Caza Mayor Gestión y Medio ambiente

El macareno soñado… todas las claves para abatirlo

Aprieta el calor, las noches son cortas y la luna acompaña a los intrépidos cazadores que se afanan por encontrarse en la penumbra de una cálida noche de verano con el macareno soñado: es tiempo de esperas al jabalí.

Una modalidad centenaria que cuenta con cientos de aficionados que, año tras año, aguardan ansiosos las noches de luna para salir a disfrutar de una práctica ancestral, llena de secretos que hacen que los resultados puedan ser dispares, aun en condiciones muy similares. Se trata, además, de una práctica selectiva, por lo que, bien ejecutada, puede ser herramienta de gran interés en la gestión de nuestros cotos de caza mayor. A través de la espera se puede controlar hembras, gestionar machos excedentarios y vigilar animales enfermos, entre otros.

Desde el punto de vista de gestión, es interesante tener en cuenta una primera consideración: la conveniencia o no de realizar las esperas. Si existen daños y es necesario bajar la presión, ya no hay duda. Sin embargo, si esto no es tan evidente, quizás tendremos que plantear la repercusión de esta modalidad en los resultados de los ganchos o monterías de la siguiente temporada. Si castigamos mucho el coto en primavera y verano, momentos de máxima actividad reproductiva, estaremos provocando mermas en la población. No sólo será por el efecto directo de la caza, sino también porque daremos lugar a desplazamientos de los animales a otros entornos más tranquilos, haciendo que, incluso, algunos no vuelvan a sus zonas de origen.

Por ello, es fundamental hacer una planificación global y responsable de la temporada completa. A pesar de que tengamos la sensación de que queda mucho tiempo entre unas y otras prácticas, la realidad es que todo lo que hagamos en el monte tendrá su repercusión futura, para bien o para mal.

Cuando la situación es la contraria y se trata de poblaciones que rozan la consideración de plaga y los daños son importantes, la realización de aguardos o esperas nocturnas puede resultar casi imprescindible.

En todo caso, no debemos olvidar tampoco que la gestión cinegética, en base siempre a unos aprovechamientos sostenibles que garanticen la conservación de las especies sobre las que se caza, debería ser preventiva. Hay que desterrar el equivocado concepto de muchas administraciones, gestores y técnicos que sólo entienden la autorización cuando el daño ya se ha producido y, probablemente, no tenga solución.

De este modo, si la planificación es adecuada, los responsables de dichas autorizaciones deberían entender el valor de esa medida preventiva y de la propia caza y de los cazadores, como aliados para la conservación de territorio y la reducción de conflictos que, de otro modo, se van incrementando por el crecimiento exponencial de las poblaciones de jabalíes en buena parte de la península Ibérica.

Si decidimos incluir en nuestra planificación las esperas al jabalí, son diversos los puntos a tener en cuenta para lograr el ansiado éxito y conseguir abatir el mejor macareno. Desde los trámites administrativos hasta la elección del lugar, preparación del puesto, horarios y actitudes a adoptar o incluso el momento del disparo…

Solicitar esperas nocturnas

A pesar que la normativa de cada autonomía puede variar e incluso en algunos territorios no recoger esta modalidad, hay algunos puntos comunes en todas ellas. En primer lugar, debería ser una práctica incluida en el plan cinegético en vigor. Por otro lado, las solicitudes deben dirigirse al Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Provincia donde nos encontremos y siempre con al menos 15 días de antelación a la fecha prevista de inicio.

Casi siempre las esperas sólo se autorizan si se demuestran daños a la agricultura, lo que suele ir acompañado de un trámite cada vez más complejo con la presencia incluida de un agente medioambiental que debe certificar el daño y una demora considerable en la resolución. Por eso, la solicitud tendrá que ir acompañada de un informe de daños, por alguna reclamación previa de algún agricultor o por algún hecho que demuestre fehacientemente la presencia de estos daños o el riesgo de que aparezcan, lo que ayudará sin duda a que el trámite se agilice.

Elección del lugar

Si las esperas son por daños, normalmente tendremos que elegir lugares relacionados con las zonas donde se están produciendo. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que un buen lugar será aquel que nos permita una cierta visión y buen tiro, al que los animales tengan ya una querencia natural por estar próximo a un punto de agua, zonas de siembras, pasos y rascaderos, entre otros.

