Caza Menor Relatos

Una mañana de septiembre

Una mañana de septiembre
Una mañana de septiembre con magia.

Una mañana de septiembre puede ser mágica.

Aunque es un mes en que casi todas lo son, tránsito del verano al otoño.

Una excusa tan atractiva como tirar tórtolas y posiblemente alguna torcaz, es motivo más que suficiente de reunión anterior al alba.

Cuando Antonio Mingo y yo llegamos a la casa de Pablo Pando, ya estaban allí Ernesto Navarrete y su hijo Nacho.

Noche cerrada aún en Villarejo de Fuentes.

El otro Antonio, Gibaja, se hizo rogar un poco más aún, apenas cinco minutos. Todos llegamos mucho antes de lo convenido.

En el zaguán iluminado los Navarrete y Pando repartían charla y sonrisas. Olor a café.

Sobre la redonda mesa camilla, de esas que en invierno guardan en su interior un tesoro en forma de brasero, lucían esplendorosas unas magdalenas.

–Magdalenas caseras de aceite de oliva de aquí del pueblo, -comentó Pablo.

De ahí a estar en el campo viendo como se desperezaba la remolona mañana, sólo hubo un paso. Alborada.

Una mañana de septiembre

Amanecer Una mañana de septiembre

Cedo, con mucho gusto, a Ernesto Navarrete los tratos de escribir para que con su habitual maestría y naturalidad describa este pasaje:

«¿Cómo es posible que un amanecer en el campo llene tanto como toda una vida concentrada en una mañana?

¿Cómo se explica que pasen los años, los cabellos se nos tiñan de plata y sigamos juntos como vidas paralelas unidas por hilos que tejieron nuestros padres y ahora hilvanan nuestros hijos?

La respuesta está en la Caza y en el Campo. No hay mayor sencillez tan bella.»

¡Olé, maestro, inmejorable!

Fresquito Una mañana de septiembre

Amanecer del 5 de septiembre, más de quince días de verano aún, pero la mañana estaba fresquita, no fría, fresquita, como para ponerse una rebequita. Estamos en Cuenca, señoras y señores.

Me encantó donde me dejó Pablo, podía guarecerme de la aguda vista de las torcaces a la vez que sorprender a las rapidísimas tórtolas.

Zona clara de paso en el monte a los lejanos girasoles o a la pequeña balsa algo más cercana, un a modo de valle aéreo.

Curiosamente también me pareció un magnífico puesto de montería, hay que ver la cantidad de cochinos que cobijan estos montes conquenses con tanta labor en los alrededores.

Esta vez cargué los dos cañones de mi vieja y queridísima Unión Armera con el mismo cartucho, el J&G de séptima y 32 gramos, al que tengo mucha fe y que no pocas veces enmienda con su eficacia mi endeble puntería.

Los matices cambiantes de la luz antes y durante la salida del sol, junto con la agradabilísima temperatura, hacían que ya tuviera mi ‘trofeo’, con eso era suficiente.

Sosiego Una mañana de septiembre

¡Qué calma, qué paz, qué tranquilidad, qué sosiego…!

Solo una collera de torcaces que entraron de levante rompieron esa calma.

Estando en tiro, creo que hubiera hecho doblete, estando en Babia, como estaba, dos tiros antes de tiempo y traseros fueron los primeros en quebrar la quietud de la incipiente mañana.

Fueron las únicas que entraron en esa dirección, a partir de ahí la ruta de paso mayoritaria de las palomas fue la contraria, de oeste a este.

La Luna, hace poco llena y ahora en cuarto menguante, también era testigo de esta sublime a la vez que sencilla sinfonía de luz cambiante.

Cuando el Sol comenzó a tomar el mando del cielo azul, los matices que se reflejaban hacia poniente en las tiras de monte y de rastrojo engrandecían esa sensación de calma y tranquilidad.

Fin del sosiego, las torcaces comenzaron a moverse.

Controversia con la tórtola común

El 5 de septiembre fue el tercero de los cuatro días que se permitió la caza de la tórtola común en Castilla-La Mancha.

El cupo de cinco tórtolas por cazador y día. Una mañana de septiembre

La situación de la tórtola común está generando no poca controversia, incluso entre los propios cazadores.

Pero hay algo que es indudable, entran muchas menos a la península Ibérica, e independientemente de las causas, hay que aplicar restricciones en su caza.

