En la prensa

El conejo contra las cuerdas por un virus mutante y letal

El conejo es clave en la dieta del lince ibérico o el águila imperial, pero en algunos lugares se ha reducido su número hasta un 80%. En los últimos años se han invertido más de 20 millones de euros para evitar su declive.

Media docena de conejos aguardan dentro de una jaula, a la espera de ser liberados en un vivar vallado que les servirá de madriguera artificial. En pocos días harán de él su hogar y su refugio, quizás durante el resto de su vida. Aquí arranca para estas cuatro hembras y dos machos una carrera por la supervivencia, enfrentándose no sólo a sus depredadores sino al peor enemigo posible: la enfermedad hemorrágica vírica que lleva años haciendo estragos en poblaciones locales de toda España, diezmando algunas de ellas hasta casi la extinción.

El primero de ellos es introducido en una de las cuatro parideras conectadas por tubos, con una disposición que dificulta el acceso a los depredadores. Un técnico ambiental coloca unas piedras en la entrada, encerrando al animal. «Se va a quedar tapado todo el día. Mañana quitaremos las piedras porque ya estará tranquilo», indica Juan Francisco Ruiz Alba, biólogo de la empresa Fomecam, socia del proyecto LIFE+ Iberlince en Castilla-La Mancha. «En cinco o seis días abriremos las mallas y podrá desplazarse libremente, sabiendo dónde tiene que volver siempre para refugiarse. Y a cruzar los dedos», expresa. El procedimiento se repite con el resto de conejos que van a compartir este vivar ubicado en la finca El Castañar, en el término municipal de Mazarambroz (Toledo).

El motivo de tanto esfuerzo es que, desde 2011, cuando apareció la última variante de la enfermedad hemorrágica vírica (RHDV, por su denominación científica), las poblaciones han caído en picado. El virus mantiene en jaque desde entonces a biólogos, virólogos y ecólogos que, a pesar de años de investigación en el laboratorio y sobre el terreno, ven cómo la esperada recuperación se encuentra estancada y lejos de los objetivos marcados.

Es el caso de lugares como Sierra Morena oriental y Montes de Toledo, donde las cifras de abundancia de este animal se han desplomado un 76% en los últimos cuatro años, lo que equivale a la pérdida de tres de cada cuatro. Según los datos recopilados por Iberlince, en 2013 había una estimación de 9 y 11 conejos por hectárea, respectivamente, mientras que en 2017 se había reducido en ambos casos por debajo de los tres ejemplares por hectárea.

No se trata de casos aislados ni excepcionales, sino de un hecho generalizado en casi toda la Península Ibérica. Desde 2011, tomando como referencia el dato más antiguo y el más actualizado disponible, la abundancia relativa de individuos ha mermado en 11 de las 13 zonas estudiadas por su interés para los programas de reintroducción del lince. Y lo han hecho a una media del 45%. Las zonas afectadas son Andújar, Guadalmellato, Doñana, Sierra Norte, Sierra Arana, Rivera del Chanza, Matachel, Valle del Guadiana y Moura Baranco, además de las mencionadas Sierra Morena oriental y Montes de Toledo. Las dos únicas zonas que se han librado de este problema son Guarrizas y Ortiga.

El responsable del proyecto SOS Conejo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), Ramón Pérez de Ayala, está convencido de que su importancia en los ecosistemas mediterráneos y en la cadena trófica merece una mayor atención. «Se ha jugado mucho con esta especie, que es la presa principal de especialistas depredadores como el lince ibérico, el águila imperial, el águila perdicera y el buitre negro, sin olvidar que hay al menos otras 40 que también depredan sobre él, entre ellas el zorro y el tejón», enumera. «El descenso de las poblaciones no solo es generalizado, sino que en algunas zonas es espeluznante y lo ocurrido tras la última cepa del virus ha tenido efectos dramáticos incluso para el lince», advierte. Por ello, WWF presentó en septiembre un proyecto LIFE para cuatro años que se encuentra a la espera de ser aprobado por Bruselas.

