Tras el análisis en el que en el pasado artículo trataba de exponer las razones de la advertencia de Bruselas a España sobre la continuidad de la caza de jilgueros y otros fringílidos en nuestro país, algunos lectores solicitaban mi opinión al respecto: voy pues a tomar postura.
Recordemos que la polémica se refiere a la caza de estas especies con redes de hojas abatibles y con la ayuda de pájaros preparados como reclamo. El destino de los ejemplares cazados es su mantenimiento en cautividad para la práctica del llamado «silvestrismo», afición que conlleva la organización de concursos de canto y los intentos de hibridación con canarias y la reproducción en domesticidad.
Ornitólogos y «pajareros»
Decía Félix Rodríguez de la Fuente que la principal causa de la presión que el hombre ejerce sobre las aves se debe a una admiración mal encauzada debida a la atracción que ejerce sobre nosotros su belleza, y sobre todo su facultad de volar: el tirachinas, la escopetilla o la red tratan de tomar posesión al menos del cadáver de tanta belleza: una verdadera lástima y un contrasentido.
Amores que matan, podría calificarse esta contradicción que conduce a la «ocupación» de un espécimen silvestre, cumpliendo o no las normativas dictadas al respecto.
Los ornitólogos no capturan aves salvo para su anillamiento y estudio. Los simples aficionados a la ornitología se conforman con la observación y la toma de datos en la naturaleza, aprovechando para ello la gran visibilidad de las aves y también lo sencillo del registro sonoro de su presencia gracias a sus cantos de territorialidad o de reclamo.
Planteada así la cuestión es inevitable la confrontación entre ornitólogos y pajareros, empleando este término sin intención peyorativa: eliminar la ballesta y demás medios de destrucción de pajarillos se encuentra entre los principales objetivos del proteccionismo científico de las aves.
El criador de pájaros
Pero hace más de quinientos años, y probablemente mucho antes apareció una tercera casta de admiradores de las aves; está formada por los criadores de pájaros, que no pretenden matarlas, sino convertirlas en animales domésticos que puedan reproducir sus maravillosas costumbres reproductoras en el seno de sus propios hogares.
Sin duda el canario es el rey de los pájaros domésticos. La especie Serinus canarius, que es una forma endémica insular derivada del verdecillo, y exclusiva de los archipiélagos de la Macaronesia, y especialmente de las Islas Canarias, fue domesticada desde tiempo de los primeros conquistadores normandos enviados por Juan II de Castilla para anexionar a su corona unas islas tan maravillosas que se creyó localizar en ellas el famoso «Jardín de las Hespérides».
De manera que los países de la Unión Europea que están hoy día a la cabeza de la crianza de canarios domésticos y que han conseguido la cría en domesticidad de otras variadas especies de pájaros, deben reconocer el origen español de los canarios, multiplicados en diversas razas y cultivados prácticamente en todo el mundo.
En el Siglo XIX le salió al canario un fuerte competidor venido de Australia: esos loritos diminutos conocidos con el gracioso nombre de periquitos, que a la gracia de su belleza unen la de poder hablar. Definitivamente el mundo de los animales de compañía cuenta en la actualidad con millones de ejemplares de aves domésticas perfectamente aclimatadas, puesto que no descienden de ejemplares capturados sino de largas estirpes nacidas en criaderos o en hogares domésticos.
¿Es sostenible la caza de fringílidos?
Durante la totalidad del pasado siglo hay que decir rotundamente que no, y es preciso reconocer los estragos que supuso la caza masiva para los jilgueros y especies afines, pero en los últimos años la captura se sometió a rigurosos controles y a limitaciones estrictas en el número de ejemplares; la inmensa mayoría de los pajareros se ha comportado de manera ejemplar, y estos aficionados se quejan de la inminente prohibición absoluta a que parece abocada su actividad.
Parece que ha faltado diálogo entre científicos y cazadores legales de pájaros: la Unión Europea cuenta con los mayores centros de cría en cautividad y también de comercialización de pájaros domésticos, y no tan domésticos, del mundo y parece que se está llegando a dominar hasta la inseminación artificial y que pronto será innecesaria la caza para asegurar una población de fringílidos domésticos pronto comparable a la de canarios y periquitos.
Vamos a entrar de lleno en el aporte de la opinión que solicitaban nuestros lectores para considerar que la prohibición inmediata del silvestrismo resultaría injusta para los aficionados federados que respetan la Ley, y que hasta han colaborado con los científicos en la captura de fringílidos para su anillado e inmediata liberación.
A favor del silvestrismo se encuentra también el aporte de conocimiento sobre las especies objeto del mismo que hacen los aficionados especializados: conocen las enfermedades habituales y la forma de corregirlas, así como la alimentación específica, las parasitosis y la genética de sus pájaros.
Sería magnífico que tuviéramos a nuestro alcance una base de datos comparable sobre otras familias de pájaros que sólo son objeto del interés estrictamente científico, como Silvidos, Muscicápidos y Páridos, por no citar más que algunos ejemplos.
Para quien pueda escandalizarse por estas afirmaciones aclaremos que los pájaros silvestres granívoros tienen otros enemigos mucho más peligrosos que los pajareros, y que algunos de estos resultan bastante más complejos de analizar y combatir, como las fumigaciones con plaguicidas que envenenan los aguaderos de las huertas en las que verderones y jilgueros caen por centenares sin que nadie se preocupe de ello.
Del silvestrismo por caza es necesario pasar al silvestrismo por crianza, pero hace falta todavía un tiempo de adecuación de las normas a la realidad, para dar lugar a que se consiga de manera habitual la crianza de verderones, verdecillos, jilgueros, camachuelos, pinzones lúganos y pardillos. La Sociedad Española de Ornitología debería actuar como gestora, controladora e intermediaria entre los legisladores y los practicantes de la afición que comentamos.
Los éxitos que se han conseguido en otros países Europa que han logrado poblaciones domésticas estables de distintos fringílidos deberían servir de ejemplo: en la ilustración mostramos un bellísimo «Jilguero siberiano», que ya se cría de manera habitual, tanto en la forma ancestral como en sus mutaciones.
En definitiva creemos recomendable una moratoria de la prohibición de captura de ejemplares vivos de fringílidos de las especies actualmente permitidas, controlando de manera escrupulosa para que no haya excesos, principalmente mediante el anillado oficial de los ejemplares.
Todo ello en reconocimiento de la buena actitud de los silvestristas federados respecto a la vigilancia de las leyes, y con la esperanza de que pronto no sea necesaria la caza para mantener esta afición.
Por Miguel del Pino. Publicado en libertaddigital.com
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