¿Se pueden establecer otro tipo de limitaciones? Es posible, no lo sé, otros días de caza, menos días de caza con más cupo, revisión de horarios o distancia a los girasoles, comederos o agua…

Como están ahora las cosas, en las tiradas grandes las tórtolas son un mero añadido de las palomas torcaces, pero eso es mejor a una prohibición total.

Pero, sin duda, el último fin de todos, cazadores o no, ha de ser preservar la especie.

Aunque parece ser que a nivel mundial se mantiene su número de efectivos.

Por todo ello, y ante la posibilidad de que se acabe prohibiendo su caza antes que después, Pablo nos regaló un auténtico tesoro, y quitando mi puesto que era más ‘palomero’, en el resto predominaba la entrada de tórtolas.

Ese día sería el único de los cuatro en el que se iban a tirar en ese coto, los días anteriores se veían muchas…

En faena Una mañana de septiembre

A todo esto el cronista ya andaba metido en faena cinegética.

Sí, el paso parecía franco de palomas torcaces, por eso la centella, más que tórtola, que irrumpió con dirección errática al cielo limpio, escapó indemne y sin tan siquiera ser tirada.

Fue ella la que me sorprendió a mí, y no al revés como tenía previsto.

Más precavido estuve con las cuatro que me entraron juntas, también en vuelo un tanto errático, la primera estuvo a punto de dejar de serlo.

Mucha velocidad y regates endiablados para el escaso bagaje de este cronista en media veda en los últimos años.

¡Con lo palomero y tortolero que uno fue!

Las torcaces, entre que uno estaba un poco más a setas que a Rolex, que si ahora hago una foto a esos pajarillos o a un par de conejos oreándose al sol, que si mira cómo brilla esa coscoja… y también, por qué no decirlo, a la mala suerte, ya que tenía dos pasos claros, y cuando me amagaba en uno pasaban por el otro, o entraban cuando estaba cargando o cobrando, y no son excusas de mal cazador, es lo que pasó.

Otras dos tórtolas versión reactor pasaron por mi ‘tiradero’ con la misma suerte para ellas que la primera, no fui capaz ni de tirar.

El caso es que de haberse dado todo normal y con algo más de suerte, creo que hubiera bajado una docena de palomas y un par de tórtolas sin mayor problema, pero…

Resumen: una ‘percha’ muy escueta para las posibilidades del puesto.

Una mañana de septiembre

Reseñable Una mañana de septiembre

Algo que no me había pasado nunca con esta especie, metiendo mucho zoom fotografié a una torcaz posada en una rama.

Allí se pasó tranquilamente más de una hora, acabó arrancándose, viró hacia mi paso y la cobré.

Y curiosamente, bajé las dos más difíciles que tiré, palomas de esas que entran francas, te barruntan y se vuelven a la velocidad del rayo.

El J&G de séptima y 32 gramos demostró entonces su eficacia y excelente plomeo.

Algunas de las palomas torcaces que se cobran en media veda son ejemplares jóvenes que aún no han formado el collar.

En media veda no son necesarios los cartuchos de sexta o incluso de quinta de los pasos tradicionales, en verano los tiros son más cercanos, además de tirase algunos ejemplares jóvenes con el collar sin formar y el iris incluso gris o verde.

Tenía ganas ya de saber de mis compañeros. Estaban lejos, pero se escuchaban sus salvas, no muchas, sí suficientes.

Vino Pablo a buscarme, él no se puso, estuvo con su hijo Pablo atendiendo a los pistachos.

Dicen que los de Castilla-La Mancha son de excelente calidad, riquísimos.

Antes de irnos buscamos sin éxito los dos una torcaz que cayó a plomo, nada, fue imposible, bien que había mucha maleza, pero fuimos incapaces, y no es por nada, pero ambos somos finos cobrando.

No hay cosa que más rabia me dé, amén de lo ayuna que estaba la ‘percha’ de efectivos, aunque eso era lo de menos.

Una mañana de septiembre
Mingo, Nacho, Gibaja, Juan Ángel, Ernesto y Pablo. Es la hora del taco.

El taco de media mañana Una mañana de septiembre

En una de las dependencias de ‘San Cristóbal’, la finca, ya había preparado Juan Ángel Espada, que lleva ‘toda la vida’ trabajando con Pablo, una mesa para el taco de media mañana.