«Al mismo tiempo que en algunas zonas es escaso o está extinto, en otras se ha convertido en una plaga que causa problemas a los agricultores en los cultivos, además de en márgenes de carreteras y vías ferroviarias. Y eso tiene que ver sobre todo con la calidad de hábitat. Junto a las carreteras están protegidos generalmente por una malla, en un sitio donde los depredadores terrestres no pueden acceder, los aéreos no lo intentan debido al tráfico rodado y, además, no se puede cazar. Aprovechan los taludes para hacer sus madrigueras y se sienten cómodos y seguros. Donde hay cada vez menos es precisamente en las zonas de monte», recalca, señalando a Castilla-La Mancha, Aragón, La Rioja y el sureste de Madrid como los lugares donde más problemas se están registrando por exceso de conejos.

Inversión millonaria

En un intento decidido por revertir la situación y conseguir que la especie prospere, Iberlince ha destinado la mitad de los 34 millones de euros del presupuesto del último proyecto (2011-2018) a acciones de protección y fomento del conejo, la mayoría de ellas para la mejora de su hábitat. «El lince se beneficia indirectamente de cada euro gastado en su presa favorita«, indica el director del proyecto, el biólogo Miguel Ángel Simón.

Estas actuaciones suman un gasto de 15,8 millones de euros. «Es una cifra conservadora a la que habría que añadir los costes de tareas de seguimiento, elaboración de censos y preparación de protocolos, que he calculado en 1,1 millones de euros», puntualiza Simón. Esto elevaría la inversión en el conejo hasta los 17 millones de euros en los últimos siete años.

El proyecto LIFE ha servido para financiar en este periodo medidas de choque como la suelta de más de 30.000 conejos en Doñana, Andújar y Cardeña; la construcción de 37 cercados de cría, más de 2.600 vivares, 1.300 entaramados y 94 puntos de agua; y otros trabajos en el campo que incluyen desbroces, podas, siembras y abonos.

Los esfuerzos por conservar a este animal han llegado también al Organismo Autónomo de Parques Nacionales (OAPN), dependiente del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama), que desde 2011 ha invertido casi 4,1 millones de euros de fondos propios y FEDER en suelta de conejos y mejora de hábitat dentro de los Montes de Lugar Nuevo y Selladores-Contadero. Además, el OAPN ha gestionado un millón de euros más, en este caso con fondos LIFE de Iberlince, para hacer lo mismo en los parques de Doñana y Cabañeros.

Según el virólogo y catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Oviedo, Francisco Parra, las altas tasas de mortalidad que provoca la última variante de la denominada RHDV, «cercanas al 100%», son la principal causa de este declive poblacional, aunque no la única. «Su capacidad de mutación rápida es lo que le convierte en un virus muy letal. Cuando ataca, mata de media al 90% de los conejos en un plazo no superior a dos días», advierte.

«La enfermedad surgió en los 80 y afectaba prioritariamente a los miembros adultos. Los gazapos podían ser infectados, pero por alguna razón no morían. Al haber estado expuestos, se inmunizaban desarrollando anticuerpos naturales. Sin embargo, en 2011 apareció una nueva cepa que afecta también a los juveniles«, explica este investigador, que cuenta con 25 años de experiencia realizando estudios de salud animal. «Hay muchísimas cosas que aún no entendemos sobre la pervivencia de este virus en la naturaleza. Puede permanecer activo en el campo con capacidad de infección durante varios meses, es muy resistente a las condiciones ambientales y sobrevive a cosas a las que otros virus son sensibles», revela.

