
Eran las 18:30 cuando con mis amigos Laura, Alfredo y Rubén, llegamos a la finca.
La berrea estaba en su punto óptimo, no pasaban ni diez segundos entre un bramido y otro.
Decidimos hacerle una entrada a un venado que teníamos controlado.
Con el aire de cara, pasos cortos y a cámara lenta para hacer el mínimo ruido, nos pusimos a 155 metros del animal.
Los nervios eran palpables, la cruz del visor no paraba quieta en el codillo del venado por lo que decidí no tirar para asegurar el tiro.
Por fin pude contener los nervios de berrea
En el tercer clarito que había entre las encinas ya pude contener un poco los nervios y, aunque con el corazón a dos mil por hora, tiré ligeramente de gatillo y pum… la bala impactó sobre el cuerpo del animal, un poquito trasero para mi gusto, unos diez centímetros por detrás del codillo, lo que hizo que el venado no cayese sobre sus pies y corriese unos metros antes de caer al suelo.
Conforme me di la vuelta vi la cara de alegría y satisfacción de mis amigos, una vez más comprendí que realmente lo bonito de la caza no es tirar de gatillo y colgar el trofeo en la pared, sino todos los momentos anteriores y posteriores al tiro.
Mil gracias, porque cuando estos momentos los disfrutas con amigos se disfrutan el doble y si ves que ellos lo están disfrutando igual que tú, ya no se puede explicar.
Todo esto podremos disfrutarlo gracias a Rubén que lo dejó todo bien grabado a través del objetivo de su cámara.
de berrea Un artículo de Juan Carlos Guillén
El autor con sus amigos y el impresionante venado cobrado