El tiempo se nos está acabando, necesitamos, y ya, unión para detener el abuso que, desde medios animalistas, se están produciendo hacia nosotros y nuestra afición y, lo que es mucho más importante, hacia el medio de vida de muchos habitantes y usuarios del medio rural.
Ni las entidades de la caza y del mundo rural, ni administraciones y gobiernos, parecen ser capaces de poner límites a los disparates animalistas, y no creo que sean suficientes, ni efectivas, las pocas y tibias consecuencias judiciales ante las denuncias de tantos desvaríos.
Estamos tardando, y mucho, en mostrar nuestra fuerza y presionar a tanto pasotismo hacia la caza en las distintas esferas del poder. Una macromanifestación se torna necesaria, debemos exigir sensatez y cambios a tantos disparates, como la ley de animales exóticos, las distintas leyes de protección animal, de control de armas deportivas, de los sandach…, todas se están tramitando por el Regulador, enfocadas al control indiscriminado y al disparate entre autonomías. Las soluciones practicadas por comunidades ante la entrada en vigor de la ‘ley de invasores’ están provocando daños irreversibles, tanto en fauna como en puestos de trabajo; el Sandach nos deja en la incertidumbre; y con las armas y nuestros auxiliares caninos, somos delincuentes en potencia.
Recientemente, en el Congreso se debatió el Convenio Europeo de Protección de Animales de Compañía. Tema: el corte de orejas y rabos. Una reserva presentada por el PP –el único que está defendiendo hoy tesis cinegéticas (aunque dando una de cal y otra de arena)– pretendía aclarar futuras interpretaciones para amplios sectores en el uso que destinamos a nuestros canes. Todos los estados miembros en Europa introdujeron reservas en dicha ley y en todos los que pasaron el trámite de la aprobación, de una u otra forma y en determinadas razas, se sigue practicando. El texto, al eliminar dicha reserva, queda como viene redactado desde 1998 y, salvando las mentiras de muchos grupos políticos, todo quedará en las manos de las autonomías y sus diferentes leyes de protección animal, y que ciertas razas y por diferentes motivos puedan ser amputadas dependerá de la opinión de profesionales o veterinarios y siempre en animales preparados clínicamente.
La insistencia de ciertos partidos al posicionarse a favor de la prohibición «cuyo objeto sea modificar la apariencia estética de un animal» les llevó a mal informar –queda claro: animales, que vivan en el hogar doméstico, éstos no podrán ser amputados–, y esto tiene una justificación política: se da una imagen de avanzado proteccionismo animal a sus votantes y ofrecen logros publicitados como una batalla ganada por el animalismo. Hay obsesionados por el tema, como López Uralde o Pablo Iglesias, que confunden ‘estética’ con ‘utilidad’ y otorgan a todos los perros la misma categoría –‘de compañía’–, una visión ciertamente celestial del maltrato animal, que ofrecen réditos inmediatos y, sin más consideraciones, meten a todos en el mismo cesto. No reconocerán nunca que las razas nacieron y se desarrollaron por la exigencia funcional en el trabajo que realizan.
Los grupos políticos que votaron en contra han sido los que podríamos suponer, con alguna sorpresa, como la del PSOE –manifiestamente anticaza en sus últimos hechos y declaraciones– o Ciudadanos, que se abstuvo, siguiendo compromisos con el anterior, o ERC que a última hora también cambió de opinión votando en contra; el resto, negación absoluta, para no variar.
En fin, debemos conocer los objetivos de los animalistas y como, con sus postulados, buscan el voto. De esta forma, tomaremos medidas eficaces para contrarrestarlos. Ellos tienen como objetivo prioritario canalizar todas las propuestas en protección animal durante periodos electorales. El maltrato y la protección animal logran la atención del votante urbano que, hastiado por tantos casos donde la política atufa, es escéptico a los postulados de estos grupos, y no como como mal menor, sino como opción de futuro.
Por tanto, nuestro objetivo debe ir parejo a las medidas que están siendo rentables a los extremistas. Demostrar que tenemos poder, bastante más de los trescientos mil votos conseguidos por los verdes en las pasadas elecciones, es nuestra obligación. En todos los sufragios los partidos verdes tienen como candidatos a individuos del movimiento animalista, que globaliza y dirige las tendencias de carismáticos líderes, rodados, aleccionados y convencidos de las ideas revolucionarias y los métodos de la nueva conciencia europea. Un movimiento verde, fuerte, amplio y revolucionario que traspasa fronteras y utiliza la excusa del animalismo para otras ambiciones de más calado. Y tienen una masa que crece en todos los países, un votante de características definidas –joven y convencido, radicalizado–, que nutre sus filas por la falta de empatía y el hartazgo que le produce los viejos partidos.
Los cazadores tenemos nuestra responsabilidad perfectamente definida, diferente a la expresada por el sector animalista. Alguien puede creer que tenemos elementos comunes y que son confluyentes, no coincidentes, y para los mismos fines cada uno aplicamos distintas filosofías y soluciones. Así, nuestra preocupación frente al animalismo tiene que ser un hecho, debemos estar todo el año en campaña electoral: vivimos y disfrutamos un ecosistema global y queremos mantenerle lo más virginal posible, hecho que nos cuesta lo nuestro, sin perjudicar a amplios sectores de la sociedad rural, elemento esencial que otros están perjudicando con su agresivo radicalismo.
Nuestra perspectiva actual es débil y seguimos estando desunidos, no mostramos nuestra fuerza por culpa de todos, de centenares de entidades por libre, de eternas discusiones, de exceso de protagonismo, de acusados individualismos y del yo omnipotente que nada soluciona. Por tanto, electoralmente, mostramos debilidad y nuestras propuestas, en tiempo electoral, no obtienen la suficiente credibilidad.
Las organizaciones tienen que exigir responsabilidad a sus socios y éstos trabajo y logros a sus dirigentes. La defensa de nuestros intereses atraviesa malos momentos, ¿culpa?: los escándalos es la más importante de todas, sin que deriven responsabilidades para nadie, graves hechos que cansan y amargan. Sólo en aquellas ocasiones donde el sector ha caminado unido se han obtenido resultados positivos, recordemos la famosa Ley Narbona.
Seguiremos, pues, con las buenas intenciones. O caminamos unidos o, si no, el futuro que nos espera es la asistencia muda a protocolos alternativos, sin bases científicas ni técnicas, que limitarán y penalizarán a cazadores, pescadores, poseedores de mascotas o habitantes rurales, convirtiéndonos en delincuentes, y cualquier suposición y denuncia nos pondrá ante un juez, con sanciones desproporcionadas.
En fin, acción sin reacción, estamos abocados a presenciar en las próximas legislaturas como nuevos adalides demandarán justicia social, dirigiéndose a quien no comulgue con ellos con las mismas expresiones y adjetivos que ya utilizan en Facebook, agresiones al honor y bienes de las personas que socialmente ni se discuten. Y, cuando nos queramos dar cuenta, careceremos de instituciones, y sin fuerza no hay oposición, no discutiremos ni nos defenderemos y asistiremos como borregos al nuevo imperio de la Europa verde.
Por Felipe Vegue