Año tras año volvemos a insistir en esta enfermedad que asola, sin que se ponga remedio, las poblaciones de ungulados silvestres –cabra montés, rebeco, corzo o venado, principalmente–, llegando a afectar incluso al propio lobo ibérico y al zorro. La mala gestión de las densidades de nuestras principales especies de caza mayor –y la ausencia de interés por controlarla por parte de la Administración– hacen que, lejos de controlarse, se extienda cada vez más.
No son pocos los brotes de sarna que año tras año sufrimos en la fauna silvestre española que generan noticias frecuentes en diferentes medios de comunicación sobre la presencia de la enfermedad en poblaciones de ungulados silvestres, fundamentalmente de cabra montés, rebeco, corzo o venado, capaces, incluso, de diezmar poblaciones en pocos meses.
En los últimas tiempos, los casos más alarmante se produjeron en las comunidades autónomas de Cataluña, Aragón y Valencia, afectando a poblaciones de cabra montés presentes en las áreas de Terra Alta (Tarragona) y zonas limítrofes, Comarca del Matarraña (Teruel) y montes de la Tinença de Benifassà (Castellón). Sin embargo, no son menos destacados los brotes recurrentes sufridos en la última década por poblaciones de rebeco y cabra montés en Picos de Europa, o los aparecidos en los años ochenta y noventa en el Parque Natural de Cazorla y en Sierra Nevada, también en cabra montés.
Por otra parte, todos los que estamos en contacto con el campo y la caza, seguramente hayamos tenido ocasión de abatir o al menos observar algún zorro que, aún sin diagnóstico definitivo, evidencia la presencia del proceso por su deplorable condición corporal, la ausencia de pelo en amplias zonas del cuerpo y el engrosamiento de la piel en esas calvas como signos casi inequívocos de la sarna sarcóptica. Incluso el propio lobo ibérico no es ajeno a este parásito, existiendo casos confirmados de sarna en animales cazados o atropellados en Castilla y León.
¿Qué es la sarna sarcóptica?
La sarna es una de las parasitaciones más importantes en nuestras poblaciones de caza mayor. Aunque aparentemente sólo produce lesiones cutáneas, puede llegar a provocar elevadas mortalidades en las poblaciones afectadas. Inicialmente se presenta en forma de brotes, pero si la población está bien estructurada y la densidad es correcta llega a mantenerse de manera endémica sin producirle grandes daños. En cambio, si la población está amenazada o la densidad de ungulados es excesivamente alta, puede tener consecuencias muy graves y persistentes.
El agente que causa la sarna es un ácaro, Sarcoptes scabiei, de pequeño tamaño (0,6 mm) que vive en la epidermis de sus hospedadores. Su ciclo vital no dura más de 3-4 semanas. Las hembras depositan los huevos de donde nacerán las larvas que mudarán dos veces antes de llegar a adultos. Una vez que son adultos pondrán 10-15 huevos para cerrar su ciclo vital.
Se trata, así mismo, de una especie que cuenta con una gran resistencia a las condiciones ambientales, por lo que presenta una gran ubicuidad y una distribución prácticamente mundial, siendo capaz de afectar a un amplio rango de hospedadores, entre los que se incluyen los animales domésticos y el hombre.
Estas características hacen, además, que presente una elevada contagiosidad, bien por contacto directo o bien por contacto con materiales o vegetación contaminada, por ejemplo. Este contagio se ve favorecido en animales con defensas bajas o aquellos que se encuentran en peores condiciones sanitarias o peor alimentados. Por ello, son periodos más favorables para la difusión de la enfermedad aquellos en que existen peores condiciones tanto alimenticias como ambientales, principalmente, otoño e invierno.
¿Qué ocurre con los animales afectados?
Una vez que el ácaro parasita a un hospedador va a introducirse en su piel, excavando galerías en su interior, que provocarán un intenso picor capaz de generar nerviosismo e intranquilidad con continuos rascados que generarán pérdida de pelo, presencia de engrosamientos y heridas en las zonas afectadas.
Todo ello desencadena en un círculo vicioso que ocasiona que los animales cuenten con dificultades para alimentarse, por ese picor continuo, empeorando su condición corporal, pudiendo incluso aparecer otras enfermedades por la pérdida de defensas o por la infección de las heridas cutáneas, hasta provocar la muerte en los casos más graves.
¿Existen herramientas para la gestión de la enfermedad?
Existen fármacos de eficacia probada frente a la sarna e incluso en tratamientos experimentales en animales silvestres se han obtenido importantes éxitos. Estos tratamientos se basan en el empleo de ivermectinas subcutáneas o por vía oral, combinadas con antiparasitarios externos, que se emplean habitualmente en la cabaña ganadera doméstica cuando aparece algún brote.
Sin embargo, las condiciones propias de las poblaciones silvestres afectadas, la orografía, muchas veces escarpada y de difícil acceso, las condiciones ambientales, las dificultades para el manejo individualizado y específico de los animales, la alta contagiosidad del proceso o el precio elevado de los medicamentos, hacen que el tratamiento de animales silvestres sea una práctica muy poco habitual.
