Relatos

Tierra de patos

Por muchos años viví en un lugar del sur de Texas conocido por tener el rancho más grande de los EEUU y uno de los más grandes del mundo, el famoso King Ranch. Su superficie es aproximadamente de un millón de acres. Parte del rancho limita con una bahía amplia y de muy poca profundidad, Baffin Bay, que desemboca en el Golfo de México. También es esta bahía notoria como lugar de pesca. A veces fui a pescar a este lugar, con amigos o solo, y rara vez volví a casa  decepcionado.

 

Esta zona ofrece también lugares particularmente excelentes para la caza del pato. Se podría decir que, en verdad, es tierra de patos. El pato de la costa del Golfo de México tiene características y normativas propias para su caza, que no coinciden totalmente con las de otros lugares. Estos terrenos bajos y arenosos, con apenas ondulaciones o matorrales, y el agua salada de la bahía que forma canales o vericuetos curiosos en algunos lugares, donde abundan las hierbas y carrizos altos a lo largo de la ribera, ofrecen comida abundante para muchas aves acuáticas y lugares adecuados para su refugio.

Una fría mañana de invierno, húmeda como suele ser por la comarca, mi amigo Joe y yo salimos temprano para cazar patos. A pesar del abrigo, el gélido sereno calaba hasta los huesos.

Antes de las siete ya buscábamos lugares apropiados para hacer dos puestos. Buscábamos sitios entre hierbas altas o sembrados, a la vez lugares relativamente secos, sobre el agua, con tierra, broza y plantas suficientes para que nos sirvieran de asientos. Aunque llevábamos botas de agua, no teníamos un equipo bueno para defendernos del agua y poder estar metidos en ella, como a veces se cazan estas aves. Tampoco teníamos una barca donde sentarnos, pegada a la orilla, tras algún arbusto o altura del terreno.

Creo recordar que la tarde antes tuve que comprar cartuchos del calibre 4, pues los patos son muy duros. Y, ya en esa época, los cartuchos no podían ser de plomo; tenían que llevar perdigones de acero. Muchos de los patos heridos, que se pierden, serán luego comidos, quizás, por algún ave de rapiña. Éstas, al comerse la carroña, se tragan los perdigones. Y el plomo les causa, o puede causar, la muerte.

En este país, al menos, el asunto de la caza con perdigones de plomo cada vez se prohíbe más, especialmente en algunas áreas con aves en peligro de extinción, como pasa con las águilas y los cóndores en el estado de Arizona, donde resido ya por más de siete años. En aquella ocasión de mi primera cacería de patos, no acababa de entender totalmente la razón de aquella ley, y pensaba que quizás era una manera de sacar más dinero de los cazadores mientras se favorecía otra industria. Hoy he visto el daño que el plomo hace y la necesidad de todos de contribuir al mantenimiento de una población sana en el Reino Animal. Hemos de cobrar conciencia, pues somos simples administradores de las riquezas de este mundo. Así, nosotros, y las futuras generaciones, podremos disfrutar de la caza bien regulada, entre otras cosas.

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Sabemos que hay muchas especies de patos. Éstos, usando su pico tan peculiar (con su especie de peine), comen hierbas terrenas y acuáticas, peces, insectos, pequeños anfibios y moluscos, gusanos… Algunas variedades comen bajo el agua, como el pato zambullidor y los patos de mar; otras, en la superficie, como el pato chapoteador. Unas pocas especies pueden cazar y tragar peces grandes, como el pato serreta.

También hemos visto en la realidad o en fotos patos de colores muy bellos, sobre todo los machos. El mandarín y el mallard son claro ejemplo de ello.

