Los amantes del ‘duende del bosque’ ansían salir en busca del macho soñado, un ejemplar de cuerna –que no cuerno– gruesa, de roseta ancha y perlada, larga, brillante, simétrica y bien conformada con sus tres puntas hacia el cielo que dibujen su majestuosidad.
tros, sin embargo, buscan trofeos distintos, aquellos marcados precisamente por lo contrario: cuernas raras, asimétricas, deformes que puedan ser calificadas de casi únicas y sirvan para marcar la diferencia con el resto.
No todos los que hayan salido tras los corzos al ocaso o al alba de una jornada primaveral habrán tenido ocasión de ver esos machos, sorprendentes, precisamente, por la rareza de su cuerna, y no siempre está claro cuál puede ser las causas que determinan su presencia, por lo que trataremos de desgranarlas en este artículo.
Podríamos encontrarnos causas extrínsecas, relacionadas con el entorno en el que habitan los animales y otras intrínsecas, como aquellas ligadas a aspectos inherentes al propio ejemplar.
Entre las primeras se incluyen aspectos como restricciones en cuanto a calidad o cantidad de alimento, limitaciones en la disponibilidad de agua de bebida de calidad o una densidad elevada de población de corzos o de otros posibles competidores, ungulados o incluso predadores, en definitiva, cualquier factor que pueda suponer estrés en los animales.
No debemos olvidar que el desarrollo de la cuerna del corzo requiere un importante esfuerzo metabólico por parte del animal, que da lugar a la formación de una estructura mineralizada y compleja, en un periodo reducido de tiempo, de manera que cualquier restricción en este sentido puede provocar un defecto en el desarrollo de la cuerna y, por tanto, la presencia de un corzo con un trofeo anómalo… o de peor calidad.
En cuanto a las segundas, podemos encontrar alteraciones hormonales que pueden dar lugar a desarrollos incompletos o anormales de cuernas como veremos a continuación y que pueden asociarse a diferentes causas, o bien, los traumatismos como causa más destacada, sin olvidar aspectos genéticos, que en el caso del corzo tienen un peso específico muy limitado, puesto que existe un escaso componente hereditario en la formación de cuernas anómalas.
Tampoco olvidemos que la edad hace que algunos animales puedan confundirnos y hacernos pensar que cuentan con cuernas deformes y simplemente se debe a su que juventud hace que el desarrollo sea menor o carente de alguna punta. Así, animales jóvenes pueden presentar cuernas con cuatro o cinco puntas o con asimetrías, y a medida que van avanzando en edad pueden dar lugar a excelentes trofeos perfectamente simétricos y bien desarrollados, por lo que es un factor muy a tener en cuenta en la gestión de la especie y su aprovechamiento, puesto que no siempre es sencillo diferenciar a un macho adulto de uno joven en el campo.
¿Qué ‘rarezas’ nos podemos encontrar?
•Corzo en peluca o corzo con peluca. Probablemente uno de los más conocidos y que se asocia a un animal que presenta la cuerna cubierta por una densa masa amorfa de borra o terciopelo que no ha descorreado y que puede llegar a alcanzar dimensiones importantes.
Es un trofeo muy apreciado por su rareza y espectacularidad y su presencia se relaciona con una alteración hormonal en los machos que la portan, causado por un déficit de testosterona, asociado a una alteración en el desarrollo testicular o a un traumatismo genital que provoque que estos animales no completen de forma adecuada el ciclo de desarrollo de la cuerna y su posterior descorreado, y mantengan una borra superdesarrollada que no se pierde.
•Alteraciones en el número de puntas. Se asocia a traumatismos, fundamentalmente en el periodo de desarrollo de la cuerna, que provocan la ausencia de alguna de las puntas, si bien también puede deberse a un componente genético o a carencias en el entorno que provoquen estrés y dificulten el desarrollo, así como es relativamente más frecuente en ejemplares jóvenes.
•Trofeos en varas o con varas, los denominados corzos asesinos. Son aquellos machos adultos que carecen de luchaderas y, por tanto, son muy peligrosos para otros, puesto que en cualquier agresión pueden causar graves lesiones al contrincante.
•Trofeos con formas anómalas o ubicación extraña de las puntas, como los trofeos en forma de cruz, en los que luchadera y punta trasera se presentan casi horizontales, otros con forma de tulipán o, incluso, de trébol, por la presencia de láminas que nacen en la base de la cuerna y crecen hacia su parte superior o por un desarrollo notable del perlado. En este apartado podemos incluir también animales con cuernas en forma de pala, que, en este caso, se trata de una deformación de origen genético que da lugar a formas aplanadas en lugar de cilíndricas.
