Caza Mayor Relatos

Campurriana de un furtivo a un guarda

Campurriana corzas
‘Chuchi’ y Alberto cantando una campurriana acompañándose con sus rabeles.

Revisando material fotográfico me encontré con una agradabilísima sorpresa, una cacería de esas que por su singularidad queda para siempre grabada en el registro cinegético.

Pero al ver las fotográficas revivió como si hubiera ocurrido ayer mismo.

En esa ocasión nos convocó Pablo Pando Saiz a través de su amigo Berto Rayón.

Berto es de Cañeda, Cantabria, muy cerca de la ciudad de Reinosa y de la inmensa Reserva Regional de Caza Saja.

Cañeda es una pequeña localidad de apenas cien habitantes, no llega, del municipio Campoo del Medio, que rodea al de Reinosa. Muy cerca de Cañeda nace el Besaya, uno de los principales ríos cántabros, fuente de aguas cristalinas…

En el coto de Cañeda se celebraría la cacería.

Campurriana corzas
Desayuno montañés: Ramón, José Luis, Pablo, José Manuel, ‘Berto’ y Carlos.

Berto y Pablo campurriana

Alberto Rayón, Berto, es cazador y pescador completo, muy versátil, que cuando juega en casa alcanza la categoría de maestro de maestros.

Pero sobre todo es un tipo estupendo, de carácter tranquilo.

Puedo dar fe de ello.

Como Pablo, que lo mismo pone el rifle a tiro, que avía a la perfección un venado y luego lo guisa.

Pero por encima de sus cualidades cinegéticas es amigo de sus amigos, siempre ofrece sin esperar nada a cambio, y en cuanto supo que podía haber un hueco en la batida de Cañeda le faltó tiempo para avisar.

Puedo dar fe de ello.

Carlos y José Luis camino del último puesto.

La cuadrilla campurriana

Como se cazaría más extensión de la habitual, pudimos acoplarnos alguno de los no habituales de la peña de caza a la que pertenece Berto. Poca gente, en cualquier caso.

Además de la cuadrilla habitual de la zona, Ramón y su hijo Mario, hermano y sobrino de Berto (al que también acompañaba su hijo, Marcos), José Luis Fernández Pérez y su hijo Juan, José Manuel González o Jesús Fernández Prieto, Chuchi para los amigos, que al fin y a la postre es el gran protagonista de esta historia.

Los jóvenes, como Juan o los primos Mario y Marcos, entrarían ojeando con Berto y alguno de sus perros, jagd terrier o teckel…

Jauría breve en número y talla pero bravísima y finísima para que la caza saliera escopetada de su guarida boscosa.

Los demás colocando a los cazadores en los pasos y/o también ojeando.

De un poco más lejos, de Solares, llegó otro cazador montañés, Fernando Maza.

Otro amigo común, cántabro pero afincado en Madrid, se unió al certamen cinegético, Luis de la Torriente, su padre, Federico, fue algo más que un amigo íntimo para Pablo.

Pablo, conquense y palentino consorte, tiene a través de su inseparable Berto aquí su segunda residencia cinegética, es amigo de todos ellos, uno más de la cuadrilla.

Llamó para la ocasión a sus primos María Fernanda Saiz, que llegó desde Valencia, y Carlos Saiz, desde Madrid.

Y llamó a otros amigos madrileños, a mi compadre Marco A. García Ollero y a mí mismo, por lo que además el viaje fue una gozada.

Campurriana corzas

Con antelación campurriana

Yo ya conocía a Berto, cacé con él corzos la primavera anterior, cómo disfruté, cuánto aprendí y qué mal tiré en abril, para arreglarlo en mayo con una entrada brutal de Berto a un buen corzo que ya localizamos el mes anterior.

Antes, en la berrea de 2012, en Saja consiguió un permiso de venado para nuestro añorado Antonio Sánchez.

Este cronista iba de observador lejano, pero ya pude comprobar la calidad humana y cinegética de Berto y reafirmarme en la de Pablo al que ya conocía y que también formó parte de la expedición.

Berto, Francisco, Daniel y Pablo. RRC Saja, septiembre de 2012.

Además de disfrutar del buen hacer de una guardería de postín, Daniel García –guarda mayor– y Francisco González.

Eficientes, muy profesionales y agradables.

Intensa berrea que se saldó con el cobro de un precioso venado de 15 puntas en pleno aguacero.

Campurriana corzas
Te embelesas con el paisaje y, claro, luego las corzas se van a criar.
La ‘mancha’.

La batida campurriana

A todo esto, aún no les he contado que se podían tirar únicamente y exclusivamente corzas, nada más.

Trofeo culinario no de pared, pero de muchos quilates.

Sí, ya sé que se proponen otras fechas de caza para las corzas, pero no es el momento de entrar ahora en esta disquisición, que se me trastabilla el relato…

En la tarde del 25 de octubre de 2013, muy ilusionados, nos dimos cita en el hotel Vejo de Reinosa.

A las 8:45 del 26 desayuno montañés.

9:30, camino de los puestos.

