CRÓNICA
José Vicente Pérez Mataix tiene la cabeza muy bien amueblada. Se atrevió a organizar la montería en la finca ‘El Lituero’, lindera a la suya, solo como él lo sabe hacer: a la perfección.
Para ser exactos, más bien hemos de hablar de la familia Pérez Mataix-Santos, Cristina Santos, la mujer de José Vicente, y sus hijos Carlota y José Vicente, Tente.
Preliminar
Antes de la montería José Vicente nos tenía a todos los asistentes perfectamente informados, con fotografías y vídeos incluidos.
Todo lo que se estaba preparando para que la mancha estuviera en perfectas condiciones, cómo la tomaban los cochinos, la preparación de las torretas… sin dejar un solo cabo suelto.
Generando ilusión, que al fin y al cabo es la esencia de la montería.
En vísperas, José Vicente preparó en su casa toda una fiesta montera, no faltó de nada, cante flamenco de calidad incluido.
Fiesta de la montería.
Todo un clásico marca de la casa, que ya realizó la temporada pasada cuando cazó La Calderera, antiguamente esta finca y El Lituero estaban bajo la misma linde.
La Calderera resultó, al fin y a la postre, la mejor montería jabalinera en abierto de la 2018-2019 en los Premios Caracola.
Tránsito
Ya estaba allí Pablo Pando, esperando, puntual como es, en el punto que José Vicente nos indicó de la N-430 desde donde salía el camino a la junta, y eso que llegué con unos minutos de antelación.
Estaba todo perfectamente indicado, no había perdida.
Pablo venía desde su casa de Villarejo de Fuentes, a hora y media, una hora y cuarto más tardó el cronista desde la urbe madrileña.
Muy a nuestro pesar, no nos pudimos apuntar a la fiesta de la noche anterior.
Una baja de un montero de última hora por causa de fuerza mayor, posibilitó que Pablo se pudiera apuntar, no lo dudó ni un instante cuando se lo propuse.
En una mañana gris, a intervalos lluviosa, tomamos los cinco kilómetros del buen camino hasta la junta.
Perfecto I: la seguridad ante todo
La junta era en una de las dependencias de la finca ideal para el desayuno y el sorteo.
Presenté a Pablo a José Vicente, este estaba nervioso.
Nervioso no por el posible resultado, ya que no se podía haber trabajado más y mejor para que todo saliera bien, estaba nervioso porque le preocupa en exceso la seguridad, a pesar de tener todo bien atado en este sentido.
Estrictas y clarísimas normas de seguridad, tanto por escrito a cada montero como en la alocución anterior al sorteo:
«No dispare en situaciones dudosas».
«Es preferible dejar escapar cualquier animal, antes que provocar una situación comprometida»…
Puestos perfectamente señalizados, con 22 colocados en torretas buscando lo primero la seguridad y lo segundo mejorar el tiradero.
Aun así, José Vicente nos aseguró que «no he dormido en toda la noche».
El ambiente era inmejorable.
Espléndido y variado desayuno, durante el cual no tardamos en entrar en charla con otros monteros.
Pablo intercambiaba impresiones sobre las plantaciones de pistachos… a sortear.
Perfecto y II: mariposas en el estómago
La lluvia intermitente podía poner en peligro hacer el sorteo al aire libre, como estaba previsto. Pero hubo suerte.
Es que la mesa del sorteo se situó en un lugar estratégico para poder ir dando salida ordenadamente a todas las armadas.
Tras la normas, y aclarar una curiosidad, «Puede haber algún venado en la mancha, bajo ningún concepto se pueden tirar», José Vicente dio paso al sorteo.
Ilusión. Mariposas en el estómago.
Todo estaba perfectamente estructurado, se sortearía por armadas.
En la mesa, acompañaban a José Vicente, de pie megáfono en mano, su sobrino José María, su hijo Tente y el postor correspondiente de la armada.
José María tenía en una caja las carpetas correspondientes a cada armada, con el listado de puestos para poner el nombre del montero y un plano en grande de la mancha, una vez completada se pasaba al correspondiente postor.
Tente y José María apuntaban el nombre del cazador en el puesto correspondiente y un amigo le daba una botella de agua y una bolsa con un chaleco naranja fosforescente, un plano de la mancha con la suelta de las rehalas, las normas de seguridad y cinta para marcar los cochinos cobrados.
