La caza de perdiz con reclamo es una modalidad cinegética catalogada como tradicional, practicada desde tiempo inmemorial. La primera referencia histórica se encuentra en el siglo VI a. C. donde aparece en una de las fábulas de Esopo (620 y el 560 a. C.), concretamente en la de «El Pajarero y la Perdiz», donde se alude a la existencia de una perdiz utilizada como reclamo, según publica sevilla.abc.es.
En la historia más reciente encontramos varios intentos por poner fin a estas prácticas. Por fortuna, con la Ley de Caza de 1970 se autorizó la práctica del reclamo, aunque no en todas las comunidades autónomas de nuestro país. A los aficionados que practican esta modalidad se les conoce con distintos denominaciones, pajareros, jauleros, perdigoneros oreclamistas dependiendo de la zona a la que pertenezcan.
El cazador coloca un macho enjaulado en territorio ocupado por parejas, que atraerá con y su canto a las perdices que lo escuchen. Para la práctica del reclamo es necesario un conocimiento profundo del escenario donde se va a desarrollar la caza. Lo más atrayente de la modalidad es precisamente la elevada capacitación técnica para su caza y la ausencia de repetición de los lances. Ninguno de ellos resultará parecido al anterior, ni la actuación del cazador, del reclamo o de las perdices del campo será similar en las diferentes jornadas de caza.
En esta modalidad la calidad de los lances, el trabajo del reclamo y la observación por parte del cazador es lo más gratificante. El disparo es la consecuencia más desagradable del proceso y muchos cazadores lo eliminarían si pudieran. De hecho, en algunos lugares España se practica la caza sin muerte en esta modalidad, mediante la captura con redes de las presas.
Por todo ello, y por las propias limitaciones de su práctica, el reclamo puede ser catalogado como la más selectiva y técnica de las modalidades de caza menor.
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