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Castilseras, así se gestiona una dehesa modelo en la milla de oro de la caza

Próxima a los yacimientos de mercurio de Almadén, estas 9.000 hectáreas del Estado son un ejemplo de gestión. Tras años ruinosos, su aprovechamiento agrario y cinegético es hoy modelo medioambiental.

Volver al campo es regresar a los orígenes, a los ritmos que marca la naturaleza. Un universo de colores que cambian con las estaciones, de olores que nos conectan con la tierra. La Dehesa de Castilseras es uno de esos reductos en los que perdernos bajo la elegancia sobria, casi adusta, de encinas y alcornoques centenarios. Al suroeste de Ciudad Real, a una hora de la capital de provincia, surge esta explotación agropecuaria y cinegética. Nueve mil hectáreas de bosque mediterráneo bajo una sola linde, casi una reserva natural que no puede entenderse sin las vecinas Minas de Almadén. Una joya de la biodiversidad en el epicentro de lo que se conoce como milla de oro de la caza, donde también se extienden fincas como La Garganta, del duque de Westminster, o Santa María, de Ana Patricia Botín.

Al frente de su administración desde hace cinco años está Manuel de Juan (Badajoz, 1 de abril de 1984). Unido al mundo rural desde que tiene uso de razón, escucharle es asistir a una lección sobre gestión sostenible. «En el campo está todo inventado», asegura. «Llevamos miles de años investigando; pero innovaciones, como tal, hay pocas y vienen dictadas por la tierra. Hay que escuchar a la gente de la zona y observar el entorno. En 2012 yo trabajaba en otra explotación y me contactaron para que me hiciera cargo de la dirección de Castilseras. Se encontraba en números rojos, con unos 800.000 euros anuales de pérdidas. La SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales), su propietaria, buscaba una gestión más lógica. Se han llevado a cabo muchos proyectos, el 90% fallidos, desde piscifactorías, plantaciones de espárragos o plantas exóticas, como las 400 hectáreas de pawlonias en las que se invirtieron millones de euros y que terminaron arrancándose», recuerda.

Primeras ganancias

La dehesa, entre 3,5 y 5 millones de hectáreas del mediodía peninsular, según el Ministerio de Agricultura, es un ecosistema creado por el hombre a base de desmontes, donde convive la vegetación mediterránea con pastos y ganadería extensiva. Y Castilseras es un buen ejemplo. «Comenzamos arreglando las estructuras con nuestros 30 trabajadores: limpiamos caminos, reparamos y pintamos las edificaciones, sustituimos alambradas. En 2014 empezamos a generar ganancias después de pagar amortizaciones, un millón de euros anuales. Con el cambio de modelo, la gestión va rodando. Seguiremos apostando por la agricultura de rotación, sembramos unas 800 hectáreas de las 3.000 útiles, y cada vez dedicaremos más», apunta De Juan. Hoy la gestión agraria aporta 300.000 de los 1,2 millones de euros que ingresa anualmente la finca.

La cabaña de ovejas merinas, por su parte, cuenta con 8.000 cabezas divididas en cuatro establos: Mesto, Barrancos, Covaleras y Aguzaderas. Cada uno está atendido por un mayoral, un pastor y dos correturnos. El heno y paja consumido se obtiene de la propia finca, «llevamos un control diario de nacimientos, bajas y consumo de alimento», asegura Santiago Montes, el encargado. También hay un buen número de vacas, «más de 300 cruzadas y 80 de raza avileña-negra, extraordinarias», dice con orgullo Pedro Madrid, su mayoral. En estos cinco años han construido 70 charcas de las 105 existentes que, junto a los ríos Valdeazogue y Alcudia, riegan y dan de beber al ganado. La innovación también se aplica a la gestión del paisaje, como aventura De Juan: «Tenemos proyectado hacer lo que se denomina un tablero de ajedrez: no tocamos una morra y limpiamos los alrededores. De manera alterna dejamos manchoncitos de monte que permiten que el ganado y la caza tengan a la vez refugio y comida».

Porque la caza es otra de las fotos fijas de la dehesa y un importante complemento económico. El ciervo ibérico, el corzo o el jabalí; o la perdiz, la liebre y el conejo, si de lances menores se trata, encuentran en Castilseras un verdadero paraíso. «Disponemos de 17 manchas, pero sólo damos siete cacerías al año», explica su administrador. Prima el conservacionismo: «Cazamos las lindes y dejamos las zonas centrales sin tocar. Son monterías casi en abierto, por nuestras dimensiones y la permeabilidad de las alambradas». En una jornada se pueden cobrar unos 20 cochinos, cinco o seis venados y otros tantos gamos, algunos medalla de oro. El resto del año no se hacen esperas ni recechos, la finca no está floreada.

El punto de encuentro de los amantes de este deporte es la plaza de toros de la localidad de Almadén, en la linde de Catilseras. Hexagonal, es única en su tipología, conformada por las antiguas casas de los mineros, hoy reconvertidas para uso hostelero. Pocas ocasiones se tienen de dormir en una plaza de toros o asistir a una corrida desde una habitación, como sucede en el Hotel Plaza de Toros de Almadén, donde no es difícil coincidir con alguna de las primeras escopetas españolas.

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