A las 10:00 perdía de vista a José Luis y a Carlos, el primero, que no cazaba, colocaría al segundo en el último paso de la ‘armada’.

Marco A. García Ollero, siempre cazador alerta.

Los puestos o pasos muy separados, a mi izquierda, hacia arriba, mi compadre Marco, muy lejos, a la derecha y hacia abajo, el referido Carlos, ni le veía.

Mucho y buen tiradero.

Justo por detrás de la piedra blanca de la derecha, pasaron dos zorros prácticamente seguidos.

Dos zorros seguidos y una collera de… corzas

Tiros, animación… griterío de los ojeadores, alguna ladra de los pequeños y bravísimos perros.

Me entra cerca un zorro, grande, precioso, ya con buen pelo, a su ritmo, no muy rápido… ¡no se podía tirar!

Hice un ademán de volverme hacia él y apretó el paso de manera especular.

Más tiros. campurriana

Otro zorro, primo hermano del anterior en todo.

Ya se oían próximos los ojeadores.

Salta una collera de corzas por arriba, entre Marco y yo, pero más cerca de mi tiradero.

Aquello no eran corzas, eran centellas saliendo del bosque para cruzar los prados.

Hasta tres veces me dio tiempo a acerrojar, que muy bien podían haber sido cinco, pero para qué, si era un imposible.

Todo bien hecho, incluso lo de correr la mano más de un metro por delante, pero nada de nada.

Pude ver y comprobar cómo algunos compañeros pasaron por el mismo trance que yo.

Campurriana corzas

Las corzas por el monte corren que vuelan

Ya que va este escrito de coplas, tomaremos una estrofa de una clásica, popular y algo ñoña, pero que nos viene al pelo, ‘Los corzos por el monte corren que vuelan’:

 

Los corzos por el monte corren que vuelan,

los corzos por el monte corren que vuelan,

y los cazadores, no los pueden pillar.

¡Apunte usted y vuelva usted a apuntar!

que los corzos llevan dos patitas atrás.

 

Pongan ustedes corzas por corzos, y añadan a monte bosque y pradera, y ya lo tienen.

Llegó el jagd terrier que lo bordó, y tras él, Juan, que se acercó a saludar a Marco y después bajó hacia mí. Eran las 11:50.

Juan, Mario, ‘Berto’ y Marcos con la rehala, recogida de efectivos y talla, pero sobrada de pundonor canino y buen hacer.

A las 12:00 asomaron a mi puesto Berto, Mario y Marcos con el teckel que también cazó de matrícula de honor. Reunión. Fin de la batida.

Poco después asomaban las cabezas de José Luis y Carlos.

Berto y Juan informan de lo que han cantado las emisoras y lo que ellos han visto ojeando.

Se tiró en gran parte de los puestos, mucho ¡pim, pam, pum! y poca chicha, como le pasó al cronista.

Aun así se cobraron tres corzas. ¡No está nada mal!

Salieron machos que, por supuesto, como sabían que no iba con ellos aquel jaleo, lucían sus espléndidas cuernas ante los cazadores, parándose y volviéndose ante estos, nada de correr como las corzas, para qué.

En esta fecha y en esta latitud aún no habían desmogado.

Ni un jabalí, cero, varios zorros y ¡hasta un lobo cruzó por uno de los pasos!

Más entretenido imposible. Campurriana

Fernando y María Fernanda poco antes de comenzar la fiesta gastronómica.

Caza, gastronomía y cultura: coplas con rabel

Tras el cambio de impresiones de rigor por las emociones vividas, bajé por donde me indicaron, en vez de subir, dando la vuelta al resto de la ‘mancha’.

Aunque cuesta abajo, era un maravilloso pero largo trecho.

A las 13:00, con ese agradable cansancio que provoca la buena caza, satisfecho y feliz llegué a los coches.

Nos trasladamos hasta Fresno del Río, en concreto al centro cultural – restaurante La Casa de Fresno, que habían fundado en 2005 Antonio Montesino y Toñi de la Iglesia con su hija María.

La Casa de Fresno fue «una apuesta firme por la gastronomía como cultura y por combinar las culturas del paladar y las letras».

Charla animada por todos los rincones, algunos amigos de la cuadrilla se unieron a la fiesta gastronómica.

Pablo eufórico porque sus amigos hubieran disfrutado tanto, como Berto y el resto de socios de la peña, que nos acogieron con los brazos abiertos.

Campurriana corzas
Mi compadre poniéndole un sobresaliente a la cecina.

¡Qué entrantes típicos de la comarca, con una cecina monumental! ¡Qué arroces a tres gustos!, por favor, ¡qué postres! Disparate para el paladar.

Un día de caza diferente, atípico y enriquecedor en todo.

Pero faltaba el colofón, la espectacular sorpresa final.

Campurriana de un furtivo que lo fue a un guarda que lo fue, y que ahora son cazadores y amigos

Chuchi y otro reconocido rabelista, Alberto Terán, que se unió a la fiesta, tomaron sus rabeles fabricados por ellos mismos y se pusieron a cantar coplas.

El rabel es una obra de arte, un fósil vivo, similar a un violín que trajeron a la Península los árabes, y que especialmente sigue arraigado en la Cordillera Cantábrica.

