Esta vida mentirosa que cada uno llevamos como una máscara y que esconde nuestra verdadera esencia, pero que la necesitamos para poder vivir los tiempos de nuestro verdadero yo, se caracteriza por ser un juego mezquino contra el reloj.
Todo ha de ser rápido, lo que no es rendimiento no encaja, lo que no tiene ganancia es estéril, lo que no vale no sirve y siempre, siempre, hay que ser más que ayer, hay que crecer siempre, hemos de tener mañana más que hoy. Dominan los incentivos, los bonus de productividad y el variable que hipoteca nuestras vidas, las de mentira.
Esta disciplina moderna contamina profundamente el otro yo que todos tenemos y la Caza no se escapa de esta perversión urbanita. Aquello que se inició en nosotros siendo niño y que crecía en nuestros adentros cuajándose en un crisol de atracción por lo salvaje endulzado por la belleza del monte y se envolvía de aromas desconocidos con unos amaneceres que entendíamos sólo nuestros, ha ido evolucionando a lo largo de las décadas moldeándonos a cada uno en lo que hoy somos.
Las mil caras de la caza, la Caza Lenta
La caza tiene mil caras y siempre he afirmado que para mí todas son válidas. Así lo asevero por dos motivos fundamentales, el primero porque no tengo la propiedad de la verdad universal y después porque ‘mi caza’ también ha ido evolucionando a medida que mi pelo tordea y mis piernas pierden volumen, dándome cuenta que mi pensamiento en la venatoria igualmente ha ido cambiando.
La Caza Lenta, así la llamo, es la que más me gusta practicar. Es esa caza que no lleva más reloj que la alborada y que no tiene agenda ni la gestiona un multiplan. Una caza donde se observa mucho y se aprende aún más, donde cazando descubres plantas desconocidas que te enseñan las heridas que le asestan las bestias en sus careos, es un tiempo donde te preguntas tantas y tantas cosas del orden del monte y también del tuyo propio. Es un tiempo donde el suelo que pisas es un libro con un lenguaje propio que has de aprender con aplomo a medida que el monte te lo va enseñando también con una hermosa mesura.
Esta caza es por naturaleza pausada en sus tiempos
Esta caza, la Caza Lenta, es por naturaleza pausada en sus tiempos y requiere por tanto los días completos. Es andar, o mejor deambular, buscando el encuentro, es pararse mil veces midiendo el aire, es llorar de dolor por la óptica clavada en tus ojeras y es también sentarse escondido admirando intrusamente la vida silvestre de aquellas especies que no son el objetivo de ese día.
Es también aprender de ellos, de sus miedos e inquietudes, de sus tácticas de defensa o de acecho y anotártelos en la memoria para cuando llegue el día que les toque a ellos ser el objetivo de tu jornada venatoria.
La Caza Lenta es también buscar el cobijo de un enebro donde echar la noche cuando has buscado hasta el crepúsculo, queriendo y sin prisas, sabiendo que la pernocta también será caza. Oír y sentir la noche sólo, aislado e intrigado en un entorno hostil para un urbanita, eso también es cazar.
Cazar lentamente en el pueblo es tapear con ellos, reír con ellos…
Cazar lentamente me obliga a integrarme en el mundo rural, me lo pide el cuerpo, es cohabitar con las gentes del campo a quienes tanto debo. Conocerles, entenderles y aprender de ellos. Como decía Trigo de Yarto al afirmar que nunca dejaba de aprender cazando, tanto de las bestias como de las gentes del campo.
No es bueno cazar en entornos donde el cazador no se sumerja en su ámbito rural. Cazar lentamente en el pueblo es tapear con ellos, reír con ellos, conocer sus familias, sus problemas, sus amores y sus sinsabores. Es saber estar y reír o llorar con ellos, sencillamente porque eso para mí también es cazar y además porque ellos necesitan saber y sentir que aquellos que llegan a su casa a cobrar el fruto del monte sienten y piensan como ellos, valoran el precio de lo que vienen a cobrar y admiran el trabajo y el esfuerzo por conseguir que el cazador se encuentre acogido.
La Caza Lenta es amanecer con frío en compañía del lucero del alba desayunando torpemente el zumo de fruta con galletas que te llevará hasta el mediodía. Es volver nuevamente a asomarte a la barrera de ayer donde viste poca caza y barrer y barrer con los prismáticos hasta que te regalen dolor mientras tu cabeza sigue soñando que pronto aparecerá ante tus ojos el esquivo venado que ayer bramaba y no viste o el misterioso corzo de rosetas perladas que habías dejado de ver meses atrás o que quizá habías soñado alguna noche.
Mi caza no es barrer la costana tupida con el ‘térmico’
La caza, mi caza, no es barrer la costana tupida de brezo y carrasca con el ‘térmico’ y en dos minutos exclamar “¡No hay nada. Sigamos a la siguiente barrera!” Esto, para mí, no es que no sea caza, ¡es que es la anti caza! La desnaturaliza y la acelera de tal manera que deja de ser caza. Laserna escribió majestuosamente en su elevado tratado sobre la ‘Esencia de la Caza’ el cómo un cazador que repudia artilugios que desequilibren el reto cazador-presa está, en ese instante, rindiendo el mayor homenaje posible a su Caza y a la pieza.
Esa es mi esencia también, en la caza lenta se disfruta del tiempo, del entorno, de tu estrategia y de tus conocimientos de manera que, al estar cazando, estas disfrutando del momento, no del final. Es por ello que generalmente con la Caza Lenta no suele ser frecuente ultimar un lance, es que ¡ni hace falta! Es una caza donde cazas mucho, mucho, y cobras sólo aquello que andabas buscando y que además le tienes que restar al monte.
La Caza Lenta es el estar, no el llegar
Otro enorme de nuestra venatoria, Jaime de Foxá, afirmaba que a medida que avanzaba su conocimiento de la cinegética y gastaba días en el monte más le dolía el tiro. En eso consiste también la Caza Lenta, es el estar, no el llegar.
Mi empeño en transmitir la caza como la entiendo me llena el alma y si encima veo en mis hijos y amigos que esa forma de entenderla toma cuerpo y se desarrolla en ellos, pues miel sobre hojuelas. Como dije al principio de este escrito cazas hay mil, tantas como cazadores y también tantas como no cazadores. Es por ello que la Caza Lenta es una más de entre ellas, pero seguro es la que mejor entienden y aceptan los no cazadores.