Gestión

¿Están en peligro las poblaciones de perdiz roja?

El descenso paulatino de las poblaciones de perdiz roja (Alectoris rufa) ha causado preocupación entre numerosos colectivos cinegéticos y conservacionistas. En ocasiones, se considera como una de las principales causas de este declive la predación que especies como el zorro ejercen sobre las perdices. 

 

Los distintos estudios y experiencias realizadas a pie de campo muestran, entre otros, algunos de los factores que están provocando esta situación y que tienen un carácter más integral, y demuestran que hay que afrontar estos problemas de manera global y no poniendo parches que, en la mayoría de las ocasiones, poco o nada tienen que ver con la solución real del problema.

 Antecedentes

La perdiz es un ave perteneciente a la familia de las galliformes. Es la segunda pieza más cobrada en España, por detrás del conejo y está considerada como la especie más singular de caza menor ibérica, puesto que su distribución natural se circunscribe casi exclusivamente a la Península, aunque ha sido ampliamente soltada por todo el mundo.

 

El zorro, las rapaces, los córvidos, la agricultura o incluso la propia Administración a la hora de gestionar o proporcionar autorización para las distintas actividades que se realizan en el campo, son algunos de los motivos que se escuchan habitualmente, en las tertulias entre cazadores, guardas y gestores, como los causantes directos del declive de la especie, pero marcar cada uno de estos problemas concretos, de manera individual y como la única causa de este descenso, es un gran error. Además, no olvidemos que, en la mayoría de estas tertulias, nunca nos marcamos a nosotros mismos como una parte importante de estos problemas.

 

La predación

 

Existen un gran número de especies que incluyen a la perdiz como parte de su dieta, por lo que, junto con el conejo, tienen un gran valor ecológico. Sin embargo, el consumo habitual de éstas suele ser muy escaso o accidental y normalmente está relacionado con la abundancia de perdices o con la presencia y abundancia de otras especies presa cuya abundancia permite elevadas densidades de depredadores, como sucede con el conejo. No obstante, se desconoce la relación entre tasas de predación y densidad de perdices o predadores.

 

El zorro es un consumidor ‘casual’ de perdices. Su carácter de mamífero no le permite capturar fácilmente perdices sanas en estado salvaje. Está considerado como un predador oportunista, por lo que, principalmente, aprovecha este recurso cuando son perdices enfermas o procedentes de sueltas incontroladas y criadas en cautividad. El mayor problema con los zorros es cuando las perdices están incubando, al predar sobre nidos y polladas. Este mismo problema es compartido con otras especies como pueden ser jabalíes o perros. Los últimos datos disponibles para el conjunto de España (Díaz-Ruiz et al. 2013) reflejan que el consumo de perdices por parte del zorro es muy bajo. Además, estudios recientes afirman que el control de zorro no mejora la supervivencia de adultos y polladas, aunque sí lo hace con pollos de más de un mes (Mateo-Moriones et al. 2012). E incluso tienen un porcentaje relativamente limitado en las muertes de las perdices liberadas (40%; Duarte et al. 2011).

 

Las rapaces, en general, no son grandes consumidoras de perdices. El águila de Bonelli o perdicera es probablemente el gran águila con mayor proporción de aves en su dieta. La mayor parte de dichas aves son palomas (tanto domésticas como torcaces), seguidas en importancia por el conejo y la perdiz. Pero, además, esta gran águila consume otro tipo de aves como urracas, grajillas y otros córvidos, además de otras rapaces. Por lo tanto, el efecto negativo que potencialmente puede tener sobre las perdices se ve compensado, al menos parcialmente, por el consumo de sus depredadores.

 

La predación es simplemente un factor más que influye sobre las causas de declive de la perdiz roja, pero no se debe olvidar el desplazamiento, presión y consumo que sufren unos predadores por el efecto de otros. Los grandes predadores (que tienen grandes territorios) aunque consumen perdices o conejos, ejercen una gran presión sobre otros predadores más pequeños, con menores territorios y más abundantes por tanto, como los zorros, meloncillos, ginetas, córvidos o reptiles que a su vez pueden predar sobre nidos y polladas de perdiz.

 

Además, la predación viene condicionada por la calidad del medio. De esta forma, factores como la transformación del hábitat (Rands, 1986), el cambio del uso y aprovechamiento forestal y el cambio o la intensificación del uso agrario y ganadero (González Bernáldez, 1991; Otero, 1999), disminuyen el hábitat seleccionado por las perdices para alimentarse o criar (Casas, 2008). De esta forma, los cambios en el hábitat son factores clave, ya que suponen en su conjunto y no por separado, parte de las causas de declive de las poblaciones de perdiz roja. La intensificación agrícola, que es uno de los factores más relevantes en el descenso de la perdiz, viene dada por el uso abusivo de herbicidas y pesticidas en las prácticas agrícolas, eliminando los pequeños insectos, como las hormigas y los saltamontes, que son de vital importancia para la alimentación, en la primera etapa de su vida y que reducen las polladas notablemente. También la siembra de cereales de ciclo corto y por consecuencia la cosecha en plena época de reproducción destruyendo nidos y arroyando las polladas con la cosechadora o la empacadora, el empleo de semillas blindadas, etcétera. 