Parra pone sobre la mesa los problemas que plantea la vacunación como medida preventiva. «El conejo tiene que coexistir con sus patógenos y en el campo es muy difícil vacunar, por no decir casi imposible», afirma. Además, critica la falta de ética en el trato hacia los animales por parte de la mayoría de empresas comercializadoras de vacunas: «Casi todas se producen con un macerado de hígados de ejemplares que han sido infectados con el virus en el laboratorio. Es una práctica inaceptable», reprocha.

«Es posible producir vacunas obteniendo el antígeno de forma natural en el laboratorio, sin hacer daño a ningún animal. Lo difícil es comercializarlas porque serían más caras. Esta especie se considera menor, con un valor económico tan bajo que, si cuesta más de 50 céntimos o un euro vacunar a cada uno, ya no se ve rentable», describe.

En la misma línea se pronuncia Carlos Calvete, investigador del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (CITA) de Aragón y experto en epidemiología de la RHDV. «El virus muta y se transmite muy rápidamente, sobre todo durante la época de reproducción. Es una estrategia de supervivencia. La mortalidad varía entre zonas y años, la clave está en si el sistema inmune está preparado o no. Y es importante que la densidad sea alta porque cuanto mayor sea, menor será el impacto del virus», expone.

Calvete se muestra también escéptico sobre la conveniencia de la vacunación: «Teniendo en cuenta el mecanismo epidemiológico y las técnicas que se emplean actualmente, que exigen capturar al animal, es imposible ganarle la carrera al virus«, concluye con rotundidad, al tiempo que niega que se pueda conseguir un 100% de cobertura de inmunización.

Por último, manifiesta su sensación de que «el conejo no importa nada, solo para extinguirlo allá donde hace daño», y denuncia que «el dinero está mal distribuido porque se invierte más en gestión que en investigación».

El asesor en labores de recuperación del conejo y el lince en Parques Nacionales, Nicolás Guzmán, comparte estas impresiones y asegura que «no se le dedica el tiempo necesario a una especie apasionante pero muy compleja, que nos sobrepasa y exige una continua actualización de conocimientos». «Ahora mismo es la tarea más difícil de gestionar en materia de conservación de la naturaleza. El fracaso está prácticamente garantizado», asevera.

Por su parte, Rafael Villafuerte, biólogo e investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), hace hincapié en la pérdida de variabilidad genética como principal causa de vulnerabilidad: «Es un gran problema porque afecta de lleno a una subespecie silvestre que sólo existe en la Península y la estamos destrozando. En casi todos los ejemplares se están encontrando trazas de conejos domésticos o híbridos, lo cual perjudica a los descendientes».

En su opinión, las medidas adoptadas para recuperar las poblaciones no han sido las más eficaces y debería exigirse un muestreo genético antes de actuar, en vez de limitarse a seleccionar ejemplares de lugares cercanos. «Se ha fallado en el modo de sacar conejos de algunas zonas para soltarlos una y otra vez en los mismos sitios. Las mutaciones son tan rápidas que puede haber distintas variantes del virus en una misma población, por eso es un problema trasladarlos de un sitio a otro sin control», precisa.

Al igual que el resto de expertos consultados, Villafuerte no es defensor de las vacunaciones en el ámbito silvestre. «Son ineficaces y también contraproducentes, debido al estrés que sufren los animales durante la captura con la técnica de introducir un hurón en la madriguera. Se les paraliza el sistema inmunológico y ya no sirve de nada la vacuna, no les hace efecto y pueden morir en unos días», relata.

«Aunque funcionase, el resultado sería el mismo. Casi todos los conejos tienen anticuerpos naturales contra el virus. En una guerra de anticuerpos, uno de ellos se perderá. Y normalmente será el natural», sentencia, y hace una reflexión final: «En mi carrera he visto tantas cosas que he llegado a plantearme tomar medidas serias. Mucha gente considera que la conservación de una especie es más importante que otra, pero no es así. No podemos destruir una especie para conservar otra. Para el lince está bien, claro. Todos contentos. Menos el conejo».

Fuente: elmundo.es

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.