Jamón, lomo, chorizo, salchichón, quesos variados de la tierra, tortilla, mejillones, aceitunas, patatas fritas y otros aperitivos…

Cerveza y refrescos fríos y un tinto de categoría, aunque bebidas alcohólicas con moderación.

Todos participaron en el aporte, excepto el cronista, que solo aportó su parte alícuota en el escote.

Somos, excepto Mingo, que toca todos los palos, más de mayor, por eso el «no le pego a un cerro» es habitual cuando nos escapamos a la menor.

Sin embargo Gibaja había triunfado, tres tórtolas, tres, a dos pasos del cupo, mientras que los Navarrete bajaron una cada uno.

Torcaces, en mayor o menor medida, cobramos todos.

–Pues yo creí que hacíais hoy el cupo todos -comentó Pablo-, se han tenido que ir muchas tórtolas en los últimos días.

A lo que Juan Ángel asentía con la cabeza.

Curiosamente, quince días antes, que solo se podían tirar palomas, en una tirada a la que no pude asistir, prácticamente no entraron torcaces pero tórtolas a cientos.

Una mañana de septiembre

Bodegón Una mañana de septiembre

Una ventana con reja, la paralela, las tórtolas, cananas, una gorra inglesa campera que ya es tan española, alguna de las palomas… bodegón.

Allí participamos todos en la composición.

Antonio Gibaja se quedó con la caza porque era el que mejor la podía aprovechar en ese momento, la tórtola común es una exquisitez.

Son estos los días que te colman, que van llenando el zurrón de vivencias muy gratificantes y duraderas, de las que permanecen imborrables.

Y ese es el gran ‘trofeo’, el final, el que no necesita de paredes ni pabellones, ni siquiera de un álbum fotográfico, el que se revive en cada tertulia o se guarda íntimamente para cada cual.

El que más apreciamos muchos de los que ya tenemos cabellos teñidos de plata –algunos los pocos cabellos que nos quedan–, como dice el maestro Navarrete.

Una mañana de septiembre
Nacho, Ernesto, Juan Ángel y los Antonios flanqueando a Pablo.

Las ‘no fiestas’. Colofón Una mañana de septiembre

Se dio tregua a las mascarillas, además de para comer, claro, para la rapidísima sesión fotográfica, en la que incluso se permitió cierto ‘acercamiento social’.

Después a cumplir estrictamente con los requisitos de sanidad.

Resulta que Villarejo de Fuentes estaba de ‘no fiestas’, las de la festividad de la Virgen de Fuentes (del 5 al 8 de septiembre).

‘No fiestas’, hay que ver cuanta tristeza por culpa de esta maldita pandemia.

El caso es que en la localidad había cierta animación, que se agradecía, eso sí, gente respetuosa guardando las normas.

Por ello a Pablo le costó cerrar un restaurante para la comida, al final lo consiguió en el de mi tocayo Adolfo.

Se unió a la comitiva Pablo hijo, que es igual de buen tipo que su padre sólo que no caza.

Es lo mismo que pasa con Nacho y Ernesto, sólo que Nacho también es cazador.

¡Qué arroz! Riquísimo.

Pablo hijo y Mingo encontraron una afición común, las motos históricas, y mientras que ellos pasaban de la Harley a la Montesa, los demás pegábamos zurriagazos a diestro y siniestro, de boquilla, eso sí, y no nos quedábamos sin munición…

Una mañana de septiembre que ya no era tal, cuando la tarde tomó mando en plaza, pusimos, felices, rumbo a casa…

Al final la mañana cuajó en arte de la mano maestra de Margarita Olalquiaga Loewe, amiga de la familia Navarrete.

‘Percha suficiente de tórtolas sobre fondo de un día inolvidable’. Acuarela.

Texto y fotografías de Adolfo Sanz Rueda

Una mañana de septiembre

Postdata

Ya me hubiera gustado a mí que la neurona o el tiempo me hubieran acompañado a primeros de septiembre para publicar este artículo.

Pero es lo que hay.

Siempre pensé que un complemento ideal sería leerlo escuchando ‘September Morn’ del gran Neil Diamond, maravillosa canción ‘romanticona’, pero que se adapta perfectamente a las sensaciones de una mañana de septiembre.

Mejor a primeros de mes que a finales, pero la percepción no deja de ser la misma.

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