 

Evidentemente, no se pueden echar balones fuera y no reconocer algunos factores relacionados con la caza y su gestión que, a su vez ,influyen muy directamente en las causas de este declive. Las sueltas de perdiz de granja y de fácil producción terminan por transformar y/o abandonar la gestión tradicional de los espacios naturales (González, 2004), haciendo desaparecer las poblaciones naturales de perdiz y, además, atraen a una gran cantidad de predadores terrestres y alados. Desde que se dispone de datos (MAGRAMA, 2012) es cada vez más elevada la proporción de perdices cazadas que provienen de suelta, lo que indica una degradación progresiva de la calidad de las poblaciones perdiceras.

 

Las perdices liberadas poseen  mayores cargas parasitarias que las silvestres, de forma que pueden ser focos de enfermedades que afectan también a especies amenazadas. Además, algunas de las perdices liberadas muestran cruces con perdices chukar, lo que supone un grave riesgo de hibridación y una pérdida económica, ya que son más fácilmente predadas (Casas et al. 2012). Y es necesario tener en cuenta que para la perdiz se han descrito complejas ‘unidades de manejo’ evolutivas, que suponen adaptaciones específicas a las condiciones ambientales de cada zona (Ferrero et al. 2011). Así, si las perdices que se liberan en una zona no son originarias de la misma estarán perdiendo valiosas adaptaciones, con lo que su capacidad de supervivencia será muy inferior (gráfico en página siguiente).

 

También la pérdida de interés en la gestión de la caza menor en general se ve agravada por la pérdida del conejo como ‘escudo’ de las restantes especies de caza menor (Ballesteros, 1998) y por consecuencia del cambio de uso cinegético fomentando las especies de caza mayor, con grandes poblaciones de jabalí que predan sobre nidos de perdiz y camadas de conejo, y con grandes poblaciones de ungulados que compiten directamente por la comida de calidad con las especies de menor. Por último y como una parte importante del problema, no debemos olvidar el exceso de presión cinegética, que agrava notablemente la crítica situación de las poblaciones más reducidas. 

 

Las oportunidades para la recuperación

 

Pero no todo han de ser malas noticias. Existen excelentes ejemplos de gestión que demuestran que con paciencia, cariño y, por supuesto, recursos, se pueden recuperar las perdices. A pesar de lo complicado, si hubiera que proponer un decálogo de buenas prácticas para su recuperación nuestra elección sería:

 

• Elaborar planes regionales de conservación y gestión, dado su carácter de especie de interés cinegético preferente, como se ha efectuado con otras especies (el conejo de monte en Castilla-La Mancha, por ejemplo).

• Evitar las sueltas de perdices e incluso designar grandes áreas donde se deban evitar, de forma que sean áreas de perdices puras y puedan ser más valoradas por los cazadores.

• Evitar la proliferación de especies que predan sobre la perdiz, incluido el jabalí, lo que se debe efectuar no sólo mediante persecución directa, sino a través de gestión de residuos y despojos, basureros, evitando así una cantidad de comida disponible en el campo que permita crías muy abundantes.

• Realizar siembras con especies de ciclo medio-largo, en parcelas pequeñas y alternas, de forma que se favorezca la rotación y aparezcan especies complementarias a los cereales.

• Evitar el empleo de semillas blindadas y minimizar el empleo de biocidas (pesticidas y plaguicidas).

• Cosechar del día y cosechando los centros de las parcelas primero.

• Respetar lindes y márgenes de parcela, las zonas preferidas por la perdiz para criar, evitando su roturación y fumigación.

• Favorecer la creación de refugio artificial (chozos), a razón de al menos 2-3 por hectárea.

• Crear puntos de agua y alimentación, de forma que queden distribuidos por toda el coto.

• Por último, efectuar una gestión cinegética racional, con cupos reducidos y vedando temporalmente su caza cuando sea necesario.

 

Estos son, entre otros, simplemente algunos de los principales problemas causantes de la regresión paulatina que están sufriendo las poblaciones de perdiz roja, así como algunas de las soluciones. Es necesario y urgente afrontar el problema de manera integral, en el que todo y todos forman parte, incluidos nosotros mismos.

 

Manuel Mata Huete, Francisco Guil Celada, Miguel A. Diaz Portero, Juan F. Sánchez Rodríguez

Fotografía Manuel Mata

 

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