Este año, Cinegética 2014, en Madrid, acogió una exposición un tanto especial, pequeña, coqueta, sencilla, pero muy significativa por el personaje sobre el que trataba. JUVENEX, Juventud Venatoria Extremeña, quiso aprovechar esta ocasión para mostrar una exposición sobre el mítico Montero de Alpotreque, don Antonio Covarsí. Su bisnieto, tras varios años recopilando objetos, utensilios, fotos y escritos, ha conseguido reunir una colección muy peculiar por lo que en ella se muestra. Muchos habrán tenido como libro de mesilla alguno de los que nos dejó escritos este singular montero extremeño, obras que te hacían pasar las horas leyendo, adentrándote en montes y sierras, oliendo a jara y a pólvora. Muchos visitaron este estand para ver físicamente cómo era esa escopeta de caza o ese mítico cuchillo de remate que mencionaba en sus historias… Nuestro equipo de Caza y Safaris/CazaWonke ha querido traer a estas páginas, en primera persona, las sensaciones y sentimientos de Alberto Covarsí, su biznieto, que está dando vida nuevamente al Montero de Alpotreque.
Me encantaba que mi abuelo me contara las historias de caza de su padre; pero, igualmente, me llamaba muchísimo la atención cuando me contaba detalles de cómo era su casa, un auténtico museo… Coleccionaba cuadros, sus paredes estaban llenas de cabezas de jabalíes y venados; en su despacho tenía la cabeza del venado al que llamó El ciervo de San Huberto; en las habitaciones y salones de la casa se repartían pieles de todas las especies de caza; en una antesala había lanzas, espadas, sables, piezas de guerra, muebles antiguos, monedas de oro, plata y cobre, y sin olvidar su biblioteca, donde libros de todo género llenaban aquellos viejos estantes de madera.
Le gustaba muchísimo la lectura y personalizaba sus libros con un peculiar sello que marcaba su nombre. Tengo algunas obras muy significativas de su biblioteca, pero la que más valor tiene para mí es la que le cambió al Duque de Medinaceli, Aves de rapiña y su caza, por su libro Narraciones de un montero.
Pinceladas biográficas
Son muchas las cosas que se han contado sobre don Antonio Covarsí. Algunas ya las habrán escuchado y para otros será algo nuevo e interesante.
Detalles de su vida que me fueron contados por sus hijos Ricardo, Carlos y mi abuelo, Alberto, que se convirtió junto a mi padre, Juan, en mis maestros indiscutibles en la caza, y de quienes intento mantener viva cada día esa tradición, ese legado que nos me han ido dejando….
Voy a empezar haciendo unas breves pinceladas de su biografía, que ya muchos conocerán, a algunos les valdrán para recordar y a otros para conocer a este mítico cazador.
Antonio Covarsí nació en Zaragoza en el seno de una familia militar y de ideas carlistas, señas de identidad de las que se sintió siempre orgulloso. Los diferentes destinos asignados a su padre le hicieron recorrer buena parte de España, hasta asentarse en Badajoz en 1866.
Su pertinaz apoyo a la causa tradicionalista hizo que fuese desterrado a Elvas, Portugal, en 1874, aunque pudo volver al poco tiempo. Contrajo matrimonio en dos ocasiones. De su primera mujer, Adela Yustas, tuvo nueve hijos de los que le sobrevivieron dos: Adelardo y Laurencia. De la segunda, Agustina Cabanillas tuvo seis hijos: Fernanda, Alberto, Carlos, Antonio, Gonzalo y Ricardo.
Quisiera puntualizar sobre su hijo Adelardo, ya que muchísima gente equivoca al montero con su vástago, el pintor, reconocido artista extremeño que plasmó en muchísimas de sus obras parte de la actividad cinegética de su padre, quien ejerció sobre él una influencia determinante al aficionarle desde su infancia a la caza, a Portugal y a la pintura, ya que don Antonio reunió una importante colección de cuadros, un verdadero museo del que tengo constancia, según me comentaron sus hijos y pude ver en su testamento.
