En España y en la UE nos debemos creer el ombligo del mundo, al menos a efectos biológicos y ambientales. Así, resulta que somos los culpables de no más del 5% del plástico que hay en el mar, pero vamos a incrementar el enorme esfuerzo que ya estamos haciendo ya para eliminar esos plásticos, ¿cómo? Disminuyendo nuestros vertidos. Bueno es ayudar a solucionar el problema, pero creer que eres la solución del mismo, cuando sólo eres un 5%, es de tontos.
Otro ejemplo es el de la tórtola europea. Alertados por ecologistas (y demás colectivos de la de exigencia de contratación público/privada), vienen excitando las meninges de la UE y de España sobre la situación de esta especie, muy disminuida en nuestro territorio, lo que justificaría que se dejara de cazar.
Nunca me negaré a que se deje de cazar una especie cuyo abatimiento perjudique su supervivencia como especie, aunque también sea bueno reconocer que ninguna especie que se haya dejado de cazar ha mejorado poblacionalmente. Ejemplos tenemos varios, como la simple comparación entre la cabra y el bucardo, o el análisis del urogallo, que está mucho peor que el día que se dejó de cazar.
Sin embargo, volviendo al caso de la tórtola, los planteamientos europeos no pueden ser más cortos de vista, porque se limitan a hacer conteos de tórtolas que llegan a Europa. Siendo evidente que llegan menos, los ecologistas europeos, haciendo un alarde de adanismo (el ego del primer hombre), sacan una conclusión absurda; si llegan menos es que hay menos. Este razonamiento sólo es propio de niño de 12 años, tratándose de una especie migratoria. Si llegan menos, es posible que vayan a otros sitios, no que haya menos. Es decir, que su migración sea más repartida o haya cambiado parcialmente. Esto modificaría el planteamiento de forma radical. En primer lugar, ello obliga a hacer censos supra europeos, porque es algo absolutamente necesario saber cuántas tórtolas se quedan en el norte de África y no cruzan el Mediterráneo.
«Siendo evidente que llegan menos, los ecologistas europeos, haciendo un alarde de adanismo (el ego del primer hombre), sacan una conclusión absurda; si llegan menos es que hay menos. Este razonamiento sólo es propio de niño de 12 años, tratándose de una especie migratoria. Si llegan menos, es posible que vayan a otros sitios, no que haya menos»
Si la población africana de tórtolas fuese similar a la de lustros anteriores, no estaría en riesgo alguno, por más que no lleguen en el mismo porcentaje a España. En ese caso lo único que se debería hacer (y se hace) es acomodar su aprovechamiento a un porcentaje que no sea abusivo.
Pongo un ejemplo cuyas cifras no son en absoluto científicas, sino puestas completamente al azar: si hace treinta años llegaban diez millones de tórtolas y se abatían dos millones, si ahora llega sólo un millón, no se deberían abatir más de doscientas mil. Eso, salvo que, de verdad, haya una comprobación de que la población mundial de tórtolas va en caída. Pero, ¿cuántas tórtolas hay en Marruecos? ¿Cuántas tórtolas se matan en Marruecos?
Es algo público y notorio que las mismas tiradas de tórtolas que se hacían en España hasta los años 70, se hacen en Marruecos (o mayores). No consta que se haya apreciado una caída sustancial de su población en ese país, entre otras cosas porque nadie ha hecho el más mínimo interés por saberlo. Los únicos censos fiables (al igual que ha ocurrido en España hasta anteayer) son los resultados cinegéticos.
Si los amigos de su bolsillo (es decir, los ecologistas) de verdad están preocupados por la tórtola más que por prohibir la caza por principio, deberían empezar por hacer un censo, siquiera aproximado, de la población general de la tórtola, en vez de hacerlo desde su casa, pedir subvención por hacerla y sacar conclusiones capadas desde su sillón. Estaríamos ante otro ejemplo de estupidez como el de querer acabar con los plásticos de los mares limitando nuestra acción a Europa, con su ridículo 5%. Aunque ahora vendrá la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJ de Castilla y León a poner su granito de insuficiencia.