Por Alejandro Chinchilla Rodríguez
«La hembra vuela corto, rasa, pesada y torpemente, rozando las brozas con las puntas de sus alas e incluso chocando con los matojos».
Codornices, por desgracia, cada vez quedan menos en España. Porque van y vienen y, como dicen los viejos: «Son del que las mata, y para que las mate otro, las mato yo». Y así también le ocurre a la tórtola. Pero a diferencia de esta última, la codorniz será según críe, y la tórtola según entre.
Dice J.M. Montoya en su libro que «Menudean los que dicen que antes se mataban en mi pueblo más de cien codornices en una mañana… sin embargo, ¿cuántos cazadores conocen o conocieron a alguien que las cazara en tales cantidades? El histórico diario del conde de Romanones, ¡casi nadie en materia de codorniz!, prueba que ni en las más opíparas condiciones de aquellos fastuosos años, la codorniz fue tan abundante como tantas veces se dice, ni se cazó en las cifras que con tanta fluidez se mencionan».
Esta especie ‘polígama’, es símbolo desde antiguo de la obscenidad, la lascivia y la promiscuidad. Primero, los ardientes machos buscan, eligen y se establecen en las mejores zonas para reproducirse. Allí esperan impacientes la entrada de las hembras, cantando su rítmico ¡pas-pa-llá! Después, las cubren apasionada y repetidamente, entre intensas luchas, abandonándolas después a la búsqueda de otro lugar para la siguiente cría.
Pero, ¿quién es la ‘codorniz criolla’? ¿Por qué hablar de ‘codorniz criolla’ en vez de la ‘codorniz serranilla’? Tiene su explicación, sobre todo para aquellos que todavía hoy, andan perdidos en lo que supone la biología de esta especie migratoria. Y de perdidos al río si queremos defender la caza sin conocer como son nuestras especies cinegéticas.
‘Codornices serranillas’
Nuestra codorniz, la de siempre, es la ‘codorniz serranilla’, aquella que cazamos en media veda, y que, tanto en los pasos de ceba como de regreso, aterriza de noche y en las zonas en las que las codornices locales contestan su reclamo. Y el éxito reproductor de nuestras protagonistas, depende mucho de que el cálido período estival se retrase.
Desgraciadamente, las condiciones hoy han cambiado. El paso de ‘codornices serranillas’ desde África hasta Denia y Jávea, guiadas por la inmensa mole rocosa del Montgó, se ha visto alterado por las urbanizaciones y los cambios de cultivo. El cabo de San Antonio en Jávea, ese mismo lugar que el escritor Julián Settier, allá por el 1913 retratara en sus cartas al barón de Cortes, en Valencia, ya nunca volverá a cumplir su ‘compromiso’ con la naturaleza de ser paso de entrada de codornices a la península Ibérica. Pero, ¿cuántas vías similares no estarán hoy cortadas por fenómenos semejantes?
‘Codornices criollas’
Paralelamente, en el suroeste peninsular (España y sobre todo Portugal), así como también en Marruecos y hasta en Canarias, al amparo de los nuevos, frescos y ricos cultivos agrícolas, abundan hoy las ‘codornices criollas’ o ‘del país’. Son las que, erróneamente, los cazadores llamamos como sedentarias, porque se cazan en la temporada general, pero aunque menos… ¡También se mueven en migraciones cortas!
La codorniz criolla es algo más gruesa, pesada y blanquecina. Predomina en los regadíos del sur de Andalucía y diciembre y enero son los meses ideales para cazarlas. Las ‘serranillas’, las de las media veda, por el contrario, son más ligeras y más oscuras. Además, en muchas zonas de España conviven, en armonía, ambos tipos, cruzándose efusiva y cordialmente entre sí.
En suma, estas condiciones de antropización de la costa y cultivos, así como las hibridaciones, han provocado que cada vez queden menos codornices serranillas, aquellas que completan la migración completa desde el norte hasta el sur del Sáhara.
Estas son las cifras: en la apertura de la una media veda típica, en España pueden coexistir dos millones de codornices. De ellas, aproximadamente 1,4 millones serán cazadas en un año medio. 600.000 ejemplares supervivientes, tras su largo y complejo periplo anual, tratarán de rehacer la población para el año siguiente.
Pero, ¿estamos cazando de forma consecuente con todas estas complejas realidades migratorias? Honradamente no. Tampoco en las fechas ni en la intensidad de caza, estamos cazando con racionalidad y buen criterio.
El autor del libro Media veda: codorniz, tórtola y palomas, J. Miguel Montoya, finaliza aconsejando al cazador lo siguiente: «Si administramos bien las nuestras, multiplicaríamos las probabilidades de que a finales de temporada disfrutemos de algún paso».
Nota: este artículo está dedicado a uno de mis maestros y profesores, José Miguel Montoya Oliver, con quien he tenido la suerte de cazar y aprender mientras cazaba, por su magnífico libro Media veda: codorniz, tórtola y palomas.