Por ello y debido a las características de la enfermedad, su elevada contagiosidad y su difícil control, las medidas de gestión deben orientarse fundamentalmente a la prevención de su aparición, centrando los esfuerzos en una gestión cinegética eficaz que module las densidades de ungulados presentes en un territorio y evite superpoblaciones que originen un caldo de cultivo ideal para la aparición de brotes.
Es importante, además, favorecer la buena condición corporal de los animales, por lo que, si fuese necesario, sería recomendable actuar en este sentido suplementando o llevando a cabo siembras específicas para la caza allí donde fuese posible.
También será esencial contar con planes de vigilancia activos en la cabaña ganadera doméstica, fundamentalmente en ganado extensivo que comparte territorios con la fauna, puesto que, como hemos apuntado, el tratamiento de un animal doméstico es factible y efectivo, mientras que si se produce el salto a la fauna silvestre la situación se complica enormemente.
Tampoco debemos olvidar el exhaustivo control veterinario de los animales participantes en actuaciones de repoblación o refuerzo poblacional, independientemente de la especie de que se trate, puesto que la sarna puede vehicularse tanto por una repoblación de cabra montés como de conejo de monte.
En el caso de que se presente algún brote habrá que actuar de forma rápida para minimizar su difusión y evitar la generalización del proceso. Para ello, una detección precoz de animales afectados y su control cinegético puede ser una herramienta de gran interés, sobre todo cuando contamos con poblaciones estables y bien estructuradas. Por otro lado, no debemos olvidar que todos los animales abatidos deben ser manejados cuidadosamente para evitar que nosotros mismos seamos los causantes de la difusión. También es importante realizar una vigilancia activa ante la presencia de cadáveres, procediendo a su destrucción.
Por último, hay que tener presente que se trata de una enfermedad altamente contagiosa y que también puede afectar a las personas, por lo que el manejo de los animales afectados, ya estén vivos o muertos, debe ser muy cuidadoso. Utilizaremos siempre guantes y evitaremos el contacto directo con cualquier parte del cuerpo del animal.
En ocasiones se han diagnosticado casos de sarna en la parte posterior del cuello de cazadores y guardas, asociados al transporte de reses o partes de ellas a hombros, por lo que cualquier descuido, por pequeño que sea, puede generarnos un problema de salud. CyS
Gestión de la enfermedad
•El tratamiento en las poblaciones silvestres —condiciones ambientales y manejo individualizado, además del coste de los medicamentos— es prácticamente imposible.
•Toda la gestión debe de encaminarse a la prevención.
•La gestión cinegética es imprescindible, controlando densidades y evitando superpoblaciones territoriales.
•Favorecer las buenas condiciones de los animales, sobre todo alimentarias, realizando aportes siempre que sean necesarios.
•Planes activos de vigilancia de la cabaña ganadera que comparte teritorios con las especies silvestres.
•Exhaustivo control veterinario en las labores de repoblación.
•Actuación muy rápida ante la detección del mínimo brote.
•Cuidado exhaustivo en el manejo de animales infectados, tras su abatimiento, para evitar ser nosotros mismos los causantes de la difusión.
•Vigilancia extrema de los cadáveres y control en su retirada y destrucción.
•Utilizaremos siempre guantes y evitaremos el contacto directo con cualquier parte del cuerpo. En ocasiones se han diagnosticado casos de sarna en la parte posterior del cuello de cazadores y guardas, asociados al transporte de reses o partes de ellas a hombros, por lo que cualquier descuido, por pequeño que sea, puede generarnos un problema de salud.
EXPANSIÓN POR EL SISTEMA IBÉRICO HACIA LEVANTE
Hace unos años se confirmaron los peores presagios, que ya eran vox populi, sobre la expansión de la sarna sarcóptica, en venados, por el Sistema Ibérico, al sur de la Sierra de la Demanda y del Parque Natural de Sierra Cebollera (en El Valle, como bien nos muestra la infografía del Heraldo de Aragón).
Los casos se confirmaron en las provincias de Burgos y Soria y en la comunidad autónoma de La Rioja. Aunque no se dieron datos oficiales por parte de los gobiernos autonómicos, la Federación Riojana de Caza confirmó que hasta el 80% de la cabaña de venados podía estar afectada, problema que afectó a la berrea en la zona, causando notables pérdidas económicas. Los casos detectados en esa ocasión, según la Federación, no hacía sino confirmar un problema que de venía denunciando por parte de los cazadores desde hacía cuatro años ante la impasibilidad habitual de las distintas administraciones. Desde que se avistaron los primeros casos han muerto cientos de venados.
Pero el problema se extendió, sin que nadie hiciera nada por evitarlo, como tantas y tantas veces, y en apenas un mes, a finales del pasado, se empezaron a detectar los primeros casos en las poblaciones de monteses de la zona de Els Ports, en distintos municipios de Tarragona y Castellón.
Aunque las alarmas saltaron en el mes de enero, hasta bastante tiempo después la Conselleria de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente no estableció un protocolo de actuaciones para controlar el contagio masivo que pudo diezmar las poblaciones de montés de una forma notable alcanzando incluso a la cabaña ganadera. Los controles se realizaron en la zona de Tinença de Benifassà, en el término municipal de Horta de Sant Joan, en la montaña de Santa Bárbara.
Por Carlos Díez Valle y Carlos Sánchez García-Abad, Equipo Técnico Ciencia y Caza Fotografías: Michel Coya y Redacción