Ganaderos, veterinarios y cazadores piden máxima precaución y responsabilidad ante el peligro de que llegue la peste porcina procedente de Europa del Este.
La primera alarma saltaba a finales de 2017. La peste porcina africana (PPA)había aparecido en Europa del Este y empezaba a moverse infectando a cerdos y jabalíes mientras la UE miraba con preocupación. Desde noviembre, las medidas para intentar evitar que esta enfermedad sin vacuna llegue a toda la Unión no han hecho más que endurecerse hasta prohibir, la pasada semana, el movimiento de jabalíes por toda la UE. Pero el peligro se mantiene. Tras aparecer casos en Hungría o Polonia, el miedo también ha llegado a España, por los controles más laxos a la importación de jabalíes y las múltiples vías por las que puede llegar la enfermedad.
Desde hace meses, asociaciones de ganaderos, colegios veterinarios y hasta federaciones de caza venían pidiendo encarecidamente a las autoridades que hicieran algo para impedir, ante todo, que apareciera algún caso de esta enfermedad en nuestro país. Y aunque lo han conseguido con la prohibición europea, lo cierto es que nadie baja la guardia. “Aunque no afecta a los humanos, es un peligro para todos, y sobre todo para nuestras explotaciones porcinas. Estamos entre los primeros productores y exportadores de productos relacionados con el cerdo en todo el mundo, y la aparición de un solo caso de PPA haría que en un primer momento todo ese sector se parase y, obviamente, colapsara”, explica en conversación con Teknautas Antonio Arenas, presidente del Colegio Oficial de Veterinarios de Córdoba.
Arenas, que además es catedrático del área de Sanidad Animal en la Universidad de Córdoba, asegura que el riesgo ha bajado, pero hay que mantenerse en guardia con las poblaciones silvestres. “El problema es que los jabalíes no pasan los mismos controles que el cerdo doméstico ni están tan controlados. Puede darse algún ‘falso negativo’ que antes de salir de su lugar de origen pareciese sano y que al llegar aquí desarrolle la enfermedad”, argumenta.
El veterinario hace hincapié en la diferencia de los controles, porque mientras que los cerdos domésticos viven en poblaciones mucho más acordonadas y analizadas, el jabalí, al ser un animal silvestre, no está tan vigilado. «Para importar un jabalí, necesitas un documento oficial que garantice que el animal está limpio y que especifique de qué finca viene y a qué finca va. Pero muchas veces los análisis no son los adecuados, y es mucho más sencillo que se dé un ‘falso negativo’, pues no sabemos ni por dónde se ha podido mover exactamente ni cómo», explica.
En la misma línea habla Nicolás Urbani, asesor técnico veterinario de la Real Federación Española de Caza (RFEC), que señala la “irresponsabilidad” de los que se decidieron traer estos cochinos a pesar de que la enfermedad ya había aparecido en los países de origen o colindantes. “Es una enfermedad muy contagiosa y es una irresponsabilidad jugársela trayendo animales de regiones que luchan contra la PPA, sabiendo que con que uno esté infectado puedes generar un problema muy severo para todo el sector”. «Además, de darse en una granja, todo es más sencillo pues puedes acotar y controlar el virus con medidas de bioseguridad, pero si se da en un animal silvestre, todo es mucho más complicado», añade.
No solo hay que mirar al jabalí
El centro de las críticas se pone en los animales importados, pero lo cierto es que, como comenta Urbani, el peligro puede venir de múltiples orígenes etiológicos. “La importación de jabalíes es algo muy llamativo, pero el peligro está en muchos más espacios. Es una enfermedad que se contagia por diferentes vías”. La comida, la carne, la ropa y hasta las botas; el virus es tan resistente que si alguien va a cazar a una de las regiones en las que ha habido casos de PPA o compra carne de allí, puede transmitírsela a otros ejemplares a su vuelta a España.
El propio Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente lleva tiempo lanzando una serie de mensajes, avisando a los cazadores y a los ganaderos de los peligros de esta enfermedad porcina y pidiendo que se sea muy responsable en este sentido. Incluso han lanzado carteles explicando qué hacer si vas a regiones en las que se han dado casos de PPA y realizas una actividad cinegética. Recordando que no puedes importar productos de origen animal sin control sanitario.
“Es un asunto muy grave y la Unión Europea está en pie de guerra por ello. Tan es así que Dinamarca ya está poniendo hasta vallas de contención para aislarse en caso de que se dé un caso de este tipo en Alemania», concluye Urbani. O sea, se tratan de proteger de que haya un contagio en la que es, con España, una de las mayores potencias en industria porcina del mundo.
Un asunto de trofeos
En España, el número de jabalíes que se importan al año desde el centro y este del continente, según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, ronda los 1.000 o 2.000 ejemplares. Es una cifra pequeña si la comparamos con los más de 50.000 jabalíes que se cazan cada año en nuestros campos, pero si tenemos en cuenta lo dañino que puede resultar un solo caso de PPA, es fácil entender la preocupación de los expertos. “Podría hacer un daño brutal a, por ejemplo, algo tan importante para nuestra economía como las explotaciones porcinas extensivas, que tanto se valoran dentro y fuera de España”, comenta Arenas.
Si es un número tan pequeño de ejemplares y hay población autóctona de sobra para cubrir las necesidades de los cazadores (en zonas como Castilla y León o Cataluña, hay incluso sobrepoblación), ¿qué hacen los cotos importando jabalíes de zonas peligrosas? Pues la razón es tan sencilla como llamativa: se traen solo por el tamaño de estos animales y de sus trofeos (sus colmillos).
“Los cotos vallados donde se realiza la cría semiintensiva de jabalíes [también conocidos como cercones] que deciden importar estos ejemplares son muy pocos en España y lo hacen porque los jabalíes centroeuropeos son más grandes en tamaño y trofeos que los españoles y, por tanto, más llamativos para muchos cazadores”, comenta Urbani. La diferencia se puede ver en el peso: un autóctono no supera los 120 kilos, uno importado llega a los 250. “Es algo muy a corto plazo. Se hace para dar al cazador un animal más corpulento y con trofeos más impresionantes, pero en realidad se ha demostrado que al poco tiempo estos animales acaban cruzándose y adaptándose a las dimensiones de la raza autóctona”, añade Arenas.
No hay datos claros sobre cuánto puede valer una importación de este tipo, pero sí de cuánto puede costar un puesto en las fincas que se pueden costear su importación. En estos espacios al alcance de muy pocos bolsillos, un hueco para esta actividad puede rondar entre los 2.000 y los 7.000 euros. El cazador solo se gasta ese dineral normalmente para garantizarse la pieza: cuanto más grande sea el animal, mejor valorado será por el cliente.
“Las fincas donde se hayan podido realizar estas sueltas de animales de Europa del Este son lugares de gestión irresponsable en materia de sanidad animal que pueden llegar a manchar la imagen del sector cinegético español”, señala Urbani. “Lo hacen solo por y para el negocio. Al ser espacios cerrados, algunos incluso no se declaran en base a la normativa de ordenación zootécnicosanitaria como ‘granjas cinegéticas’ y llegamos a dudar de si han podido realizar importaciones ilegales, aunque traer un camión lleno de jabalíes desde esos países no es nada fácil”, confiesa el mismo técnico veterinario.
Fuente: www.elconfidencial.com