Jolgorio, risas, aplausos, ¡bravos, vítores!, algunos valientes se atrevieron a unir sus voces a las de Chuchi y Alberto, yo creo que mejor si se hubieran ido a poner los rifles a tiro para que la próxima vez no se escaparan tantas corzas, como debía hacer yo, sí, pero al menos yo no me atreví a cantar…

El «para qué me traes cuernos a casa si te sobra con los que yo te pongo» levantó al público de sus asientos, si es que por aquel entonces quedaba alguien sentado.

Mucha jota montañesa y la más específica campurriana comarcal, temática de caza y de menos caza.

Pero el apogeo llegó cuando Chuchi anunció el canto de la campurriana compuesta por él mismo «de un furtivo a un guarda».

Sonó maravillosamente ante un público entregado.

A las 17:30 nos despedimos de los Saiz en la puerta de La Casa de Fresno. Antes lo hicimos del resto, muchos no se querían ir, no es de extrañar.

Nosotros tampoco, pero teníamos un largo camino hasta casa, que fue por de más agradable, después del atracón de campo, caza, camaradería, gastronomía y cultura vivido, además Marco y yo tenemos mucha tertulia dentro.

Campurriana corzas
Nos despedimos de los Saiz, Carlos, María Fernanda y Pablo, en la puerta de La Casa de Fresno y pusimos rumbo a Madrid.

Nefasta actualidad

El tiempo, inexorable, hace que pasen los años sin darnos cuenta.

Por una y por mil cosas a la vez no pudimos intentar repetir un día, por otro lado, irrepetible.

En agosto de 2015 falleció Antonio Montesino, un referente de la cultura cántabra, antropólogo, poeta, articulista, editor, profesor… restaurador y cocinero formidable.

Ese mismo mes cerró al público La Casa de Fresno, que pasó a ser la familiar, aunque la asociación Los Amigos de La Casa de Fresno no descarta abrir un centro cultural donde se muestre el enorme legado de Montesino…

Hace poco, Pablo, incansable, nos propuso de nuevo disfrutar de esta cacería singular, telefoneó a Berto y, como siempre, un «sin problema»…

Sólo que… ya no será una batida de corzas, ni de corzos tampoco…

Hoy, el gusano de la garganta ha diezmado su población, al menos en esta comarca.

Ese gusano que mata al pequeño cérvido de una manera tan cruel.

No se crean que los ciervos de gran parte de Saja no han tenido también su calvario, sufriendo una sarna terrible que parece que ya va remitiendo.

Ojalá pronto Chuchi les pueda dedicar una campurriana a esas veloces corzas o a esos corzos que saben que la batida no va con ellos.

Ahora, para la 2022-2023, ha de ser una cacería de jabalíes, que al parecer van a más, ni tan mal.

Allí estaremos con la única intención de disfrutar de la hospitalidad y compañía de nuestros amigos montañeses, campurrianos…

Eso ya lo tenemos asegurado y es mucho.

Crónica y fotografías de Adolfo Sanz Rueda

Campurriana corzas

Campurriana de un furtivo que lo fue a un guarda que lo fue, y que ahora son cazadores y amigos

Esta es la historia, señores,

de dos que ahora son amigos;

antes fueron lo contrario,

los dos eran fugitivos.

 

Él era guarda de zona

que a los venados cuidaba

y, cuando alguno faltaba,

a mí la culpa me echaba.

 

Hoy, que han pasado los años,

ya lo podemos contar:

tú has dejado de ser guarda

y yo de furtivear.

 

Mi juguete era un trabuco,

un perro y un mochilón,

y cazaba los venados

por la Muela y el Carbón.

 

Acuérdate de aquel día,

allá por el Carrascal,

tú imitabas el silbido

que acababas de escuchar.

 

Habías oído el disparo,

también la detonación,

corrías camino abajo

como un caballo trotón.

 

No lo volviste a oír,

pues te acababa de ver:

a pesar de que era de noche

ya empezaba a amanecer.

 

Mi escudo fue una piedra,

una escoba y un tocón.

Traías cachava en mano

y, en la otra, un pistolón.

 

La niebla fue mi aliada

para poder escapar,

puse pies en polvorosa

no me volví a recatar.

 

Saltaba las alambradas

con soltura y decisión,

a ver si podía llegar

a la garma del Carbón.

 

Una vez conseguido,

¡vaya susto que me diste!

Tú encontrarías el venado

que, a buen seguro, comiste.

 

Por muchas vueltas que dabas

no me volviste a ver:

estuve metido en la garma

hasta el amanecer.

 

La vida, que fue difícil,

nos pudo haber sido peor.

Yo siempre fui el perseguido

y tú el perseguidor.

 

Y, aunque no lo crean, señores,

no nos guardamos rencor,

pues ahora cazamos juntos

el guarda y el cazador.

 

Y por montañas y valles,

entre cuestas y llanuras,

yo seré Chuchi, el Furtivo,

y tú Antonio Armaduras.

Una campurriana compuesta por Jesús Fernández Prieto, Chuchi, rabelero, cazador

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