Covarsí fue un empresario importante en Badajoz, trabajó como agente de aduanas de la estación de ferrocarriles y jefe en una casa de negocios. Además montó un almacén de instrumentos musicales, entre ellos hermosos pianos que he tenido la suerte de ver y observar esa grabación Almacén de Instrumentos musicales A. Covarsí. Badajoz; e incluso he conseguido algunas partituras, cedidas por mi buen amigo Fernando Pérez Grajera de Montijo, de aquéllas que se vendían en esta tienda, un tanto peculiar en la vida de este cazador.
Pero lo que más destacó en su vida empresarial fue cuando fundó en 1874 la primera armería de Badajoz, la Armería Covarsí, que se encontraba en la calle Calatrava nº 3, el mismo edificio en el que se ubicaba su casa, y en la que actualmente se encuentra una pintura de su hijo, realizada en azulejos, colocada encima de la puerta de la que fue en su día dicha armería.
Cazador de avutardas
Así se llama la pintura que recuerda este negocio en Badajoz, que se convertiría en un típico lugar de encuentro de cazadores, donde historias y lances cinegéticos no dejaban de escucharse cada día. Dos inmensas armaduras llamaban la atención de todo aquel que las veía y un lobo negro, disecado con la boca abierta, adornaban ese mítico establecimiento donde Covarsí fabricaba sus propias balas, en las que grababa con un punzón de acero su apellido, o donde se cargaban cartuchos con su nombre.
En esta armería se empezó a comercializar la conocida escopeta Covarsí que llevaba inscrita en su caño la leyenda A. Covarsí. Badajoz, y muchísimos cazadores, por herencia, tienen la suerte de tener una de estas reliquias.
Yo, actualmente, y gracias a mi amigo Diego Osorio, poseo una de las escopetas con las que cazaba en los últimos años de su vida y que mandó fabricar especialmente para él. Mi abuelo Alberto ya me habló de ella cuando yo era crío, ¡y quién me iba a decir a mí que, al final, iba a venir a parar a mis manos…!
En el patio de su casa tenía, aparte de su rehala, una amplia variedad de animales, como una pareja de avutardas, una mansa cierva, corzos, sisones, urracas, perdices, grullas y hasta un oso que, al final, tuvo que regalar al Conde de San Juan.
Dedicó sus ocios a la caza, la pesca, el coleccionismo y a escribir sus hazañas venatorias. No hay que decir que se transformó en un personaje célebre e influyente en aquella ciudad y en toda Extremadura. Es más, sus monterías por tierras portuguesas le valieron la amistad del rey de Portugal, Carlos I, quién lo nombró Caballero de la Orden de Santiago (la de Portugal), y cuya cruz aparece en la puerta de su panteón.
Pasión montera
Extremadura se convirtió en su paraíso cinegético, convirtiéndose la Sierra de San Pedro en su centro de andanzas… Las fincas de Azagala y Alpotreque eran algunas de las que fueron testigos de sus cacerías, aunque monteaba en casi todas las fincas extremeñas.
Tenía pasión por su recova de perros, demostrando en más de una vez que daba su vida por ellos y su multitud de cicatrices en las piernas lo atestiguaban. Mis tíos Carlos y Ricardo, hijos del segundo matrimonio, me comentaban que su padre no permitía que un jabalí matara a sus perros, y entraba cuchillo en mano a defenderlos, siendo en muchísimas ocasiones herido en las piernas por las cuchilladas del marrano.
Uno de sus célebres perros, conocidos por muchos lectores de su legado bibliográfico como Pirata, me comentó mi abuelo Alberto que lo consiguió a cambio de un órgano que tuvo que ceder a la iglesia de un pueblo. Un cambio que creo que para él tuvo muchísimo valor, ya que ese perro significó mucho en su vida.
