos y lo obtenido en la participación de los tributos del estado. Es decir, que genera la caza más de la mitad de su PIB.
Las acciones ofertadas más caras son las demandadas por los extranjeros, ¿quién irá por esas acciones?
¡Toma castaña! Imaginaos una pérdida del 50% de vuestros ingresos. Es duro, ¿verdad? Vale, pongamos que todavía hay algunos cazadores como yo, que acuden a cazar a esas reservas. Pongamos, entonces, una pérdida del 40 % o del 35 %, ¿sigue siendo duro, eh?
Puesto que las acciones ofertadas más caras son las demandadas por los extranjeros, ¿quién irá por esas acciones? El nacional tendrá ofertas cinegéticas más asequibles fuera de las reservas que dentro de ellas, por cuestiones como las tasas complementarias o el IVA.
Desde luego, que yo no entro en pánico e intentaré seguir cazando todo aquello que mi bolsillo me permita.
Tiempo atrás me preguntaron cómo veía el futuro de la caza, a lo que respondí: «Mientras tenga un manchón de monte por cazar, media docena de perros y cuatro amigos con los que disfrutar de un día de campo, no veo un mal futuro».
Para concluir, los tiempos son difíciles, pero más dificultosos se vuelven esos tiempos para las necesidades de ocio, pues, si llega una crisis, lo primero será tener cubiertas las necesidades primordiales.
El daño que provoca esa caída de la actividad cinegética pasa factura a más de un año, con las cargas poblacionales
Desconozco cómo de grande será la caída, pero tengo por seguro que la va a haber.
Y lo tengo seguro puesto que ya la está habiendo. En primer lugar, afecta a los profesionales de la caza, a los dueños de fincas, a todos los empleos de forma directa y a los que tienen empleos de forma indirecta.
Pero el daño que provoca esa caída de la actividad cinegética pasa factura a más de un año, con las cargas poblacionales, cuando a la vez los recursos alimenticios permanecen constantes.
Si este año no hemos quitado a una mancha los cuarenta cochinos de la montería a causa de la pandemia, tendremos por seguro que el próximo año tendremos más.
Pero, claro, no contamos con los daños que ocasionan a otras fincas colindantes en la búsqueda de comida ni los accidentes de tráfico ni la transmisión de enfermedades al ganado doméstico e incluso tener alguna enfermedades, como la peste porcina africana, o casos similares que diezmarían la población.
Entonces en esa situación nos daremos cuenta lo que es la Agronomía y la caza.
Lo dicho, se avecinan tiempos aciagos en la caza.