Y si muero que me entierren / mirando a la sierra quiero / por ver mis perros valientes / mis siempre fieles guerreros. / Que me entierren en la sierra / que quiero verles de nuevo, / sentir una ladra larga… / echarles mi caracola / y animarles desde el cielo.
Al ver la imagen de perfil de WhatsApp de Óscar, el primero en someterse a un trasplante completo de cara del mundo, uno se encuentra con estos versos. Habla de lo que él considera la razón de su vida. Sus perros de caza.
Sostiene a Thor, su dogo argentino, su mejor amigo, su compañero en aquello que le hace feliz. Él y la veintena de perros que cuida, alimenta y venera viven en la cima de un monte. Tiene barba de una semana, el pelo más largo. «Bienvenido amigo», dice y estira la mano. Le tiembla levemente. Se seca un ojo. Se acomoda el sombrero caqui. Thor supervisa sus movimientos. Cuando está lo suficientemente cerca, un lametón. Es un escenario bucólico. Al fondo se ven montes y un cielo azul, límpido.
Es difícil sacar a Óscar de su ostracismo, de su exilio en los Pirineos. Lo normal en un hombre que antes no tenía rostro. Que forma parte de la historia de la medicina a su pesar. Deja atrás su coraza para salir en defensa de Thor y su raza. El Plan General de Caza de Aragón para 2016-2017, aprobado en verano, veta la utilización de ciertas razas de perros potencialmente peligrosos [y sus cruces] para actividades cinegéticas. En esta lista oficial están los pit bull, los staffordshire bull terrier, los american staffodshire, los rottweiler, los fila brasileiro, los tosa inu, los akita inu y los dogo argentino. En realidad los únicos excluidos son éstos últimos. Sólo éstos se usan para la caza. «Es absurdo. Se niega su naturaleza», señala Óscar, quien ha tenido que deshacerse de cuatro de sus queridos dogos por esta razón. Hay medio millar utilizados para la caza en esta comunidad autónoma, un par de decenas de miles en España [no hay censo oficial]. El hombre de 37 años mira el monte, afuera de su particular refugio, del que ha salido únicamente por sus canes. «Son mi vida. No saben lo que están haciendo». Hace tres años, cuando le entrevistamos en exclusiva para Crónica, lo había dicho ya.
-¿Cómo calificarías tu vida?
-Tengo una vida casi perfecta. Vivo solo, a mi aire. Compré mi casa antes del accidente. Disfruto de ir con mis perros por el campo…
Va a cazar jabalíes con cuchillo -o con lanza cuando el pulso le falla- cada fin de semana. Pero su vida «casi perfecta» se le escurre entre los dedos, como barro, dejando rastro de su dolor. Mantiene el tic de tocarse la cara como para seguir pensando que sigue allí. Mientras, Thor no ladra. Es un dogo con sangre noble. Si ataca es terrible. Pero ante la presencia del reportero y del fotógrafo, parece todo lo contrario, al primer descuido actúa como un cachorro. Thor es parte de la familia de Óscar desde poco después de la operación de transplante de rostro en 2010. Tiene distintas cicatrices el fornido animal, fruto de sus batallas con jabalíes. «Es Thor quien protege a los otros perros y a mí», señala Óscar mientras lo acaricia. «Me ha salvado la vida». Perdió el equilibrio y un enorme cerdo salvaje se puso encima. «Sin él no sé que hubiera pasado». Se pasa el pelo detrás de la oreja. Parpadea continuamente.
La ley contra la que lucha Óscar es polémica y se ha casi clonado en el País Vasco. Su fin es «evitar molestias a la población». Es fruto, supuestamente, de la solicitud de senderistas, ciclistas, montañeros… que se habían quejado por la presencia de estas razas de perros en el monte y por las posibles lesiones que pudieran causar.
La Asociación Española de Rehalas y la Asociación Aragonesa Defensora de los Canes Cinegéticos ha exigido que no se aplique el artículo 31 del Plan General de Caza. Con éxito por ahora. Ha quedado suspendido por decisión del Tribunal Superior de Aragón. El riesgo es «abstracto» según el auto judicial. Avisa de los «perjuicios de difícil o imposible reparación» para los cazadores. Y para los propios animales cuya existencia está relacionada con «actividades cinegéticas de caza mayor». La medida es cautelar hasta llegar a la última instancia.
«Éstos piensan que usamos los perros como los niñatos que los tienen para peleas o para asustar a la gente. Los dogos bien entrenados son cariñosos y buenos como Thor«, afirma Óscar. El robusto perro blanco está apoyado en su panza. Observando a sus nuevos compañeros. Más juguetones, imponentes también. Los que también siguen al cazador en su rutina.
Óscar se despierta a las ocho de la mañana. Desayuna, va a su finca con sus perros. Visita a Thor y a los reemplazos de los dogos argentinos. «Ahora uso alanos españoles. El más grande se llama Zeus«. Le acompañan Selva y Alfonso. «La pequeña es Mora. Los alanos son perros en recuperación que estuvieron incluso en peligro de extinción». Los dogos argentinos y los alanos españoles son, explicado en términos mundanos, primos.