Producción literaria
Antonio Covarsí es conocido hoy dentro del mundo de la caza por su producción literaria y por sus narraciones cinegéticas que plasmaron la verdadera esencia de la caza. Sus obras son Narraciones de un montero (1898), Trozos venatorios y prácticas cinegéticas (1911), Grandes cacerías españolas, en dos partes que vieron la luz en 1919 y 1920, respectivamente, y Entre Jaras y Breñales (1927).
Y la ronda…
La ronda, una forma de cazar única, que nació de manos de los monjes del convento de los franciscanos ubicado en el Valle de Luriana, en plena Sierra de San Pedro, recobró vida con Covarsí.
Cuando se habla de ronda se habla de Covarsí. El silencio de la noche es roto por el trote de caballos, de perros que agarran a jabalíes que se defienden y de monteros que, sin escopetas y cuchillo en mano, dan fin a tan impresionante lance.
Tengo el honor de tener el conocido cuchillo de remate de Covarsí, que diseñó a la medida de su mano, con empuñadura de marfil, hoja fina y biselada, grabada con su nombre. Es difícil explicar en palabras qué se siente al tenerlo en las manos…
Fue presidente de la Sociedad de Monteros de Alpotreque, en 1890, junto a don Pedro Castillo, su maestro en la caza. Imagínense por un momento una montería de aquella época, en tan espléndido escenario, albergando a los participantes en el majestuoso Castillo de Azagala, y bajo la organización de Covarsí y Castillo. Sin comentarios… A uno se le pone los pelos de punta tan sólo de pensarlo. Pues, miren ustedes, después de no sé cuántos años que llevo cazando en mi tierra extremeña, ha sido en este año cuando he podido estar dentro del Castillo de Azagala.
Por un momento quise imaginarme a mi bisabuelo caminando por esas calles de piedra, esas dependencias, esos miradores, ese ruido de caballos y rehalas…una ciudad en un castillo.
Un montero elegante
Ya he comentado anteriormente que mi bisabuelo era muy elegante a la hora de vestir para salir de caza y montear, aires de caballero con muchas peculiaridades, como la de tener los botones de su casaca grabados con sus iniciales y vestir con preciosas casacas, como se habrá podido observar en muchas de sus fotos en las que posa vestido de montero.
Era muy especial con sus aparejos de caza, prismáticos de aquella época, o curiosidades como una caja de cerillas metálica grabada con su nombre y el escudo heráldico de la familia, con un raspador de metal, y que evitaba que las cerillas cogieran humedad.
Una de las narraciones que más me gustaba escuchar de mi abuelo Alberto sobre su padre, era cuando me contaba cómo era la entrada del montero en la ciudad cuando regresaba después de varios días de caza. Ver a Covarsí entrando en Badajoz por el Puente de Palmas, acompañado por sus perros, montado en su caballo, como Don Quijote… La gente se agolpaba en Puerta de Palmas a esperar verlo con su tropa de cazadores, perros y mulos que llevaban a la grupa los animales abatidos. «¡Qué viene Covarsí! ¡Qué viene…!», gritaban los niños cuando lo veían llegar…
Igualmente espectacular era contemplarle salir desde la puerta falsa de su casa, de sus corrales, con aquella algarabía de recovas, a la hora del alba. Las calles del barrio se convertían en un puro ladrido, las herraduras de los caballos resbalaban en el suelo del patio empedrado, los gritos de Covarsí llamando a sus perros, «¡Piloto! ¡Fortuna…!» y el estallido del látigo, retumbaban por las calles de Badajoz.
El adiós al Montero de Alpotreque
Los últimos años de su vida los dedicó, acompañado de sus hijos Alberto, Carlos y Ricardo, a la caza de avutardas y sisones. Salía a mediodía con ellos y regresaba a la caída del sol. Se montaba junto a sus hijos en un viejo Ford alquilado, y les iba enseñando desde pequeños las artes venatorias. Él iba delante, junto al conductor, mi abuelo Alberto iba detrás de él, y desde la ventanilla disparaba primero a la pieza que le indicaba su padre, tirando él, posteriormente, sobre las avutardas que emprendían el vuelo.
