El pasado domingo día 26 noviembre nos fuimos de montería.
El día empezaba bien, a primera hora hacia frío pero ya se apreciaba que iba a hacer muy buena mañana.
Era un día especial, cazábamos en familia, el trayecto en coche siempre está lleno de… «¿Te acuerdas ese cochino cómo se escurrió?» o «y aquel venado tan grande, al final tenía 15 puntas, ¿no?»… Conversaciones que aunque sepas de sobra como empiezan y como acaban, porque las has escuchado 20 veces o incluso vivido, te parecen que lo estás escuchando por primera vez o estás en ese momento en el puesto viviendo lo que estás contando.
Llegamos al destino, saludos a los amigos, a Jesús, Gregorio o Quini que son de nuestra cuadrilla… desayuno y esas charlas con ellos que hacen muy amena la espera hasta que se escuche el «¡señores vamos a sortear!».
Sorteo en marcha.
Como siempre… Pensando que nos toque una traviesa, sabemos que se suele tener más suerte ahí pero también sabemos que no se puede prever lo qué va a pasar cuando cazas en abierto.
DE CIERRE EN FAMILIA
No hubo esa ‘suerte’, nos tocó un cierre, aunque vamos con una ilusión enorme igualmente.
Puestos consecutivos y de abajo hacia arriba el 4, 5 y 6, pasos muy cochineros, de esos que en cuanto se escucha un chasquido el corazón se te pone a mil por hora y con mucha rapidez a la hora de tirar… De esos puestos que gustan aunque de escaso tiradero.
El 4 y el 5 al salto de un camino a cochino pasado –o res, además de cervuno había algún gamo–, aunque desde el 5 se podía tirar hacia arriba con total seguridad al estar el 6 volcado, éste arriba del todo, con algo más de tiradero y sin molestarse con los vecinos, en un amago de collado y con tres veredas de entrada de los guarros muy claras y marcadas.
En esta sociedad familiares y/o amigos pueden ir a puestos consecutivos siempre que esa circunstancia se pueda dar.
Sortea uno y si queda hueco en esa armada el resto de la cuadrilla va a continuación.
Sorteamos entre nosotros: mis padres, Ramón y Begoña, al 4, mi tío Arturo al 5 y mi tío Adolfo al 6.
En esta ocasión preferí no hacer uso del rifle y me dispuse a fotografiar algún posible lance con mi tío Arturo porque su puesto se prestaba a ello.
Amén que he de reconocer que en estas posturas me pongo cardíaca.
El aire muy bien. Muchas muestras y recientes. Más ilusión.
TODO PREPARADO PARA QUE EMPIECE LA FUNCIÓN
Todo preparado, todo listo, todo colocado, preparados para que empiece la función.
Ya se escucha por la emisora que van a soltar, ahí va ya el alma de la montería, esos rehaleros y rehaleras con sus perros que rompen el silencio del monte con sus gritos y sus ladras.
De momento todo tranquilo, se empiezan a escuchar detonaciones y por la emisora escuchamos que los perros de nuestro amigos Ricardo, Dani y Rodrigo han agarrado un cochino, un navajerete pero de los que ya pueden hacer daño a los perros, el joven Rodrigo fue presto al remate y zanjó la contienda sin mayor problema. Nos alegramos un montón por ellos, son muy buena gente.
Se escuchan algunas ladras pero rompen hacia la traviesa (lo que decíamos…).
EL COCHINO DE ÚLTIMA HORA
A última hora, con las rehalas ya de recogida, se arrancó un guarro directo al 6.
Debía de ser de buen tamaño, pues los perros lo perseguían a distancia y sin dar rumor.
El tío Adolfo estaba sentado en un cancho, ni se levantó, lo esperó con la guardia alta, el gran jabalí apareció de sopetón a algo más que trote cochinero por una de las veredas marcadas.
Nos contó el tío Adolfo que fue echarse el rifle a la cara y pegar el guarro un brusco tornillazo hacia su derecha fue todo uno, acelerando aún más si cabe su paso, y no quiso tirarle entre el clareo de los chaparros, pues al estar dentro aún de la mancha y con la carrera que llevaba lo podría tirar mejor otro montero, como así fue.
«Me ha parecido inmenso», nos comentaba mi tío cuando subimos a recogerle, mientras que todos congregados donde él estaba sentado nos relataba con emoción el lance.
Lance que hemos recreado, aunque el cochino ‘impostor’ no da la sensación de la velocidad que llevaba el que entró de verdad.
Efectivamente, en el puesto 9 de nuestro mismo cierre el montero logró cobrar el cochino, no lejos de los 100 kilos, pero con pocas defensas para su tamaño, un albar en toda regla.
Sendas corzas visitaron el 4 y el 5, no se dejaron ni fotografiar.
No quiero ni pensar si hubieran sido cochinos.
MONTEANDO EN FAMILIA
Destacar del resto de monteros a Aurelio que cobró dos de los tres venados que tiró, ¡cómo en la anterior montería!, uno de los cuales tenía la cuerna perfectamente formada pero aún con borra. Muy curioso.
En conclusión, día perfecto en familia sin abatir ningún animal pero disfrutando del campo y de la compañía, que al final es lo que te vas a llevar a casa.
Deseando volver a la próxima, seguimos cazando.