Se eligió un número al azar y a partir de ese montero en la lista José Vicente comenzó a nombrar.
Sistema rápido y ordenado a la vez, que incluso permitía a los agentes forestales solicitar la documentación a algunos cazadores.
Cada vez que se completaba una armada, se entregaba la carpeta al postor y sin más dilación salía hacia el cazadero.
Me tocó en suerte el número 2 de la armada Cuarto Patricio, me tuve que ir y allí se quedó Pablo que aún no había sorteado.
Nubosidad variable
Por lo climatológico, no por el célebre y celebrado libro de Carmen Martín Gaite.
De tal manera que en la primera mitad de la montería incluso cayó algún chaparrón, chubascos dispersos, que hubiera dicho el bueno de Mariano Medina. Esa edad vamos teniendo.
Por cierto, don Mariano, una eminencia y muy querido hombre del tiempo, era natural de mi maravilloso pueblo consorte, Las Ventas con Peña Aguilera. Barriendo para casa.
En la segunda mitad incluso se atrevió a salir el sol.
¡Hasta estaba señalizada la ruta de cada armada!
El 2 de Cuarto Patricio era una de las torretas, puesto muy cochinero, ¿y qué es lo que íbamos a cazar? Cochinos. Pues eso…
La armada de Cuarto Patricio era una especie de U invertida (ver plano), abrazando a un cerro, abierta al barbecho por la parte inferior, y con una curiosidad, con puestos de cierre y de traviesa –el mío, por ejemplo–.
Desde la torreta del 2, mirando al cerro que abrazaba la armada, estaba más bien sucio, pero con el tiradero suficiente como para disparar un cochino que bajara tomando el pequeño regato. Me gustó.
Hacia el otro lado tenía relativamente bastante tiradero en una gran costera, también muy bonito, pero como quiera que no iba a tirar a un guarro que faldeara, que sería mejor oportunidad para otro montero, solo al que me cumpliera, y que normalmente aireaba a esa parte, dediqué más atención al cerro.
Recibí una notificación vía whatsapp de Pablo, él estaba en el nº 6 de Las Cartas, con mucho barbecho, pero que esta zona lo suelen tomar los guarros, y amplio tiradero.
Algún tiro suelto antes de soltar, que se incrementaron con los perros ya en el monte.
El monte
Esta mancha de El Lituero se adapta perfectamente a la definición de paisaje del Campo de Montiel de Albacete: «suaves cerros, frondosos valles y tierras coloreadas».
Monte normalmente bajo, predominio de encina, chaparral, aunque hay cierta variedad de matorral, con incluso pies de enebro.
El de El Lituero es un monte generalmente cerrado, aunque zonas donde ‘respira’ algo más. Buenos encames y defensa para los guarros.
Las 700 hectáreas que se cazaron los eran de monte y barbecho, este se distribuye sobre todo en el ‘vallejote’ central un tanto irregularmente, con islas de monte y tiras de este que unen las manchas.
Por cierto, he investigado, sin éxito, qué puede ser un ‘lituero’, ya que conozco algunas fincas y parajes por toda nuestra geografía con ese nombre.
La montería
Con las rehalas monteando se fue animando el cotarro, el cerro de la U invertida de Cuarto Patricio dio bastante juego nada más soltar.
Mucha emoción, por un momento pensé, ya con el rifle prácticamente encarado, que mi suerte venía por el regato adelante en forma de macareno de 10 arrobas. ¡Guirigay montero!
Si no se dejaba ver por delante, le podría tirar al cruce del camino sin peligro alguno.
Ladras, quejidos, el monte que se venía abajo a no mucho más de 30-40 metros de mí, justo donde no veía, y… el guarro decidió romper por otra zona de la armada, donde, mínimo, estaban a medio aire.
Son esas cosas inexplicables que hacen tan bonita a la caza, con todo a favor, sin airear, con un perdedero importante a mi espalda y mucha defensa, apretado de los perros y el cochino decide que se vacía por otros derroteros.
O acaso prefirió salir a la zona de barbecho abierta de la U.
¿Un revoque del aire? Quizá.
¡Poum! una sola vez, «seguro que ha habido suerte».