Esta colocación no la hacía por casualidad, sino por la peculiaridad de la falta de visión de su ojo derecho. Era mi tío Ricardo, el pequeño de sus hijos, quien salía del coche a cobrar las piezas.
Me contaban como su padre les sacaba de paseo por las tardes por la carretera de Portugal y por el mirador del Puente Viejo sobre el Guadiana. Su arrogante figura, adornada con la típica capa española, su sombreo de amplias alas y su bastón, iban declinándose como el sol, hasta que, con casi noventa años, falleció, concretamente el 6 de diciembre de 1937. Mi abuelo, cuando me lo contaba, se emocionaba, y yo de verlo se me escapaba alguna lagrimilla. Me decía que en Badajoz parecía como si se hubiese derrumbado la torre árabe del Castillo…
Covarsí fue toda una institución, casi un monumento… Venados, jabalíes, corzos entonaban al cazador un responso de alegría…. Se acabaron aquellas tertulias en la armería, muchas de caza, otras de humor y picaresca.
El legendario montero se marchó. Sus restos mortales reposan en el panteón familiar ubicado en el cementerio antiguo de Badajoz que, por deseo expreso de él, fue construido en septiembre de 1911, y en el que reposan junto a él sus padres, esposas e hijos.
Sus libros son auténticas lecciones de caza, de las que esperaba, cuando los escribió, que las generaciones venideras apreciaran su obra, y no porque ésta estuviera rodeada de ese ambiente de poesía ni adornado de bellas anotaciones, sino porque en ella se buscara la rudeza del hombre de campo, del verdadero cazador, y donde todo aquel que leyera sus libros se manchara las manos al pasar sus páginas de la sangre y del olor a jara y pólvora.
Homenajes
El Montero de Alpotreque recibió, el 16 de mayo de 1987, un merecido homenaje con motivo de su 50º aniversario, que se enmarcaba dentro de los actos del I Congreso Internacional de la Caza, que tuvo lugar en Cáceres. Se colocó una piedra en roca viva en La Portilla de Alpotreque, uno de sus santuarios de caza, que rezaba: «A D. Antonio Covarsí Vicentell, montero de Alpotreque, que bregó entre jaras y breñales de estas sierras, en rodas y monterías, dejando en sus obras imperecedera lección. En el I Congreso Internacional de la Caza en Extremadura y la Diputación Provincial de Cáceres, le dedican esta memoria en el 50º aniversario de su muerte, 1937-1987».
El paso de los años, y la falta de respeto de muchos, hizo que ésta se encontrara totalmente deteriorada, lo que llevó a que, veinticinco años después, una asociación de jóvenes cazadores de Extremadura, JUVENEX, recuperaran parte de esa historia de la caza y se diera nuevamente vida a ese homenaje, en concreto el 24 de marzo de 2012, presidido por el consejero de Medio Ambiente, José Antonio Echávarri; Alonso Álvarez de Toledo, marqués de Valdueza, y un servidor.
Se colocó una nueva piedra sobre la ya existente, que tiene grabado para siempre la siguiente leyenda: «A
D. Antonio Covarsí Vicentell, como recuerdo y homenaje en su cazadero predilecto: ‘La Portilla de Alpotreque’. Por cuanto legó a la caza y a los cazadores de Extremadura. JUVENEX, 24 de marzo de 2012».
Como cazador, me llena de orgullo llevar el apellido que tengo, un apellido lleno de lances de caza y de campo extremeño, un apellido que te marca con la responsabilidad de intentar que Covarsí siempre siga vivo, y que su legado y raíces familiares así lo transmitan.
No sé si habré conseguido acercarles un poco más a este montero. He pretendido hacerles partícipes de aquellas historias que nos contaba mi abuelo Alberto a mi padre y a mí, esas historias de caza que vivías en primera persona y que te hacían estar expectantes a cada palabra, a cada frase. Como muchos dirían… ¡las historias del abuelo! CyS
Por Alberto Covarsí Guijarro
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