Los patos son monógamos generalmente por un año, pero las especies más grandes y sedentarias tienden a serlo por varios años. Normalmente, antes de aparearse durante las estaciones húmedas, hacen el nido una vez por año. La madre suele ser muy protectora de sus crías. Las hembras se comunican con el clásico graznido (que los machos nunca usan), aunque, además, pueden dar silbidos, arrullos, gruñidos y cantos a la tirolesa. En general, su hábitat es por todo el mundo, excepto en la Antártica y algunas islas oceánicas. Casi todas las especies de patos son aves migratorias, pero no las que viven en los trópicos. Y algunas (donde llueve muy poco) son nómadas y van temporalmente a lagos después de fuertes lluvias. En áreas muy pobladas a veces una pareja de patos cría lejos del agua.

Los patos tienen muchos enemigos entre peces, reptiles, algunas aves de rapiña y mamíferos, como zorras y coyotes; especialmente los muy jóvenes, que no pueden todavía volar, son las víctimas más frecuentes. Y, por supuesto, el pato tiene como enemigo fundamental al hombre.

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En aquella mañana de febrero, me pareció que Joe no tenía gran experiencia en la caza de aves acuáticas; yo no tenía ninguna. Tampoco era aquél un lugar preparado con antelación o para ser usado repetidamente. Pero fue un experimento entretenido. Recuerdo bien la frialdad del ambiente, lo desabrido del lugar, el viento, el andar por agua o hierba mojada buscando situarnos en aquellas franjas medio pantanosas y, sobre todo, lo difícil que era encontrar cobijo suficiente para ocultarnos de los patos que veíamos en la distancia. 

Apenas llevábamos media docena de señuelos, claramente insuficientes para tener gran éxito. Sin ellos, los recelosos patos no se acercan a cualquier lugar ya sea de tierra o de agua. Pero si los “patos falsos” están nadando o están colocados en algún bancal o sembrado, entonces los patos reales intentarán posarse cerca de los señuelos, pues suponen que no hay peligro y sí alimento al ver allí a otros de sus congéneres. Y, claro, si no descubren al cazador por estar bien oculto en el puesto, o si lo descubren ya tarde, cuando están a tiro de aquél, existe entonces la buena oportunidad de disparar con cierta garantía de éxito. Pero no hay que olvidar que los patos son muy fuertes; el tiro ha de ser certero; no caen por un par de perdigones que apenas pasen sus fuertes y compactas plumas. También vuelan a gran velocidad, por lo que el disparo es más difícil. En concreto, el halcón peregrino, el ave más rápida del Reino Animal, es uno de los pocos enemigos naturales del pato adulto, al que cazan en vuelo. 

Tampoco llevábamos pito para, posiblemente, atraer a algunos patos por el sonido.

En la caza del pato, el camuflaje es de primera importancia. Nosotros llevábamos chaqueta, pantalones y gorra de camuflaje; nada más. Para tener más oportunidad de disparar es conveniente llevar guantes y la cara tapada con una sutil tela de ocultamiento. También es conveniente quitar brillos a la escopeta, camuflarla de alguna manera.

Total, que aunque vimos bastantes patos, la mayoría volaban algo lejos, por lo que nuestros disparos fueron pocos, fuera de tiro, fallando frecuentemente. Herimos algunos y recogimos dos, pues al caer en la bahía no era fácil recuperar la pieza; no llevábamos perro. 

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Por lo desagradable que me pareció aquel tipo de caza, en aquella ocasión, cazar patos no ha sido en mi vida de cazador un deporte o práctica importante ni frecuente. Pero he disfrutado y disfruto disparando a los patos con mi cámara fotográfica. Hoy día tengo el privilegio de vivir en el bellísimo estado de Arizona, y mi casa está a menos de diez metros de uno de los tres lagos que la ciudad construyó hace unos quince años. Los patos y gansos canadienses, entre otras aves acuáticas, abundan tanto, sobre todo en los meses de invierno, que casi llegan a ser una mortificación cuando uno sale a pasear. Pero el vuelo cercano y el “aterrizaje” de estas aves sobre la tersa superficie del lago, con su ruido característico, son un gran placer contemplados desde el gran ventanal o desde el balcón de mi morada. 

Por Francisco López Herrera

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