La montería estaba en su apogeo, se tiraba con fluidez, no como para quitarle al monte medio centenar de cochinos pero sí una cifra nada desdeñable.
Llegó a mi vera el rehalero cuyos perros habían levantado al guarro, me confirmó lo que me imaginaba, que lo había tenido a escasos 30 metros, pero que se volvió.
También me dijo que «era grande».
Iba monteando muy bien, como mandan los cánones, dando tiempo a que los perros levantaran los guarros, carrera y que volvieran a la mano.
Por la costera trasera la cosa estuvo mucho más floja, aunque la batida mantenía su ritmo.
Poco a poco el sol iba ganando terreno y los tiros perdiéndolo, la montería iba languideciendo.
‘El Lituero’ de oro
La caza se repartió bien, que siempre es algo que se agradece.
Se saldó el monteo con 150 detonaciones.
Me daba el barrunto que esta vez la fórmula Luismi Chamocho iba a funcionar: cinco tiros por pieza cobrada.
Entonces 150 / 5 = 30. Por ahí debería estar el número cochinos abatidos.
Pablo me comentó que no había querido tirar un guarro muy grande por el testero de monte que tenía enfrente, lo dejó pasar para que lo tirara el vecino, al que le cumplía, y sí, le cumplió, pero no le vio, ni el siguiente montero, el cochino se agarró a una tirita de monte, y adiós.
Ese no entró en el cómputo final de disparos.
No es porque sea amigo, pero Pablo es un gran cazador, un gran montero, rehalero, que es lo que se considera después de muchos años teniendo rehala, pero por esos detalles que le engrandecen.
Con un un plato de jamón de bienvenida y mientras dábamos cuenta de la comida, iban llegando los cochinos a la junta de carne.
Hasta ese detalle había cuidado José Vicente, ¡colocando unas pacas de paja a modo de gradas para hacer la foto con el plantel!
¡Este hombre está en todo!
Francisco Palacios cobró en el nº 5 de la traviesa del Vallejote con un cochino de defensas espectaculares, que una vez homologado ha dado 111,5 puntos CIC, ¡medalla de oro!
Las navajas tenían mucho grosor, que es el parámetro que más aporta a la puntuación final.
En el 6 del Cuarto Patricio, que era de cierre, Carmelo Romero se quedó con tres guarros.
Se cobró otro gran cochino, que hubiera sido medalla sin duda de no ser por faltarle una navaja, más que faltarle, la tenía muy reducida, algo curiosísimo.
Hasta la próxima temporada
Los monteros estaban satisfechos en general, y el ambiente era formidable a la hora de la foto con el plantel.
La foto se hizo cuando llegaron los dos cochinos grandes, para poderla hacer con buena luz y que los monteros que así lo quisieran se pudieran marchar.
¿Al final saben cuántos cochinos se cobraron? 30, qué les dije…
La verdad es que he jugado con ventaja al aplicar la fórmula Luismi Chamocho, porque sabía de antemano tanto los tiros escuchados como los jabalíes cazados.
José Vicente no estaba del todo contento: «espera más». Es exigente consigo mismo.
Por imponderables, tuvo que preparar la mancha con cierta premura y además un exceso de bellota en la zona hizo que los guarros estuvieran muy repartidos por la comarca.
Con todo, una montería de 30 cochinos en abierto, con dos cochinos de categoría, es una gran montería.
Tanto nos gustó a Pablo y a mí lo que vimos y disfrutamos, que le reservamos la plaza a José Vicente para la próxima temporada.
Es que hay que reservar, porque esta cacería no es comercial, es la fiesta de la montería que la familia Pérez Mataix-Santos organiza para sus amigos y allegados.
Agradecidos, nos despedimos de José Vicente por el trato que nos dispensó, poniendo este cronista rumbo al primaveral oeste.
Una crónica de Adolfo Sanz Rueda
Fotografías de Adolfo Sanz y José Vicente Pérez Mataix
DATOS DE LA MONTERÍA
Organización: José Vicente Pérez Mataix
Fecha: 1 de febrero de 2020
Finca: El Lituero / Finca abierta
Hectáreas monteadas: 700
Término: Lezuza, Albacete
Puestos: 62 / Sin cupo / Rehalas: 18
Jabalíes: 30 (2 navajeros con 1 oro)