Los primeros son canes de diseño y nacieron por obra del médico argentino Antonio Nores Martínez en torno a 1940. Éste quería crear un perro perfecto para la caza mayor. Uno que pudiera guerrear con pumas y jabalíes. Su creador lo describió así: «Es el mejor perro entre todos los perros de presa y el de más presa entre todos los perros del mundo». Su relación con el alano español es que ambos son parte de la llamada Generación Bullenbeisser, que alude a una raza alemana extinta cuya genética también está en los bulldogs.
El alano español, cuya estirpe es legendaria, ya aparece en el Libro de la Montería de Alfonso XI, en 1350. Velázquez los retrató en Felipe IV la caza del jabalí (La Tela Real). Incluso hay un grabado de Goya donde se contempla su portentosa fortaleza. Retrata a alanos tumbando a un toro de lidia.
«Me siento orgulloso de ser de los que intentamos recuperarlos», agrega Óscar mientras Mora salta y salta a su vera. Busca su atención y la consigue por momentos. Esta raza española estuvo a punto de desaparecer en los años 80. Lo que no le gusta a Óscar es que se vea obligado a hacerlo por una ley que considera «absurda». Lo repite constantemente. «O me arriesgo a que denuncien. Soy un afectado».
Lo dice el hombre milagro. Cuyo caso apareció en la más reputada revista de cirugía del planeta: The annals of Surgery. «Trasplante total de cara / El primer caso». Describe qué ocurrió para que perdiera el rostro. «Fue por una deformidad facial severa causada por un trauma balístico». Apenas quiere hablar de ese momento.
-¿Has vuelto a cazar con armas de fuego?
-Desde el accidente, no. Sólo cuchillo y lanza. Ahora quiero ensayar con arco y flecha.
Desbloquea su móvil y me enseña los arcos que quiere comprarse. «Tienen la potencia de un rifle», completa. Es comprensible su cambio de arma. Fue un disparo el que se llevó media cara. Los que hemos visto la radiografía de ese momento reconocemos lo tenebroso de lo que ocurrió. En la zona del cráneo donde debía estar la nariz, había un gran agujero en el centro. Sin hueso allí, ni en los pómulos. Tampoco había mandíbula superior. De la inferior quedaba menos de la mitad. Tras la reconstrucción realizada por el prestigioso cirujano Joan Pere Barret -autor de los dos trasplantes de cara más complejos hasta hoy realizados- la estructura ósea se ha recuperado por completo. Los músculos y la piel se han asentado notablemente.
-¿Cómo van las visitas al médico? ¿Acudes seguido?
-[Ríe y se sujeta el labio inferior] Van…
Su madre que lo mira atentamente nos recuerda que, en verdad, apenas quiere ir. Que ha hecho más espaciadas sus visitas. «Se cansa mucho», dice una mujer que con su marido dirige la empresa de transporte familiar. Óscar le observa sin cuestionarla. Sabe que la dedicación de ella y de su hermana son totales. Ambas quieren que no se deje vencer por la melancolía. Son el pilar de su recuperación. Su mamá le ha subido a su refugio comida, ropa limpia y varios abrazos. Ha aparcado su flamante todoterreno rojo junto al desvencijado 4×4 de Óscar. Uno con la pintura sin rasguños, otro completamente rayado, lleno de heridas de caza.
-¿Cuántas pastillas tomas ahora? La última vez ibas por las 22…
-Han bajado [asiente con alegría]. Ahora son sólo 10.
Ya no usa mascarilla. Se ha sometido a dos operaciones más. No quiere seguir. «Ya está bien».
-¿Qué son estos perros para ti?
-Son mi vida. Llevo desde los 16 años criándolos. Son toda mi vida.
Siente suyos los versos de Julián Sánchez-Prieto, el pastor poeta, con el que se inicia este texto. Lee todo lo que tenga que ver con la caza, desde legislación a manuales.
-¿Sólo sobre cinegética?
-Hasta en la tele.
Defiende que no es un «asesino de animales». Participa en el control de los jabalíes. Que es necesario mantener en un número para que haya una población estable. «Mucha gente tiene accidentes en la carretera, por ejemplo». Recuerda a los cuatro dogos que tuvo que regalar de golpe. «Me costaron 600 euros cada uno». Los tuvo que ceder porque su seguro le permite tener máximo una veintena de perros. Y además cada dogo tiene un seguro especial. También tiene en su mente a Paloma, una dogo coetánea de Thor, la más querida, que cayó por la embestida de un jabalí.
-¿Te sientes mejor junto a las personas o a los perros?
-Yo necesito la soledad. Vivo mi vida como la ves. No me gustan la mayoría de las personas.
No olvida el tiempo en que vivía encerrado cuando no salía para que no le vieran tras el accidente ocurrido en 2004. Seis años cual anacoreta hasta que su rostro volvió.
-¿No te relacionas con nadie?
-No quiero decir eso. Digo que elijo muy bien con quien salgo. Mi grupo de amigos es de la caza. Somos la cuadrilla de la roca. Hay dos tipos de personas. Los que pasan por la vida. Y los que pasamos por la vida haciendo ruido…
Lo dice a susurros. Cerca hay un río que canta a su paso. Ahora Óscar quiere contarlo todo. Busca un editor para un libro con su historia. Un productor para un documental de su vida. Antes, cuando le conocí, hasta la luz le molestaba. Hoy, está bajo un sol duro, de montaña. Luz de resurrección.
Publicado en elmundo.es