No debemos olvidar que, en general, está completamente prohibido utilizar atrayentes artificiales como gasoil y aceites, así como cebar a los animales con este fin, por lo que la elección de una zona adecuada será clave. No debe ser un área excesivamente espesa que nos pueda dificultar la visión y el tiro, pero tampoco una zona muy abierta, porque, sobre todo los ejemplares más viejos, son recelosos a atravesar grandes claros, y más si hay luna. La proximidad a bañas y otros puntos de agua o cultivos querenciosos para los guarros son lugares de elección para incrementar las posibilidades de éxito.

Preparación del puesto

De la mano del punto anterior, tenemos que elegir el punto de espera también en función de las posibilidades que tiene de cara a colocar allí un puesto. Existen diferentes posibilidades, desde los más sencillos, en los que apenas hay un apoyo donde sentarse y unas ramas o una chaparra para cubrir el puesto que adaptamos a nuestras necesidades, hasta complejas plataformas, casetas y otras estructuras varias, en ocasiones muy costosas.

En todos los casos, deben ser artilugios discretos, preparados con unos días de antelación para que los animales no desconfíen y, sobre todo, para que pierdan olores y brillos extraños que podrían dar al traste con nuestra espera. Además, es fundamental conocer el monte, los animales que se encuentran en él y sus hábitos. El puesto se debe colocar de cara a vientos dominantes y a las entradas naturales de los animales al punto de espera. Así, el aire les debe llegar de espalda para que no perciban nuestro olor o, incluso, para que no oigan cualquier ruido que podamos hacer involuntariamente.

Seguimiento de los cochinos

Una vez elegida la zona y preparado el puesto, hay que hacer un seguimiento previo de los jabalíes de la zona, ver rastros, valorar rascaderos y bañas, identificar los daños, encontrar los pasos de entrada y salida, valorar la frecuencia con la que entran al puesto elegido. Hoy en día disponemos de numerosos dispositivos que permiten identificar la hora a la que acceden los animales (como comederos y otros dispositivos con relojes), destacando el fototrampeo, que nos ofrece una información definitiva mediante las cámaras automáticas. Son mecanismos no demasiado costosos que nos aportan gran cantidad de información interesante y que nos pueden ayudar notablemente en la gestión diaria de nuestros cotos.

Si no queremos recurrir a estos artilugios artificiales, es interesante visitar la zona con frecuencia antes de comenzar las esperas para conocer todos estos datos viendo pasos, huellas y otros rastros. Sin embargo, hay que ser cuidadosos en el seguimiento y evitar acercarnos demasiado a los puntos clave para que los animales no perciban signos extraños que hagan que dejen de visitar la zona. Si lo hacemos, tendremos que ir con algunos días de antelación para evitar molestias excesivas y dejar olores que den problemas los días de la espera. También es mejor hacer las visitas por la mañana: por un lado, las posibles huellas estarán más frescas y, por otro, si vamos por las tardes, ‘nuestros rastros’ estarán más recientes, habiendo más riesgo de que sean detectados por los jabalíes.

El momento de la espera

Con todos los anteriores puntos resueltos, llega el día clave, el día de salir a cazar e intentar lograr abatir un ejemplar. A pesar de tener las autorizaciones, haber preparado bien el puesto y elegido bien la zona, si no somos cautos, pacientes, sigilosos e inteligentes, seguro que estropearemos todo el trabajo previo. Hay que tener en cuenta la hora de entrada al puesto, que debe ser temprana para evitar interferencias, aunque si tenemos algunos datos previos de los dispositivos mencionados en el párrafo anterior, la podremos ajustar un poco más.

Algunas comunidades, sin embargo, marcan por ley una hora para entrar en los puestos, previa a la cual no se puede llegar y eso hay que tenerlo en cuenta. El coche debe quedar a una distancia prudencial, en un lugar discreto y que no corte el acceso o salida natural de los animales ni que tampoco de olor o brillos al puesto. Por otra parte, para entrar al puesto, la normativa de algunas autonomías indica que está prohibido usar cualquier iluminación, por lo que debemos tenerlo en cuenta para evitar sanciones. Tampoco se permite, en general, foquear desde el puesto de espera y sólo se podrá encender una luz en el momento del disparo. Por todo ello, es importante tener en cuenta los ciclos lunares y elegir fases crecientes o de luna llena que nos permitirán tener una cierta visión de la zona como complemento al oído, que debe ser nuestra herramienta fundamental.

