Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo aquí tengo por mío
cuánto abarca el mar bravío,
a quién nadie impuso leyes…
Espronceda, que era lectura de cabecera para los escolares de mi época, sirve hoy para ambientar lo que está pasando en el mundo de la caza en España. Tanto dentro de la Federación, como entre asociaciones procaza. Las luchas por la representatividad, por la teórica deportividad, y por el quítate tú para ponerme yo, tiene a nuestro colectivo sumido en el descrédito y la apatía más absoluta. Yo mismo he vivido los recientes y esperpénticos episodios de discrepancia federativa desde la apatía, cuando no desde el bochorno.
Mientras nosotros discutimos si son galgos o podencos, el perro de la administración nos muerde, nos destruye, nos merma y desmembra.
La caída en picado del número de cazadores no parece importarle a nadie. La caída en picado de la perdiz autóctona envenenada en las llanuras cerealistas a partir de semillas tratadas con concentrados de nicotina, parece no importarle a nadie. Un auténtico plan de choque para defender la dignidad y necesidad de lo cinegético parece no importarle a nadie. Nuestro colectivo se duerme como las liebres de la fábula, discutimos si son galgos o podencos mientras esperamos nuestro final, el cual se producirá, inevitablemente, aunque sea entre las fauces de un gamusino. Unos no se saben ir, otros no saben llegar. Unos se frotan las manos con el mal ajeno, y todos son culpables, los unos por acción, los otros por omisión, y yo, yo soy tan culpable como los demás porque callo por vergüenza. Aunque sea ajena, mi vergüenza es mía y callo porque cualquier cosa que diga puede ser usada por los enemigos de la caza en nuestra contra.
Este país se harta de desafecto a la clase política sin darse cuenta que no son más que un reflejo de una sociedad perdida moralmente. Una sociedad donde al chorizo, al ladino, al pelota y al genuflexo se le paga y premia con el marquesado y con la marquesina, con lo que haga falta. Estamos ante una sociedad moralmente fallida, ante el reinado de los mediocres, ante el imperio de Barrabás. En este hábitat propicio solo los grandes deportistas de la disciplina hispana por excelencia, la envidia, triunfan. De esta forma nada bueno florecerá. Nuestro colectivo está siendo aniquilado, uno detrás de otro por el mayor atentado a nuestros derechos ciudadanos, la revocación arbitraria e inconstitucional de los permisos de armas que, a cualquier ciudadano de bien le puede acaecer por un accidente de trafico, por una simple denuncia de faltas, sin ni siquiera juicio, también por una multa, o por dar positivo un martes en un control de alcoholemia. Uno detrás de otro, como corderos, vamos prontos a entregar nuestras escopetas por trivialidades que ni en tiempos de Franco hubiesen supuesto problema para renovar una licencia.
Mientras, nuestros federativos, oficialistas o díscolos, siguen discutiendo si son galgos o podencos. ¿Qué desgracia habremos provocado como colectivo para merecer esto?
Ya solo nos queda un milagro, o nuestro Santo Teófilo de Luís para que se obre el prodigio y los ciudadanos cazadores seamos eso: ciudadanos, pero con los penales limpios.
Solo tenemos una buena noticia con la que debemos regocijarnos, por fin tendremos una única feria de caza en Marzo, muchos tendrían que tomar esto como ejemplo. Unidad, nada más, y nada menos.
Por Francisco Chan Méndez