•Unicornios. También es posible observar en campo animales con un solo cuerno en posición más o menos central, asociado fundamentalmente a lesiones traumáticas que han provocado la pérdida de una de las cuernas o, incluso, un daño en uno de los discos germinativos que incluso pueden ser irreversibles. Otras veces puede existir una fusión aparente del rodete de la cuerna para posteriormente bifurcarse en dos, hablando entonces de cuernas monobase o monopivote.
No es caza selectiva
Por último, es necesario destacar que la presencia de ejemplares con cuernas anómalas en el caso del corzo no debe ser considerada como una caza selectiva en el sentido cinegético estricto de la palabra, puesto que, debido a la baja heredabilidad de este tipo de anomalías, podemos estar cometiendo errores de gestión, cuando centramos nuestros aprovechamientos selectivos en este objetivo.
La caza selectiva del corzo debe orientarse a la retirada de ejemplares enfermos, de edad muy avanzada o con lesiones limitantes, pero no cuando la cuerna presenta anomalías que pueden ser temporales, debidas a la corta edad del animal o, sobre todo, indicadores de otros problemas en el acotado.
En este sentido, un estudio de Pélabon y Van Breukelen analizó la asimetría de las cuernas del corzo en una misma población durante 18 años, para tratar de encontrar las causas que daban lugar a su presencia. Comprobaron que la asimetría se reducía de forma muy significativa con la edad de los animales, de modo que los jóvenes eran mucho más asimétricos, al igual que la asimetría disminuía con el tamaño de la cuerna, al igual que con la condición corporal.
Por otra parte, observaron como la densidad de la población afectaba negativamente a dicha condición corporal y, por tanto, al tamaño de cuerna, de modo que se producía un incremento significativo de animales con cuernas asimétricas.
Por ello, los autores proponen que el desarrollo de la cuerna del corzo supone una señal indudable de calidad del ejemplar y la presencia de trofeos asimétricos es un indicador muy importante de las condiciones ambientales y de las poblaciones a las que pertenecen los animales, de modo que para poder cazar buenos corzos es importante contar con un medio en condiciones óptimas y poblaciones equilibradas, basados ambos aspectos en una buena gestión.
Una gestión adecuada
Como en cualquier especie cinegética –y más cuando su aprovechamiento mayoritario es mediante una modalidad selectiva como el rececho– una caza sostenible y equilibrada es la clave para que la calidad de poblaciones sea elevada.
Medidas de gestión tradicionales y conocidas por todos, aunque no siempre bien aplicadas, como la caza de un cupo limitado de ejemplares de alto valor, pero que ya se hayan reproducido contribuyendo con su genética a poblaciones futuras, es muy importante. El ansia de muchos hace que cada vez se cacen animales más jóvenes que, por un lado, aún no han desarrollado todo el potencial y, por otro, tampoco han tenido tiempo de contribuir con su material genético en nuevas generaciones. No es conveniente abatir machos menores de cuatro o cinco años, puesto que no habrán logrado desarrollar el mejor trofeo. También es esencial el control del furtivismo en una especie que está sometida a una elevada presión y que, de no frenarse, acabará con las poblaciones de algunos territorios en no mucho tiempo.
La caza selectiva del corzo debe orientarse a la retirada de ejemplares enfermos, de edad muy avanzada o con lesiones limitantes
Hay que abordar también algunos otros puntos no menos importantes y que en algunos territorios son determinantes para la presencia o no de trofeos de calidad cuando se cumplen las premisas anteriores. Nos referimos, por ejemplo, a aspectos relacionados con la escasez de alimento o cualquier otro factor que, como hemos indicado, genere estrés en los animales, como una excesiva densidad de corzos o de otros competidores e, incluso, predadores.
En este sentido, desde hace no mucho tiempo existe una tendencia creciente, conveniente y casi imprescindible hacia la ‘caza de corzas’.
Un ejemplo claro lo tenemos en las acertadas iniciativas llevadas a cabo por la Asociación del Corzo Español, integrada por grandes especialistas y orientadas, entre otras, a organizar de forma controlada jornadas de aprovechamiento de hembras que contribuyen a controlar las densidades y mejorar el equilibrio de sexos en las poblaciones.
Los gestores cinegéticos y cazadores, muchos dedicados en cuerpo y alma a la especie, se han ido dando cuenta de que la tradicional presión cinegética establecida sólo sobre los machos ha provocado que muchas poblaciones cuenten con un desequilibrio importante y una pérdida de calidad notable debida al exceso de hembras, muchas de ellas viejas que molestan y no contribuyen de forma eficiente en la reproducción y, sobre todo, compiten por los recursos disponibles.
En definitiva, como en otras especies cinegéticas, una gestión adecuada es imprescindible para mantener o incrementar la calidad de nuestros trofeos y garantizar la viabilidad de las poblaciones futuras. CyS
Por Carlos Díez Valle y Carlos Sánchez García-Abad – Equipo Técnico de Ciencia y Caza (www.cienciaycaza.org) • Fotografías: J. L. Cañete, T. de la Flor y A. Sanz