No hay más ciego que, quien no quiere ver
Aunque el título de este escrito, resulte poco esclarecedor, a la vista de la eterna discusión, que en estas últimas semanas se ha tornado algo más virulenta, por alguna que otra metedura de pata de políticos y palmeros. Y que desgraciadamente tiene como protagonistas al cainita clan de los cazadores. No me he podido abstraer de soltar unas líneas. más ciego que
Pese a que mi opinión al respecto es bien conocida, y mi postura hacia el actual ‘modelo federativo’ me ha granjeado públicos insultos y abiertas enemistades. La verdad es que esto habría de suponerme una enorme tristeza, si fuera cierta esa máxima por la que a «un hombre se le mide por el tamaño de sus enemigos». Afortunadamente la sociedad actual, o por lo menos esa parte de la sociedad que a mí me importa, no juzga por el volumen del improperio, sino por más altas miras. Dicho esto con una amplia sonrisa.
Caza y deporte, deporte y caza más ciego que
Sócrates asistido de la mayéutica, conseguía que sus alumnos a través de sus preguntas resolvieran sus propias dudas. Lejos de tratar de emular al excelso filosofo. Hoy seré yo quién plantee las preguntas, a ver si aprendo algo.
El otro día mi buen amigo Juan me señalaba el libro de Luis Agosti, Fieras, selvas y salvajes, en el que el autor dedica un capítulo titulado Sobre la caza, el deporte y la deportividad. El cual plantea el siguiente escenario y las subsiguientes premisas y respuestas:
«Si un hombre monta en una barca y procede a remar, ofrece estas posibilidades:
Si solo lo hace por entretenerse y tomar el aire, será una diversión saludable si se quiere, pero no deporte cien por cien; será deporte incompleto.
Si lo hace para ganarse la vida será trabajo, todo lo ennoblecedor que se nos antoje, pero de deporte nada.
Solo si se esfuerza con pasión en vencer la corriente o la cristalina linfa, únicamente por el gusto de vencerla, fijaos bien, traspone la frontera donde empieza el deporte.
Si además se cronometra en una distancia, tratando de mejorar su marca de otras ocasiones, ha entrado en el deporte de competición, que llega a su culminación si lucha contra otros remeros».
Luis Agosti, además de un excelente cazador, fue campeón de natación, salto de trampolín, remo, boxeo, rugby, pentatlón, decatlón, jabalina y especialista en Medicina Interna de ‘fisiología del deporte’, y licenciado en Educación Física, entre otras muchas cosas. Hago este paréntesis para situar en contexto al citado.
Actividades ‘de puerto’ más ciego que
Volviendo la vista a otro autor de la época, y usual recurso de aquellos que gustan hablar del deporte de la caza, don José Ortega y Gasset. Veamos qué opina el ilustre filósofo, viendo la revisión del origen histórico del término que realizó en 1947, y queda recogido en el prólogo que dedicó en su día al libro del Conde de Yebes Veinte años de caza mayor. Ortega afirma que «el vocablo tiene su nacimiento en el comportamiento de los marineros provenzales, que vacan o están en holganza, cuando en puerto descansa de los arriesgados y duros trabajos del mar». Deporte, deviene pues de la placentera estancia de aquellos que están ‘de portu’ o ‘de puerto’. Esa actividad ‘libérrima’ –en palabras de Ortega– que hace del hombre un ser con características distintivas dentro del mundo animal, el Homo ludens.
Puede que al igual que Agosti u Ortega, me sonroja solo pensar en esas actividades ‘de puerto’, donde los rudos marineros de antaño ‘competían’ en su arribada a tierra firme, y que, coloquialmente, se acercarían más al levantamiento de vidrio, la barra fija, o los cien metros copas, en la taberna o el lupanar. Y hablando del lupanar, que mejor ‘estadio’ donde realizar esas «actividades que implican recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico» y cuya acepción recoge la RAE, como deporte.
Evolución del concepto más ciego que
Volviendo a sendas menos turbulentas, tomaremos otra noción de deporte que se acuñó mucho antes, en tiempos de Platón, quien expresaba que «existen dos disciplinas esenciales: la música para la educación del alma; la gimnasia para la educación del cuerpo». La función de la educación y del cuerpo en el sistema de Platón se basa en la formación armoniosa del cuerpo como elemento de perfección del alma. Haré aquí un inciso, pues algo más adelante, tomaré prestadas unas líneas de unos de mis libros de cabecera, Dignidad de la Caza del Marqués de Laserna.
Pero volviendo a esa evolución del concepto. No podemos obviar a Henri Didon, un dominico creador del lema olímpico, quién explicaba que este «no ha de ser entendido en la simplicidad interpretativa de una obsesiva mejora de los récords deportivos, sino como la ordenada pauta de una progresiva mejora dentro de un perfeccionamiento moral». Pasaremos de puntillas sobre Pierre de Coubertin, por ser de la misma opinión que su amigo Didón. Siendo ambos los forjadores del espíritu Olímpico, ¡la quintaesencia del deporte! más ciego que
Creo que hasta aquí, con más o menos decoro, podemos habernos forjado ya una idea de las diferencias entre la caza y el deporte actual. Pudiendo comprobar la deriva que este último ha tomado desde las arenas de Olimpia, si es que entonces alguien le hubiera considerado como tal.
Dar sentido a ‘venare non est occidere’ más ciego que
Y retomando a don Íñigo Moreno de Arteaga, marqués de Laserna; cazador de incuestionable valía, académico, doctor, gran conferenciante y autor entre otros de Dignidad de la Caza, esa imprescindible obra, en la que dedica un capítulo a La caza y el deporte. Donde, aunque me gustaría reproducirla entera, contrapone la caza al deporte. «La caza busca y potencia otras cualidades del hombre distintas a las físicas. La observación, la perseverancia, e importa más el cómo, que el resultado obtenido. Una actividad está dirigida a la materia y la otra a la materia con el espíritu».
Creo que, aún existiendo mil y un autores, cuyas obras o citas devendrán en lo mismo, este certero broche será compartido por todo aquel cazador que busca en el monte el solaz, el sosiego, el atávico recurso de los sentidos por encima de resultados. El, una vez más, dar sentido a esa definitoria máxima ‘venare non est occidere’.