Otro aspecto a considerar es el clima del momento. Así, por ejemplo, un cambio en el viento de última hora puede hacer fracasar nuestra espera, al igual que unos chubascos pueden provocar una modificación de hábitos de los jabalíes, dando al traste con nuestras expectativas.

La ropa a elegir es también esencial, debe ser de abrigo, que no genere brillos ni reflejos y, sobre todo, que sea de materiales que al movernos no hagan ruido, porque cualquier emisión sonora puede provocar la irremediable huida de nuestro trofeo. Además, hay que evitar olores fuertes, perfumes y otras sustancias artificiales que puedan ser detectadas por los suidos. Es recomendable frotar ropa y calzado con vegetación de la zona para enmascarar nuestros olores lo más posible.

La entrada de la piara

Este es un momento crucial en el que no debemos dejarnos llevar por los nervios y la excitación, que serán mayores, sobre todo, en cazadores noveles. Hay que asegurar que se trata de jabalíes y descartar la presencia de cualquier otra especie, encarar el arma con sigilo e iluminar la zona sólo cuando ya estemos preparados, intentando prever la reacción del ejemplar elegido.

Algunos se quedan inmóviles, mientras otros corren unos metros y se detienen. En caso de haber varios animales debemos fiarnos de nuestra intuición o de la escasa iluminación disponible para tratar de elegir al mejor de todos, guiándonos por el volumen del animal, vocalizaciones y movimientos, que pueden ser de gran interés para orientarnos en la decisión que siempre es compleja. En cuanto al disparo, además de tener la calma necesaria, es interesante haber tomado unas referencias previas sobre distancias a rocas, árboles, charcas y otros elementos cuando aún era de día, para en ese momento ser más certeros.

Al retirarse del puesto

Para finalizar, otro aspecto no menos importante es cómo retirarnos del puesto. Se trata de una decisión que puede repercutir enormemente en resultados de la propia espera o de las siguientes. Si no hemos tenido éxito tendremos que decidir la hora de irnos, que puede basarse en datos recogidos previamente o en la propia intuición, experiencia y conocimiento del monte.

Si el puesto está en una zona de siembra, lo habitual es que los animales entren a primeras horas de la noche porque, normalmente, desde los encames, lo primero que hacen es ir a comer. Sin embargo, cuando estamos cerca de una baña, lo normal es que entren más tarde porque suelen ir tras haber comido y antes de volver a encamarse. Tenemos que salir siempre con sigilo, dando un rodeo para evitar dejar huellas y olores que espanten futuras entradas y, por supuesto, cumpliendo siempre la normativa y el sentido común, con el arma descargada, despacio y según en qué autonomía, sin luces artificiales.

Si hemos disparado a algún ejemplar hay que confirmar que lo hemos abatido, sin miedo a efectuar un tiro de gracia ante la menor sospecha, para evitar sufrimiento innecesario al animal, pero también por nuestra propia seguridad que, a la postre, es lo más importante de todo y que no debemos nunca perder de vista cegados por la euforia lógica del momento. En ocasiones suele ser incluso prudente dejar el cobro para la mañana siguiente y acompañar el trabajo con un perro de rastro que nos ayude a recuperar la pieza si fuese necesario. No debemos olvidar que la esencia de la caza pasa también por el cobro, el faenado de la pieza y su posterior consumo, si es entre amigos y familia, mejor.

En este punto y a modo de colofón, nunca viene mal recordar que el jabalí puede ser portador de un importante parásito, la triquina, por lo que no conviene olvidar llevar unas muestras de la canal al veterinario para que descarte su presencia y así la fiesta de la caza sea completa. CyS

Por Carlos Díez Valle y Carlos Sánchez García-Abad, equipo técnico Ciencia y Caza. Fotografías: Redacción

 

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