Más de 150 años después de que Gustavo Adolfo Bécquer escribiese su famosa leyenda, la corza blanca ha reaparecido, esta vez en un campo de cereal de Soria. El jueves de la semana pasada, un vecino de Zaragoza que estaba paseando a primera hora de la mañana por un paraje de la provincia vecina vio de lejos una corza hembra con dos corcinos… uno de ellos totalmente blanco.
“A simple vista ya me di cuenta de que no se trataba de algo normal en aquel animal, ya que el pelaje era muy claro. Por un momento pensé que, al estar la corza amamantando al corcino, quizás se había unido al festín algún cordero o cabritillo”, cuenta Carlos Villar.
“Cuando ya lo vi con el zoom de la cámara de fotos, no me lo creía: era un corcino totalmente blanco con una pequeña mancha marrón en la parte posterior del cuello. Los tres comían tranquilamente de unas tiras de trigo que había dejado algún agricultor sin cosechar”, explica este soriano afincado en la capital aragonesa que se define como “un cazador amante y apasionado del monte y de la naturaleza” y que publicó un vídeo y varias fotos en su perfil de Facebook.
Villar describe la escena como una imagen “insólita” que “jamás” olvidará. “Una vez más, la naturaleza nos sorprende y nos hace este tipo de regalos”, recuerda.
Buen conocedor de los animales, el autor de este raro descubrimiento recuerda que “pese a su belleza, para este corcino blanco la ausencia de las tonalidades parduzcas que le caracterizan y proporcionan cobertura y defensa le hacen presa fácil del resto de predadores. “Su rareza es un inconveniente”, insiste, y por eso, para protegerlo, prefiere no desvelar la zona en la que lo vio.
¿Por qué es blanco? Dos posibles explicaciones
Normalmente se tiende a pensar que los animales que en lugar de presentar sus colores normales son blancos sufren de albinismo. Sin embargo, no siempre es así.
El albinismo es una enfermedad provocada por una mutación en los genes y tiene carácter hereditario. No obstante, el gen que la causa es recesivo, por lo que la probabilidad de que la enfermedad se manifieste es muy baja. Lo que provoca esta mutación es una ausencia de pigmentación (melanina) en la piel, los ojos y el peloque da a los animales albinos ese aspecto blancuzco/pálido característico y además hace que normalmente tengan los ojos rojos.
El leucismo se diferencia del albinismo en que los animales que lo padecen no presentan una mayor sensibilidad al sol que los individuos sanos y tampoco tienen los ojos rojos. De hecho, los ejemplares leucísticos pueden llegar a ser incluso un poco más resistentes a la radiación solar debido a que el color blanco protege más del calor que los tonos oscuros. Además, puede ocurrir que se dé solo en algunas partes del cuerpo y que las otras tengan cierta coloración. El leucismo consiste también en un trastorno genético producido por un gen recesivo que provoca la falta parcial o total de eumelanina o faeomelanina.
El leucismo es más frecuente en las aves. El verano pasado en la provincia de Teruel se fotografió un buitre leonado blanco, el segundo detectado en Aragón tras otro localizado anteriormente en Los Fayos. Además, hace unos años en el barrio rural zaragozano de Peñaflor se documentó la presencia de un águila culebrera blanca. En cuanto a mamíferos, en el Pirineo oscense se han encontrado dos sarrios blancos: uno en la zona del macizo de Cotiella que fue cazado y disecado y otro filmado en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
La leyenda de la corza blanca
Bécquer escribió ‘La corza blanca’ en 1863, pero la leyenda se desarrolla “en un pequeño lugar de Aragón y allá por los años de mil trescientos y pico”. El relato se basa en la lucha entre lo racional y lo fantástico, aunque el animal avistado en Soria demuestra que la corza blanca pudo existir aunque no hablara ni riera ni fuera el alter ego de una hermosa doncella.
En la primera parte de la leyenda se cuenta como un famoso caballero llamado don Dionís va de caza acompañado de su hija Constanza y sus monteros. En un riachuelo se encuentran con Esteban, un pastor de corderos que les cuenta haber visto una corza blanca que guiaba a una tropa de congéneres que no bramaban sino que reían a carcajadas.
El caballero, su hija y los monterios se ríen de la historia, pero uno de estos últimos, Garcés, sí se cree que la corza blanca puede ser real (ahora se sabe que no iba desencaminado). Deseoso de agradar a Constanza, decide capturarla y dársela a su amada señora, que al igual que don Dionís vuelve a reír a carcajadas cuando se entera.
A pesar de las burlas, Garcés va al monte, se esconde entre unos arbustos y se queda dormido. Cuando despierta escucha voces cantando una canción y al rato ve a las corzas len el río lideradas por la corza blanca. Le apunta con su ballesta a la luz de la luna pero entonces no ve al animal, sino a un grupo de mujeres bañándose. Le parece distinguir entre ellas a Constanza, aunque piensa que es un encantamiento y decide irrumpir en la escena. La transformación se rompe, las corzas echan a correr y la corza blanca queda enredada entre la maleza. El montero va a dispararle una flecha cuando el animal le habla y Garcés baja la ballesta aterrado por la posibilidad de herir a su amada.
En ese momento la corza blanca logra liberarse y huye riéndose del joven, que enfurecido dispara al animal a distancia. La flecha se pierde en la oscuridad del bosque y se oye un grito seguido de unos gemidos de dolor. Garcés corre angustiado hacia allí y encuentra a Constanza junto antes de que la doncella expire herida de muerte por la saeta del montero.
Fuente: Heraldo de Aragón